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Valsequillo | Medidas para frenar la crisis de la hostelería

Los ventorrillos evitan el descalabro

Valsequillo crea terrazas artificiales para impedir el cierre de bares o restaurantes

Imagen de otro ventorrillo en el bar La Culata 1 de Las Vegas. | | ANDRÉS CRUZ

Por más oscuro que parezca todo siempre hay una salida. Y eso es lo que ha ocurrido en Valsequillo al crear el Ayuntamiento terrazas artificiales para que los bares y restaurantes no tengan que cerrar tras la alerta 3. Para ello se han utilizado los ventorrillos que estaban destinados a la fiesta del Almendro en Flor.

La original idea de colocar ventorrillos en bares y restaurantes de Valsequillo, que carecen de terrazas para atender a sus clientes en un espacio abierto, está evitando que se produzca un auténtico descalabro en gran parte del sector hostelero de esta zona de la Isla.

El Ayuntamiento del municipio grancanario utiliza estos puestos de venta callejeros, que estaban destinados en un principio para la fiesta del Almendro en Flor que este año ha sido suspendida, para crear espacios provisionales en los que camareros y cocineros puedan atender a la clientela ofreciendo alternativas tras la ingente cantidad de problemas que ha provocado el nivel de alerta 3 que establece la suspensión temporal del servicio en el interior de los locales, el consumo en barra y la limitación del aforo autorizado en terrazas al aire libre al 50%.

De este modo, cualquiera que se pase estos días por esta zona de la Isla comprobará cómo muchos de sus famosos restaurantes, que sólo servían en el interior, siguen abiertos gracias a esta iniciativa ideada con el objetivo de contribuir al mantenimiento del sector. La colocación de estos ventorrillos es, además, bastante curiosa. Y es que, situados ya sea en un parque o una parte de la carretera contigua a la calle del establecimiento, aparece cubierta por unas finas estructuras de acero y rodeadas por las típicas vallas de tráfico que se utilizan para evitar algún acceso por obras o reformas. La colocación de estos ventorrillos no ha sido posible en todos los locales del municipio ya que en algunos no accedían a espacio público o eran peligrosos por la proximidad de la carretera en una zona delicada, o porque interrumpía a los peatones.

Hay muchos locales que no han podido utilizar esos espacios y han tenido que cerrar

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Pero recorriendo las zonas más populares del pueblo, pocos restaurantes son tan conocidos en esta zona de la Isla como El Guajara, situado en el barrio de Las Vegas, especializado en carne a la brasa, abierto desde 1980, donde trabajan seis personas y que goza de estas terrazas desde el pasado miércoles con siete nuevas mesas y un nuevo horario que oscila entre las 12.30 y las 17.00 horas.

Sin embargo, a eso de las 13.30 horas de ayer sólo dos de ellas estaban ocupadas por clientes. “Aún es pronto para valorar los beneficios de esta medida”, asegura José Miguel Melián, uno de los tres hermanos propietarios del negocio. “Porque la jornada buena son los fines de semana. Vamos a cerrar por la tarde porque después no hay quien esté aquí del frío”.

Melián asegura que “hay gente consciente que comen y pagan, pero otros no se levantan. Y hay que respetar las reglas aunque a veces no tengan sentido, como fue el caso de un matrimonio con tres hijos que, como eran cinco, enseguida salieron los móviles para grabar que no se respetaba la normativa”. El local, que Miguel Ángel lleva con sus hermanos Moisés y Santos Alexis, tiene entre sus clientes gente de todas las Islas, pero también extranjeros y amigos o familiares que acuden a muchas casas rurales de la zona.

Una clienta, Esther Santana, señalaba que la colocación de estas mesas “es ideal porque mi marido y yo venimos con bastante frecuencia y si no hubiesen montado estas estructuras no habría sido posible, pero ahora hay más mesas y es agradable”.

Avanzando por Las Vegas está La Culata 1, regentado por Domingo Ojeda. Un restaurante muy parecido al anterior especializado en comidas a la brasa y que también tiene su ristra de ventorrillo. Tan sólo una de las mesas aparecía ocupada por un cliente a esa misma hora de la tarde del día de ayer. El propietario, al igual que el del anterior local, señala que “los restaurantes de pueblo vivimos del fin de semana y hasta entonces no sabremos qué beneficios nos ha producido”. Y es que todo depende del tiempo que haya, “si hace frío es normal que no vengan muchos clientes”. Pero, por lo pronto, La Culata 1 ha podido conservar los mismos que antes consumían en la barra. El propietario reconoce que estas mesas les ha permitido seguir con el negocio, aunque sea “para pagar seguros o alquiler”. También tiene ventorrillos en este barrio La Culata 2.

Durante este fin de semana se comprobará la verdadera utilidad de la medida

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Enfilando hacia Tenteniguada, todo cambia sorpresivamente y el restaurante Las Cañas, al contrario que los dos casos anteriores, tiene todas las mesas ocupadas por clientes fieles a este establecimiento. “Me parece genial esta idea porque además nos ayuda a seguir adelante. La gente del pueblo también colabora. Nosotros entre semanas trabajamos bien y pensábamos que ahora la gente se iba a hacer un poco para atrás, pero han venido”, señala Luz Marina Santana. A ella misma le ha sorprendido el éxito de esta iniciativa, hasta el punto que el día de ayer tenía previsto no abrir y fueron los propios clientes los que le pidieron que no lo hiciera. “Abrimos para probar, pero cuando llegue el fin de semana sabremos si compensa o no”. Sin embargo, la encargada del local subraya que “aunque sea poco es algo que entra en la caja porque tenemos que seguir pagando los impuestos”.

Sin embargo, en otra cosa coincide con los anteriores y es que tampoco pueden tenerlo abierto el tiempo que les gustaría “ya que aquí, cuando por el día hace mucho calor, por la noche el frío y la humedad es insoportable”, y por eso cierran a las 18.00 horas.

La encargada también reconoce que ella ha tenido suerte “porque hay otros restaurantes que no han podido beneficiarse de esta medida porque no tienen acceso a un espacio público”. Aunque el negocio lleva funcionando desde hace 40 años, este local abrió en 2020 y se da la circunstancia de que poco después de su comienzo llegó la pandemia y a los ocho días el confinamiento. También en este barrio se ha beneficiado de esta media el restaurante Ca’Guillermo.

Ya en pleno centro de Valsequillo está el restaurante Monzón. Uno de sus clientes, Germán Moreno, reconoce que hay muchas críticas en el pueblo. Pero, en realidad, la polémica esconde el hecho de que “hay gente que tiene una plaza para poner mesas y sillas y otros que no tienen esa posibilidad y han tenido que cerrar”. El problema de estos locales “es que no tienen hueco para ampliar espacio en la calle porque el ayuntamiento tiene una flexibilidad enorme con este tema”.

Completan la lista de ventorrillos, en el centro, Beñesmen, Bar Aim y Cafetería Salón de Juego. Y ya, situado en La Barrera, está La Higuera. Una buena ocasión para darse un salto por el municipio.

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