En Agaete, las terrazas se han convertido en la tabla de salvación de de los bares y restaurantes. Las nuevas restricciones sanitarias que impiden el consumo en el interior, y que entran en vigor hoy lunes, si bien les sorprenden, sobre todo porque este municipio es uno de los pocos de Gran Canaria que no tiene casos activos de Covid, les coge bien preparados, aunque a unos con más suerte que a otros, puesto que el tiempo no es el mismo en todo el Puerto de Las Nieves. 

 Lo que admiten todos los propietarios de los negocios de restauración es que con el Sur cerrado, y sin ningún festejo en toda la isla, tienen más afluencia los fines de semana, que es cuando logran hacer caja, aunque “dos días no resuelven la semana”.

La terraza Angor, situada en el Paseo de los Poetas, ha ganado espacio. De 25 mesas que tenían, antes de la pandemia, suman ahora 45. El cierre del interior no les afecta porque lo tienen todo en terraza. De ahí, que esta no sea la mayor preocupación en este local. Lo que cuestiona Ani Armas, una de las propietarias es “¿porqué otra vez las prohibiciones para la hostelería?”, y lo dice con enfado, al tiempo que insiste en que cumplen con todas las medidas de higiene y distancia, por lo que no entiende el nuevo cierre. “Nos están asfixiando entre las inspecciones de Trabajo, y los impuestos que no perdonan” denuncia, mientras está pendiente de la clientela. Y añade, que “lo de las ayudas a las pequeñas empresas es mentira”, que tanto el Gobierno de España como el de Canarias “engañan”, y que la única medida que les ha ayudado a remediar la situación es la del Ayuntamiento que les ha dejado ocupar más suelo de terraza sin cobrar la tasa.  

El asunto de las ayudas de la administración genera tanta polémica, que Tino Bermúdez, otro de los gerentes, interviene para puntualizar que el pasado año cerraron cuatro meses, en los que hizo frente a los pagos del alquiler, y supuestamente las ayudas se daban en el segundo trimestre con lo cual no ha podido beneficiarse de estas políticas públicas, enfocadas a que las empresas puedan atemperar la pérdida de ingresos.

En el Ragú Agaete, sentando con la calculadora y el teléfono móvil, Dimitri Schmitt, atiende reservas mientras hace números. Explica que en Agaete se trabaja de forma diferente sobre todo porque el Ayuntamiento se lo “ha currado bien”, y ha ayudado a los negocios a ampliar las terrazas y a sacar las mesas a la calle a los que no la tenían. Cuenta con otro local en la capital grancanaria, en la calle Los Malteses, y desde hoy lo cierra porque la ubicación no le permite trasladar el consumo a la acera. Tras el confinamiento, comenzó a abrir todos los días en Agaete, pero desde hace una quincena ha reducido la apertura a los fines de semana. “No hay turistas, ni excursiones con lo que de lunes a viernes es un desastre porque no llega nadie”, declara. 

 Confiado en que la Semana Santa contribuya a cambiar este panorama y anime la afluencia, señala que en esa fecha si tiene previsto abrir todos los días, aunque con el interior cerrado. Pero, lo que más molesta a este empresario de la hostelería es la forma que tiene el Gobierno de aplicar las medidas a este sector porque no les permite hacer previsiones con la mercancía, lo que les genera problemas cuando se trata de producto fresco al que no pueden dar salida.

“Lo de las ayudas a las empresas es una mentira”, dice una de las dueñas de la terraza Angor

En la terraza La diosa del mar, también en el Paseo de los Poetas, no han podido ganar más espacio porque la cocina no la tiene frente a las mesas. Pese a tantas adversidades han logrado mantener a los seis trabajadores en plantilla. Explica Carlos Pérez, el gerente, que es cierto que los fines de semana como en el Sur está todo cerrado, están recibiendo más clientes, pero puntualiza que “con dos días no sale adelante un negocio ni se pueden pagar sueldos y se cubren gastos”. Otro de los hándicap que también dice que tienen es el tiempo. De hecho, ayer mientras estuvo nublado, y no había aún trajín, miraba al cielo porque del sol juega un papel decisivo para  que se llenen las mesas. Pese a todo, se lo toma con resignación porque piensa “que rendirse es de cobardes”.

Desde el otro lado, en la calle Nuestra Señora de Las Nieves, hay locales que no ven en las terrazas como la opción para seguir adelante. Eduardo Rodríguez lo explica desde la puerta de la Terraza el Marinero. Con seis mesas en la calle, sin clientes, y a la sombra, señala que “con ese aire fresco a nadie le apetece estar fuera”. Insiste en que solo basta entrar al interior para ver que es más acogedor, justo todo el local que desde hoy lunes tiene que cerrar. Unas nueve mesas menos con las que no cuenta, a lo que como dice hay que añadir que las seis de fuera no le aseguran nada. Aunque tiene otra terraza en la parte trasera de cuatro mesas, en este caso no ha podido ampliar porque invadiría el paseo. Ante estas circunstancias, en las que una parte importante se la juega en su contra el emplazamiento de su local, comenta que si ya facturaba un 50% por ciento menos, la situación se complica ahora otra vez. Advierte que va a tener aplicar un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (Erte) a la mitad de la plantilla, con lo que de ocho se queda con cuatro trabajadores. “Son ocho empleados pero cada uno es una familia, con lo que este local digamos que mantiene a unas 40 personas”, enfatiza.

Echar mano de los ahorros

Para hacer frente a este año de pandemia este empresario asegura que ha llegado a echar mano de sus ahorros, pero, remarca que ya ni puede hacerlo porque los ha agotado, y que con “mucho dolor” no tiene más opción que recortar empleo para ver como sigue adelante.

Y algo peor lo describe Pedro Suárez. “Pinta mal no, malísimo”, expone enfundado en su uniforme de cocinero. En su negocio, el restaurante Puerto de Laguete, en esa misma calle, justo al lado, desde hoy no puede servir en el interior, y parece que las terrazas que no tienen cortavientos, sino sombrillas, son poco transitadas. Se queda así sólo con las cinco mesas de la terraza, y además, cuenta que va a seguir abriendo sólo los sábados, domingos y lunes, porque “no es rentable abrir para no ingresar nada”.

Con más de 52 años al frente de los fogones, se muestra agotado de tanto abrir y cerrar por la pandemia, y afirma que lo peor de todo es que a lo largo de este último año ha tenido que seguir pagando todo, alquiler, impuestos, Seguridad Social, como si siguiera ingresando lo mismo. A este respecto, lanza una denuncia más que una queja: “si no entra lo mismo porque no hay negocio, no hay turistas, y hay menos clientes, cómo es posible que me pidan que pague los mismos impuestos”.  

“Con dos días no sale adelante un negocio” cuenta el gerente de La diosa del mar

Más optimistas son en el casco de Agaete. “Vamos escapando con la terraza, sobre todo los fines de semana”, asegura Guayarmina Jiménez, una de las responsables del negocio familiar de El Perola. Siempre habían vivido de servir en la barra, y en estos 29 años que cumple en mayo, les ha ido muy bien, pero con las restricciones que ha ido imponiendo el Gobierno central y canario, por el coronavirus vieron como tenían que adaptarse a los nuevos tiempos. 

Tirar voladores

Desde agosto del pasado año, las cervezas y las tapas se sacan a la calle. Cuenta que a raíz de la crisis generada por el Covid han notado una disminución en los ingresos, y que si bien es verdad que “las cosas no están para tirar voladores”, gracias a la terraza, de momento, funcionan.  

En este local, que llevan Pepe, su fundador, sus hermanas Guayarmina, y Adelaida, y Damián, pareja de la primera, no han tenido que hacer un Erte. Tenían un camarero que no quiso seguir, y como la cosa estaba floja pusieron a otro sólo para los fines de semana, pero parece que a éste no le interesó seguir dado y se quedó solo el clan familiar al frente del negocio. Así, “todo queda en casa”, señala Guayarmina Jiménez, confiada en que mientras el negocio del bar siga como hasta ahora, gracias a la terraza, pues van saliendo adelante.