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Las mejores olas de la isla | San Felipe

Vagabundos, la ola imprevisible

La playa de San Felipe esconde una de las mejores y más cambiantes canchas para el surf

Vista de la playa y pueblo de San Felipe, en primer término.

La ola de San Felipe, o de Vagabundos, según la nomenclatura con la que ha sido bautizada por los surfistas, es un mundo, capaz de dar una mañana de auténtica gloria y una tarde para el olvido, todo en un mismo día, por la fuerza de sus corrientes y su suelo de arenas cambiantes. 

Imprevisible, muy cambiante, pero llena de encanto cuando lo da todo. Esa es la ola de la playa de San Felipe, para la afición, la ola de Vagabundos, en la esquina más oriental del municipio de Guía.

El primer nombre le viene al sitio de la antiquísima hacienda del capitán Felipe Sosa Navarro dedicada a las viñas y otros frutos, y que como se recoge en Topónimo Gran Canaria, es citada por Viera y Clavijo en su obra Noticia de las Historias de Canarias donde sitúa una ermita en su interior dedicada a San Felipe Neri, un santo ‘reciente’ si se tiene en cuenta que murió en Roma casi un siglo exacto después de la conquista de Gran Canaria.

Aquél San Felipe de los primeros siglos se suponía un vergel de plantaciones. Ya en el siglo XVII se acredita la existencia de cultivos de plátanos. Y es aquí donde, por vueltas de carambolas, se lleva el segundo topónimo en el último tercio del siglo XX: Vagabundos.

El ‘nuevo’ nombre le viene por una confusión de los primeros asiduos al arenal guiense

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Lo cuenta Honorio Castellano, de 47 años cumplidos “a final del mes que viene”, y criado, ensolerado y curtido en la fantástica bahía sanfelipera, t que antes de entrar en materia subraya que desde chico “existe una diputa entre el nombre original y el que le dan los surferos, que al igual que los pescadores más que referirse a un sitio en concreto usan su propia nomenclatura para referirse a la ola, o al punto de mayores pesquerías. El nombre es indiscutiblemente San Felipe, pero también es verdad que el uso de Vagabundos, en plural, por parte de generaciones tapan el nombre originario”.

Surge con los primeros extranjeros que introdujeron el surf en Gran Canaria, y con los primeros surfistas que llegaban de la capital buscando nuevas olas, “personas que no sabían o nunca habían estado en contacto con la gente que trabajaba en las plataneras”. Y se daba la circunstancia que justo en un punto “donde se daban vuelta los coches, hará unos 30 años, muchos de los surferos coincidían allí con la hora de suelta de los trabajadores, a los que veían con sus ropas de trabajo manchadas haciendo creer a los visitantes que aquello era una colonia de..., vagabundos. Y así se quedó”.

Un surfero disfturando de la ola de Vagabundos en el atardecer.

Alejandro Díaz Suárez, de 33 años, tiene la casa justo donde cae salitre a mansalva, en una playa que es casi paseo, callao y marea todo a la misma vez. De pequeño jugaba al fútbol y no se le daba mal. Llegó a jugar en el equipo de la localidad, “pero se me hacía muy complicado ir a entrenar y competir con la mala comunicación de guaguas, una cada tres horas, y a lo quince años decido dejar al fútbol y dedicarme a la cancha que tenía delante. Me enganché, y hasta la fecha, aquí sigo”.

En aquellos inicios la playa de San Felipe era una paraíso casi particular. La avenida era de tierra con piedras, no habían prácticamente edificios, solo casas, y coger olas era bajar y ‘tomarlas’ sin mayor procedimiento. Hasta hace unos ocho o diez años, “que es cuando se ha puesto muy de moda”, sobre todo desde el boom de las escuelas de surf en La Cícer, que han acercado a centenares de jóvenes al deporte, de forma que a veces la afluencia se torna importante, algo que augura que irá a más a partir de este año, cuando se estrena como deporte olímpico, “ya que lo hará visible no solo para los que tengan mar y olas cerca, sino para el mundo entero”.

Esa ‘cancha’ donde tanto Honorio como Alejandro tienen prácticamente el patio de sus casas está lleno de secretos, de puntos en el que con pocos metros de diferencia cambia el carácter de la marea. Habla Alejandro: “De San Felipe, desde lo que es el barrio y llegando hacia el bar restaurante El Paso, en El Pagador, existe una gran diversidad de olas. Desde el oeste hacia el este empezamos por la que es conocida como Vagabundos”, propiamente dicha, “que tiene un fondo de arena, y que principalmente se surfea en la época de primavera y verano, a partir del mes de mayo hasta septiembre”. En esa época del año la fuerza del mar comienza a aflojar, hay menos ola, “y empiezan a funcionar los rompientes de arena, como también pasa con Los Enanos o Molakai en el vecino San Andrés, y que son las únicas olas que se surfean en verano en todo el norte, junto con Bocabarranco, en la costa de Gáldar, pero esa es otra historia”.

Tras Vagabundos, y en dirección a la capital, se encuentran la izquierda y la derecha de El Circo, justo hasta donde se encuentra la desembocadura del barranco de Moya, otros dos spots muy conocidos, y que se surfean en la otra época de año.

“Allí comienza la temporada buena en septiembre, aproximadamente, y dura en buenas condiciones hasta abril o mayo”.

Aquí hay que hacer un alto para escuchar de nuevo a Honorio, que tiene una segunda explicación del por qué El Circo terminó con esa nomenclatura tan festera. Y es que resulta que ese punto de oleaje “viene a estar justo detrás del restaurante Los Pescaditos, porque el nombre original que conoce el vecindario es de La Chapilla, porque su fondo forma una bajilla de piedra que sobresale en bajamar. Los surferos se llegaban hasta los aparcamientos del restaurante, que era el mismo lugar en el que durante muchísimos años venía un circo ruso que colocaba los carteles de sus funciones en las paredes del recinto”. A raíz de eso el nombre era de cajón. “Allí, donde el circo”.

La ola de la playa guiense insinuando un tubo.

Como tal, también ofrece espectáculo, y no apto para todos los públicos. “Solo es para iniciados”, subraya Díaz Suárez. Su fondo, como bien dice Honorio, es el propio de las lascas de piedra, de lava volcánica, y así como Vagabundos al ser de arena, permite a todo tipo de deportistas, “desde el inicio al profesional”, continúa Alejandro, “El Circo es uno de los sitios que más fuerza reciben de todo el norte, tanto de izquierdas como de derechas, y los principiantes no se pueden tirar por esa fuerza que te puede arrojar sobre sus fondos”.

Pero, de vuelta a la más popular de la zona, la de Vagabundos, ¿cómo se resuelve? Pues cada día de una manera diferente. “Siempre se ha dicho entre los surferos que Vagabundos es un mundo porque es una ola que por las fortísimas corrientes de la playa es muy variable. Por la mañana puede estar perfecta y a las doras horas la resaca te hacen cambiar los fondos, y como no es una superficie fija como las de piedras, en apenas dos horas se pone imposible para, un rato después volver a estar en condiciones. Es muy, muy imprevisible pero por regla general es una ola no muy larga, de bastante fuerza, con paredes verticales, con algún que otro tubo y en muchas ocasiones, bastante cerrona”.

Tanto Honorio como Alejandro subrayan que la playa es muy peligrosa, sobre todo para los que acuden a ella sin tablas, o que desconocen su mecánica, de ahí que adviertan de que hay que mantener las máximas precauciones en sus aguas. Aseguran que en verano es una buena época para los principiantes, donde incluso acuden escuelas de surf a impartir sus clases cuando las condiciones lo permiten, “si bien el monitor debe estar aquí mucho más atento que en La Cícer. Yo mismo he dado clases”, asevera Díaz, “y no hay ningún problema, pero también tengo que decir que es una playa que a lo largo de su historia se ha llevado a mucha gente. El año pasado murió un señor por las corrientes, por lo que es fundamental conocer la playa y no perder de vista sus peligros”.

Las potentes corrientes y las tres barranqueras que forman sus aguas la hacen peligrosa

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Castellano explica que esa dificultad se debe a que “toda la gran masa de agua que le entra sale en tres cintas transportadoras, que son muy eficaces para llegar al pico de la ola, pero que para un bañista es una seria dificultad”, y que a raíz del fallecimiento de esa persona el pasado año han logrado que el Ayuntamiento instale un cartel de advertencia y explicativo para informar en cómo se debe actuar en caso de apuro, señalando que de allí, “hemos sacado a vivos y muertos”, en una playa que solo en verano tiene un servicio de vigilancia pero que se reduce a los fines de semana, convirtiendo a los surfistas en los mejores salvavidas del lugar.

Además resalta que lo que existe desde la playa hacia el oeste, a pie del risco que sostiene la vía que transcurre tras el puente de Silva es solo para conocedores del sitio. Son puntos como La Trinchera, El Banco, Las Torrecillas, Las Lisas, Los Patios, La Cueva, El Mármol…, “que no son transitables, que cambian el camino con las mareas, y son más bien para las personas que van a pescar”.

Todo ello como escenario de una de las olas más escondidas del norte, no en balde está al final de una ruta jalonada por puntos calientes del surf norteño, por lo que no es la más saturada de la comarca, “pero que lo mismo te puede dar días gloriosos”, como apunta concluye Díaz, o hacerte perder el viaje”, que no el paisaje, siempre engatusador en San Felipe.

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