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Honores y Distinciones 2021

El valor del esfuerzo de los sanitarios

El Cabildo de Gran Canaria otorga el Roque Nublo Social a los profesionales de la sanidad isleña por su trabajo y empeño en la lucha contra la pandemia

Carmen Rosa Hernández, jefa de Urgencias del Hospital Insular de Gran Canaria

El colectivo sanitario ha sido uno de los g rupos esenciales que durante la pandemia por la Covid-19 ha estado en primera línea de batalla contra el virus. Miedo y frustación han sido tan solo dos de los sentimientos que todos los profesionales del sector han vivido durante este último año de pandemia. Pero para salir adelante en estos duros momentos, la unión de los profesionales ha sido fundamental, hasta el punto en que se han creado vínculos más estrechos entre los compañeros de departamentos. El Cabildo de Gran Canaria reconoce la labor del colectivo con el premio roque Nublo Social 2021.

Durante el último año han sufrido cansancio, estrés, ansiedad y desmotivación. Han experimentado el miedo a lo desconocido y han visto marcharse a personas que querían luchar con todas sus fuerzas por sobrevivir pero no lo consiguieron. También han sufrido miedo, se han enfadado y se han frustrado cuando su vocación no les ha servido para salvar todas las vidas posibles. El virus de la Covid-19 ha sido más rápido. Pero si algo ha ayudado a los profesionales sanitarios durante este año es el esfuerzo colectivo y la unidad que han mantenido los equipos médicos y de enfermería. El apoyo mutuo en los peores momentos, la broma justa para rebajar la tensión y un hombro en el cual sostenerse han valido para que la batalla contra el coronavirus desde la primera línea de fuego haya sido más llevadera. Por su esfuerzo y su determinante papel durante la pandemia, el Cabildo otorga al colectivo sanitario el Roque Nublo Social 2021.

“Lo más duro fue ver el miedo en la cara de los pacientes; todos entraban por urgencias y allí les diagnosticábamos, y desde que les decíamos que sospechábamos que podían estar contagiados de Covid ellos ya pensaban que iban a morirse. Y ahí les veíamos el miedo en el rostro”. Los recuerdos de Carmen Rosa Hernández, recientemente nombrada jefa de Urgencias del Hospital Insular de Gran Canaria, no distan mucho de los que pueden tener todos sus compañeros sanitarios que durante este último año han hecho frente a la pandemia. “Nosotros estamos acostumbrados a ver enfermedades fulminantes, pero este virus era desconocido y había pacientes que entraban al servicio hablando contigo y a las cuatro horas ya estaban azules y había que intubarlos o se morían”.

“Lo más duro fue ver el miedo en la cara del paciente”, recuerda Carmen Rosa Hernández

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Durante aquellos primeros días, rememora, sobre el personal de su área pesaba la angustia que suponía la falta de un material de protección que hoy es indispensable para desarrollar su labor. Y a la dureza del trabajo durante la primera ola de la pandemia se sumó la incertidumbre y el miedo de los sanitarios de llevarse el virus a casa. “Todos tenemos familia fuera del hospital; el miedo ya no era por nosotros, porque atender a los pacientes es nuestro trabajo y nuestro deber, además de vocación, pero tenemos familia fuera y al deber se unía el miedo”, añade Carolina Ojeda, enfermera de la planta 8, la planta para pacientes Covid, del Materno Infantil de Gran Canaria, “el primer ingreso fue el 6 de marzo, y de repente todo se complicó, era algo que no esperábamos porque la planta se llegó de pacientes en apenas 15 días”.

Para Ojeda, el trabajo en equipo durante esos días hizo que se volviese a enamorar de la profesión. “Sabíamos que nuestra prioridad eran los pacientes; ellos son los verdaderos héroes, no nosotros, ellos son los que han sufrido la enfermedad y han luchado hasta no poder más”, relata emocionada. Sobre la falta de protección, aunque reconoce que hubo profesionales sanitarios que se quejaban de eso, sostiene que en su servicio nunca vivió esa situación.

La praxis clínica cambió hasta en la forma de ofrecer información a los familiares de los pacientes: de la calidez de informar de forma personal a la frialdad de la línea telefónica en un momento tan crítico. “Era muy difícil llamar a los familiares para comunicarles que su pariente estaba muy enfermo e iba a morir”, cuenta la jefa de Urgencias, “no estábamos acostumbrados a dar ese tipo de información por teléfono; el cara a cara aporta mucha información gestual que los familiares ahora no veían”. “La gente se echaba a llorar, y yo lloraba con ellos”.

“Tenemos familia fuera del hospital y a nuestro deber se unía el miedo”, dice Carolina Ojeda

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Durante este año también ha habido momentos buenos. “Para nosotros suponía una alegría inmensa ver salir por su propio pie a un paciente que pensábamos que no saldría vivo del hospital”, recuerda la enfermera Carolina Ojeda, “nos emocionábamos cuando les podíamos ofrecer una gran ovación cuando salían por el pasillo del hospital para marcharse a su casa”.

Y los aplausos desde los balcones durante el confinamiento también eran una recarga de energía para los sanitarios. “Para los ciudadanos era una vía de escape y nosotros lo agradecíamos porque nos reforzaba el ánimo y porque nos hemos comportado como profesionales como la copa de un pino”, dice Ojeda. “A mi me reconfortaban y lo disfrutaba, porque sabía que la gente lo agradecía y también que tenían miedo porque nunca habíamos vivido algo así”, sostiene por su parte Carmen Rosa Hernández, “ese aplauso no era solo para los sanitarios, también para los policías, los militares que desinfectaban los alrededores del hospital, el personal del servicio de limpieza o los cajeros del supermercado, era para todo el personal esencial”.

Durante la desescalada, ambas profesionales reconocen que una parte de la población relajó las medidas sanitarias, lo que provocó las siguientes oleadas y colapsos hospitalarios. Y cuando tienen noticias de fiestas ilegales o falta de uso de la mascarillas, el colectivo sanitario tan solo puede mostrarse indignado ante el aumento de la incidencia. “Genera enfado, impotencia y frustración; mientras los muertos no sean tus muertos no eres conscientes del problema”, lamenta la enfermera Ojeda.

Por delante, estas representantes de todo el colectivo sanitario de Gran Canaria confían en que un aumento en el ritmo de vacunación mejore la situación epidemiológica de la Isla. “Hemos aprendido la importancia de la salud pública, el hecho de que si uno se cuida revierte en el resto de las personas”, apunta Hernández. “Y que los niños son capaces de adaptarse a las situaciones mejor que los adultos”, añade Ojeda. Con muchas lecciones encima, si una cosa tiene clara todo el colectivo es que los pacientes afectados por la Covid nunca estarán solos.

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