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Honores y distinciones 2021 | Hija Adoptiva de Gran Canaria | Narradora, poeta, pintora, ilustradora y fotógrafa

Pino Marrero Berbel: “Ahora puedo decir que ha sido la isla la que ha nacido en mí”

Pino Marrero Berbel, ayer, en la capital grancanaria. | | ANDRÉS CRUZ

María del Pino Marrero Berbel nació en el año 1950 en la ciudad de Cartagena. Hija de un militar de Firgas, reside los primeros años de su vida en la península y África, hasta que a los nueve años llega a Gran Canaria, donde la primera sorpresa es cómo un semáforo le pica un ojo. Berbel, como es conocida, es un torrente imparable -e impagable- de palabras, imágenes y sentencias, que cultiva la narrativa, la poesía, la ilustración o la fotografía, además de dedicarse a la docencia durante más de 40 años. Gran Canaria, a través del Cabildo, la hace hija adoptiva, por entre otras, correr agua de Firgas a través de su venas. 

Pino Marrero Berbel. De los Marrero de la villa de Firgas de toda la vida.

De Firgas, de los Marrero de toda la vida, sí. De un padre con nueve hermanos, de Rafael a Borito, que vienen del primer Marrero que llegó a Canarias, Gil Marrero, del sur de Portugal. De él salieron dos ramas, una a Telde y la otra a Arucas. Pero en cualquier caso, mi padre era militar y se fue a la península a la guerra, con el escuadrón del biberón. Allá se quedó un tiempo y conoció a mi madre, Consuelo Berbel, del levante español, pero hija de una cordobesa y una alemán, así que mire usted qué mezcla. El caso es que yo me quedé Berbel, que es tanto mi nombre como mi apellido.

Dice usted que se apuntaba de pequeña los pecados en un papel para recordar qué decir en la confesión. Y que así empezó a escribir. ¿Su vida es pecado, si es que el pecado existe?

Ah. Mi vida es un rosario de pecado, para hacerlo más preciso, porque yo tenía muchísimos y los apuntaba en un papel alargadito. Yo no fui al colegio hasta los nueve años porque vivíamos en África y cuando por fin entré a estudiar teníamos que ir a comulgar todos los días y a confesarnos los miércoles. Yo no tenía muy claro qué era un pecado y mi madre me explicó que eran todas aquellas cosas feas, como no hacerle caso o tirar la loza. Claro, para que el cura no perdiera el tiempo hacía una lista. El problema era que los miércoles por la mañana nunca encontraba el papel y mi padre, canario socarrón, preguntaba: ¿dónde están los pecados de la niña? Y mi madre Consuelo: la niña dejó los pecados anoche en la habitación. Así que ponía a todo el mundo a buscar pecados por la casa.

Es decir, que se estaba mejor en África, libre de pecado.

Una cosa muy bonita, África, que me permitió conocer la realidad verdadera, de forma que en vez de venir como una analfabeta ignorante, yo pensaba que todo el planeta estaba equivocado menos yo, entre otras porque mi padre nos ponía la autoestima por las nubes. Entonces cuando las monja nos daba un mapa y nos decía que pintáramos los ríos de color azul y los montes marrones, yo que era un guirre introvertido me decía que no sabían nada, porque los ríos que yo conocí eran todos marrones, los de la península, como el Tajo o el Ebro, y los africanos, y las montañas, verdes, no marrones. Cuando entregaba el trabajo me decían que estaba mal, y que lo repitiera, pero yo hacía lo mismo y me arrestaban. Mi madre me ordenaba que hiciera lo que dijeran las monjas. Mi padre, lo que tú creas. Y así me crié yo, media arrebatada desde pequeña.

“Emilio González Déniz nos bautizó como la Generación del Silencio, y mire lo que alegamos”

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Escritora, pintora, poeta, ilustradora y fotógrafa. ¿Se podría decir que su momento histórico favorito es el Renacimiento?

Me da que sí. Mi padre me decía entonces que era un todoterreno, que es lo que hoy se dice `multidisciplinar’. Mi madre, que yo valía para un roto y para un descosido, porque ella era la más normal de la casa, era práctica. Es decir, mi padre que era el militar, era la mujer de mi casa, que hacía de comer de maravilla, aunque dejaba todo tirado, y tenía una sensibilidad maravillosa. Cuando llegaba a casa con varias listas de la compra dispersas por las mesas y él las veía, me decía: aquí tienes unos cuantos poemas sueltos.

Si tuviera que poner en orden todas esas disciplinas a las que dedica tiempo y vida, ¿cuál pondría primero?

Esto es como lo que dice la Biblia, que empieza con un dios ordenando hágase la luz, y a partir de ahí siguió todo lo demás. Yo creo lo mismo sobre cualquier arte. Primero viene la luz para la observación. Soy de pintar, de dibujar o de escribir, pero porque sé mirar bien. Observar es la primera lección que he aprendido. Las manos de mi madre haciendo ganchillo con las que me embeleso, a las que miro y me fijo en cada una de sus líneas, siempre con admiración en lo que hacía, como si fuera un Miguel Ángel.

Su obra ha sido traducida al chino mandarín, al griego clásico y al wólof senegalés ¿Qué es lo que está pasando aquí?

No sabemos lo que pasa. Pero la literatura de los autores en Canarias la encuentras donde vayas porque es una maravilla. Tenemos un grupo de escritores que está a la altura de cualquier otro colectivo de Europa, abierto a todo. Emilio González Déniz nos bautizó como la Generación del Silencio, y mire usted lo que alegamos, porque cada uno somos de un padre, de una madre, de una economía, de una idea, pero tenemos la misma inquietud desde los años 70, creando una generación extraña, pero quizá más del silencio del esperado.

Tomás Morales, Antonio Padrón, Néstor de La Torre, Chona Madera, Pino Ojeda…, Pino Marrero Berbel, escrutando estas obras, ¿cree que vivir en islas enrala la fantasía?

Para los externos la isla es un sitio aislado, de ahí el vocablo isla, pero yo creo que no, creo que estamos en el centro del mundo, con tres continentes alrededor desde donde podemos ir fuera, comparar, hacer nuestros estudios, y volver a nuestro cuartel base entre los volcanes y el océano. Nada nos corta, aunque siempre hay de todo, como el que busca en su propio ombligo, al que le da miedo salir al exterior, pero no es la generalidad porque los canarios somos unos valientes.

¿Así es como marchó usted al País de las Nubes?

Estoy relacionado con muchísimos grupos literarios de Latinoamérica, entre ellos al grupo de mujeres de El País de las Nubes, con el que impartimos talleres en pueblos indígenas, a niños de enseñanzas medias, o a dar conferencias en universidades. Hace dos años, cuando salí de mi cuarto infarto, vinieron doce mujeres, de Colombia, Argentina, México, El Salvador..., a hacerme un homenaje, La América que hay en mi, en la Casa Colón y en el Museo Tomás Morales. Hace 23 años que se fundó, y nos quedamos en la casa de la gente que quiere ejercer de anfitriones de nosotras.

Con ‘El club de las poetas muertas’ recopila usted las voces de 92 autoras canarias. ¿Por qué conocemos tan poquito de lo nuestro?

Porque somos así. Primero decimos viva el Barça, y luego la Unión Deportiva. Pero primero es nuestra Unión Deportiva y luego salimos para fuera. Esta bien saber, para comparar, pero nunca en contra de lo nuestro porque si no valoras tus raíces, ¿qué vas a valorar? En mi club de las poetas muertas me acordé de mis escritoras canarias, de las que también se han acordado Blanca Hernández, Alicia Llarena, Chicha Reina o Eugenio Padorno. Yo busqué desde el principio del español en Canarias hasta 2020. Este año espero que no muera nadie para no sumarla a la lista. Pero con todas ellas tomaré café cuando me muera. También hice otro listado de mujeres que escriben, desde grandes obras a pequeños libros sencillos, y son 472 en total.

Dígame, Berbel. ¿Cómo le ha sentado el premio?

Tengo que decir que no es un premio. Es un regalo muy grande. La isla entera no sabe el regalo que me da. Usted es canario porque su madre estaba aquí. Pero mi madre estaba en otro sitio, luego yo soy una hija adoptiva, que con este reconocimiento, veo que me adopta una isla entera. Mi niño del alma, por las venas de mi cuerpo no me corre la sangre, por mis venas corre el agüita de Firgas y que encima me digan que soy canaria sin nacer me deja sin palabras, no puedo decir nada. En todos sitios me he sentido provisional y siempre me digo ya falta menos para llegar a mi ciudad de Las Palmas, que para mi es la raíz y la base desde que entro por el muelle o por el aeropuerto sin nacer aquí. Ahora puedo decir que ha sido la isla la que ha nacido en mí.

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