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Medio siglo entre madres y padres

Una asociación que representaba a la AMPA de los alumnos se crea en 1971 en el CEIP Doctor Juan Espino v El centro estaba abarrotado y con muchas carencias

Juan Hernández Artiles, secretario del primer AMPA, delante de la puerta del CEIP Doctor Juan Espino, el pasado viernes. | | LP/DLP

La Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA), antes llamada Asociación de Padres de Alumnos (APA), del colegio Doctor Juan Espino Sánchez cumple 50 años desde su creación en 2021. No sólo se trata de recordar el aniversario, sino de analizar cómo se encontraba el único colegio existente en el casco de Ingenio, además sobre cómo era la educación y la sociedad de Ingenio en esa década de los 70 del siglo pasado. El único que está vivo de ese primer AMPA, Juan Hernández Artiles, ofrece su análisis, y también los que fueron directores de ese centro educativo, Francisco Ruano y Rafael Estupiñán.

“En ese primer AMPA [llamado antes APA] hicimos muchas cosas desde que empezamos en 1971. Hacía falta de todo. Habían muchas carencias en el colegio que era el único de Ingenio, y habían muchos niños”, afirma Juan Hernández Artiles, de 88 años, nacido en Ingenio, y que fue el primer secretario de la asociación que representaba a los padres y madres de alumnos del Centro de Educación de Infantil y Primaria (CEIP) Doctor Juan Espino Sánchez.

“Los padres y madres nos pedían de todo, y hacíamos lo que podíamos. Nosotros creamos la biblioteca, porque no había dinero para los libros. El colegio no tenía recursos económicos para muchas cosas del centro educativo y cuando lo pedían a Educación, se tardaba mucho en tenerlo. El Ayuntamiento tampoco los tenía”, señala Juan Hernández, quien recuerda que “muchas veces nos pedían cortinas para poner en las ventanas de las aulas por la fuerte luz que entraba”.

Esta asociación, como todas las que surgieron en toda la geografía canaria, tenía el objetivo principal de representar y defender los intereses de los padres, madres y tutores legales de los alumnos y alumnas. “Claro que entre los niños que iban al colegio en los años 70 [del siglo pasado] no había la necesidad que yo vi cuando iba a la escuela en los años 40. En mi época, de niño, habían dos o tres niños que iban descalzos porque no tenían para zapatos. El maestro, José Suárez, siempre decían que fuéramos a clase como pudiéramos ir vestidos, pero sobre todo ‘vengan limpios”, explica el exsecretario del AMPA.

El colectivo dona libros de texto, crea la biblioteca y coloca cortinas por la fuerte luz

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Sin embargo, Juan Hernández reconoce que vio carencias en algunas familias en los años 70, aunque fuesen distintas que en la década de los 40, por supuesto. “Habían madres que nos decían que no podían pagar los libros de texto de sus hijos, y buscábamos la forma de comprárselos”, indica. “El presidente del AMPA era el comerciante Víctor Suárez. Él compró en nombre de la asociación muchos libros de texto que luego vendimos a los padres. Con la pequeña ganancia permitía que el AMPA tuviese un fondo para comprar cosas que hicieran falta y para ayudar a los que no tenían dinero para los libros”, añade.

Cabe recordar que el centro educativo comenzó a funcionar como tal en el curso académico 1967 /1968, así como que se pudo construir gracias a los terrenos que donó con este fin el médico Juan Espino Sánchez, quien estaba soltero y vivía con su hermana. En la inauguración del colegio en 1967 se encontraban, además del gobernador, el que era el alcalde, Francisco Hernández Sánchez.

La junta directiva de esa primera asociación la formaban seis personas. “Se podía decir que los que hacían el trabajo y no parábamos éramos el presidente, Víctor, y yo”, comenta Juan Hernández Artiles, que es el último que está vivo de los seis miembros de la directiva. “Éramos hombres y mujeres. No era sólo masculina, como se pensaban algunos. El alumnado del colegio también era mixto. Sí, que yo sepa soy el último que está vivo de esa directiva”, agrega.

Sintonía

Juan Hernández asegura que había “entendimiento” con el director saliente, Manuel Carretero, y con el que asumió el cargo en 1971, el año de la creación del AMPA, Francisco Ruano. “Había buen entendimiento y sintonía con el que fue director a este año, Manuel Carretero, quien nos animó a crear la asociación, así como con el nuevo, Francisco Ruano”, señala.

De los tres hijos de Josefa Bravo de Laguna Santana, de 71 años, y Juan Hernández Artiles, sólo los dos primeros estuvieron en el citado colegio de Ingenio. “El mayor, Benigno, estuvo más años. Eusebia estuvo en preescolar con la profesora Doña Concha Romero. El pequeño, Juan Pedro, no llegó a estudiar allí. Matriculamos a los tres en el colegio Corazón de María, en Las Palmas de Gran Canaria”, recuerda.

El colegio del pueblo tenía hasta 70 niños por aula y algunos sentados en el suelo

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Hijo de Ángel Hernández Caballero y Eusebia Artiles, Juan Hernández no sólo fue secretario del AMPA. “Nací para contar”, dice entre sonrisas. Finalizó la primera enseñanza, grado elemental y grado medio, con el profesor José Suárez Martín, quien le preparó para el Bachiller. Fue en 1953 a trabajar en una gestoría de seguros en la capital grancanaria. En 1955, organizó, junto a dos personas más, los seguros sociales de la empresa Juliano Bonny. En 1965 aprobó la oposición de funcionario en el Ayuntamiento de Ingenio, donde fue a partir de 1967 tesorero. Tuvo distintos cargos políticos, deportivos y culturales, como fue en el club de lucha Maninidra, en el CD Ingenio y en el club de baloncesto.

También fue presidente del Casino de Ingenio, fiscal de Paz, secretario de la cooperativa de viviendas de Ingenios y presidente de la sociedad de instrucción y recreo La Juventud, entre otros. Juan Hernández conserva una gran colección de fotos, postales y libros. Escribió en 2013 Ingenio. Imágenes y recuerdos. Su mujer, Josefa Bravo de Laguna, también ha desarrollado una gran actividad sociedad y cultural en Ingenio, sobre todo como folclorista y respecto a trajes típicos y calados.

Exdirectores

Mucho pueden contar sobre el CEIP Doctor Juan Espino Sánchez y de la educación dos los que fueron directores del mencionado centro educativo: Francisco Ruano Romero, entre los años 1971 y 1981; y Rafael Estupiñán Sánchez, entre 1981 y 2001.

La educación en Ingenio vivió un gran cambio a partir de los años 70 por el gran crecimiento del alumnado y la mayor demanda de instalaciones. Un dato, en los años 60 el único colegio del pueblo de Ingenio contaba con 17 unidades. La unidad era la clase que existía en cada uno de los barrios. En cambio, en los 70 el colegio pasó a contar con 70 aulas y más de 1.200 alumnos.

En las dos décadas de los 70 y 80, en el CEIP Doctor Juan Espino Sánchez se impartían las clases por las mañanas, tardes y por las noches. Francisco Ruano y Rafael Estupiñán destacan que dos factores provocaron al inicio de los años 70 ese gran cambio en la educación, a parte del mayor interés por los estudios por parte de las familias y las administraciones: la alta natalidad en Ingenio, como en otros municipios; y había más dinero porque además de los trabajos agrícolas y de los relacionados con los cochinos y el calado, empezaron muchos a trabajar en el turismo en el Sur de la Isla.

Alta natalidad

Como ejemplo de la alta natalidad que había en Ingenio, Ruano y Estupiñán recuerdan a Manuel Olivares, el de la tienda de El Sequero, quien recibió un premio por la Natalidad durante la dictadura de Franco al tener veinte hijos.

En el colegio y en las unidades, muchas de esas aulas contaban con 60 y 70 alumnos. Bastantes niños se traían un pequeño banquito y otros se sentaban en el suelo. En ese tiempo, el casco de Ingenio tenía más población que Carrizal, situación que ha cambiado a la inversa en la actualidad. En un curso, se implantó el 6º experimental de la Educación General Básica (EGB). Un grupo de niños y niñas de Carrizal lo impartieron en el colegio de Ingenio. Para los cursos siguientes, ya se impartía 6º de EGB en el colegio Claudio de la Torre, de Carrizal.

“Era muy necesario que se crease el AMPA en 1971. Lo pedían los padres porque el colegio era grande y porque no había nada en las clases, sólo las mesas, las sillas, la pizarra, tizas y el paño para limpiar la pizarra. Muchas cosas faltaban, pero se buscaban las maneras para conseguir material. Eso sí, lo que sí había eran las muchas ganas de trabajar y de enseñar por parte del profesorado”, manifiesta Francisco Ruano Romero, que fue director del CEIP Doctor Juan Espino, de 1971 a 1981, y después del CEIP José Sánchez Sánchez, y uno año fue profesor en el Instituto de Educación de Secundaria (IES).

Ruano Romero, de 77 años, natural de Ingenio, trabajó 41 años en la enseñanza. También fue concejal durante dos años y juez de Paz durante diez. Fue uno de los fundadores de Cruz Roja en Ingenio y logró la construcción del edificio con el que cuenta la ONG en la villa.

Política

Rafael Estupiñán Sánchez, de 82 años, ingeniense , cuenta también con una larga trayectoria en la enseñanza: 40 años. Asimismo, fue concejal de la Enseñanza durante once años. “Sí, fui edil, entre los años 1966 y 1973, siendo alcalde Manuel Sánchez, luego Francisco Hernández y Juan Espino del Toro. A lo que me dedicaba fundamentalmente, como responsable de la Enseñanza en el municipio, era buscar solares para poder construir unidades o colegios”, explica Estupiñán Sánchez, quien además de haber sido director del colegio Doctor Juan Espino entre el 1981 y 2001, también impartió clases en el Instituto de Educación Secundaria (IES) Joaquín Artiles, de Agüimes (1968 y 1983).

“El aumento de los alumnos en las clases se puede decir que lo comenzamos a notar entre 1965 y 1967, aunque ya era mayor en 1971. Las clases estaban abarrotadas. Tenían ganas de aprender. Eran muchos los niños en las unidades como Aguatona, La Pasadilla o Los Molinillos”, afirma Rafael Estupiñán, quien en relación al AMPA del Doctor Juan Espino manifiesta que “eran muy necesarios, pero en función a cómo lo llevaban los presidentes y los secretarios. Recuerdo a Jesús Afonso Cabrera, al que llamábamos el todoterreno. Fue presidente del AMPA y estuvo en el consejo escolar. También ha sido presidente Francisco Bolaños Afonso, que era colaborador”.

“La unión del profesorado hizo mucho a favor de la enseñanza”, señala Francisco Ruano, al tiempo que los dos exdirectores destacan que “vivíamos para el centro. Todas las semanas hacíamos más cosas, jugábamos al fútbol los sábados, y luego comidas todos juntos, además de competiciones con otros colegios. Se sumaban maestros de otros centros”.

Un concepto que resalta Francisco Ruano es que se considera maestro, y no profesor. “Sí, porque el maestro está más cercano a las personas. No sólo enseñas, sino que también das ejemplo. No sólo se trata de explicar tu materia e irte. Un padre también puede ser un maestro”, apostilla.

Respeto

Otro principio que los dos maestros y exdirectores le dieron mucha importancia fue el respeto. “Los padres respetaban a los maestros, y entonces los alumnos también lo hacían, y así todo marchaba mejor. Eso pasaba antes, ahora, al revés, no se respeta al profesor”, manifiesta Ruano Romero.

Francisco Ruano expone el expone el ejemplo siguiente para comprender de forma clara las necesidades de la Educación que había en los años 70 y la alta natalidad: “En una ocasión fui al barrio de Los Molinillos, a la única unidad que existía, con el Director Territorial de Educación de Las Palmas. Le dije que hacían faltan más unidades. Me contestó que no’. Se formó un grupo de curiosos alrededor nuestro y pregunté a tres niños cuántos hermanos tenía cada uno, y respondieron dos que siete y otro ocho. Así, comprendió que sí hacían falta en Los Molinillos. Se construyeron cuatro”.

Abandono escolar

Otro problema que destacaron los dos exdirectores era el abandono escolar. “No sólo era un problema en Ingenio. Era así, que muchos padres mandaban a sus hijos e hijas de diez años a trabajar porque necesitaban un ingreso más en la casa y dejaban los estudios”, explica Rafael Estupiñán, quien agrega que “luchábamos con los padres para que no lo hicieran. Incluso les poníamos multas de 25 pesetas. Convencimos a unos cuantos, sobre todo de 13 y 14 años, para que siguieran estudiando. Y algunos consiguieron continuar con Secundaria y finalizar sus carreras universitarias”.

Ruano Romero opina que “fue un gran acierto que por ley se estableciera, primero, que la edad mínima para trabajar fuese de 14 años, y después de 16. Así se frenó el abandono escolar”.

Hacer de padres

También están de acuerdo los dos en ideas: que los maestros “hacíamos de padres”; y que la droga, especialmente a partir de los años 80 arrastraba y perjudicaba también a los pequeños.

Otra experiencia narra Francisco Ruano sobre esos dos conceptos: “Una madre tenía seis hijos, alumnos nuestros. Ella trabajaba en el sur como camarera. Su marido era un alcohólico y me pidió que cuidara de sus hijos, que eran difíciles y uno un diablillo. Lo hicimos lo mejor posible y para que no dejaran los estudios. Al final, la madre falleció en un accidente de tráfico cuando regresaba a casa de trabajar. Dos de esos seis hermanos siguieron el camino de la droga. Hace poco, un trabajador, al que no reconocí, me miró, se acercó, me dio un fuerte abrazo y me dijo ‘gracias’. Llevo una vida seria gracias a usted’. Era el más diablillo. Sentí una gran satisfacción por el trabajo que pudimos hacer”.

Sobre Secundaria, los dos exdirectores coinciden que “al haber tantos niños en Primaria, pues pasaban muchos a Secundaria, el IES Joaquín Artiles era el único entre Telde y Mogán. Hubo que hacer muchos esfuerzos para que se abrieran otros institutos en el Sureste y en el Sur. Primero fue en Vecindario, luego en Ingenio y Maspalomas”. “El de Ingenio fue primero de Formación Profesional (FP)”, puntualiza Estupiñán.

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