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Cabildo

La Isla atesora 200 plantas silvestres para alimento y usos medicinales

Una investigación de Jacob Morales revela que ya eran utilizadas por los pobladores aborígenes

Jacob Morales Mateos, ayer durante la presentación de sus investigaciones en el Patio del Cabildo. | | LP/DLP

La población de Gran Canaria ha utilizado más de 200 plantas silvestres a lo largo de toda su historia para su propio alimento, para dar de comer al ganado o con fines medicinales. Estas son las principales conclusiones de un estudio realizado por Jacob Morales Mateos, doctor en arqueobotánica e investigador del Programa Ramón y Cajal de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, presentado ayer en el patio del Cabildo con motivo del Día Internacional de Monumentos y Sitios.

La isla atesora “una gran riqueza botánica” y entre todas las especies vegetales que crecen salvajes, sin intervención de la mano del hombre, se han podido catalogar más de 50 plantas comestibles, otras 100 para forraje de los animales y otro medio centenar para usos medicinales, explicó Morales Mateos, quien precisó que hay evidencias de esos tres usos en las poblaciones prehispánicas. Morales Mateos también alertó de que “hoy en día se están perdiendo esos conocimientos” y se corre el peligro de que desaparezcan para siempre.

Por tanto, el objetivo del proyecto era conocer los usos de esas plantas silvestres y recoger los nombres de todas ellas. Para ello se realizaron más de 270 entrevistas a personas del campo, procurando que fueran mayores de 65 años, y así se pudieron contabilizar mas de 200 especies en todos los lugares de la Isla.

Entre las comestibles, el investigador dijo que una de las plantas más llamó la atención es el cardo alcaucil, una planta nativa de la que se aprovechan las hojas y flores, como una especie de alcachofa silvestre. Aparte de usarse como alimento, el cardo alcaucil es el que se utiliza en la elaboración de los quesos de flor. Otra especie silvestre de gran relevancia en la alimentación es la palma, por sus dátiles crudos o guisados. En los yacimientos arqueológicos prehispánicos se han encontrado semillas de palmeras, lo que indica que ya las usaban los aborígenes.

Entre utilizadas para dar de comer a los animales se han documentado más de cien plantas, apuntó el investigador, quien destacó la importancia de los pastores de la trashumancia en la búsqueda del mejor forraje para sus animales. Las preferidas son las plantas leguminosas, como tréboles o escobones, porque consideran los ganaderos que son mejores para la buena leche de sus vacas, ovejas o cabras.

En el tercer apartado, el de las plantas medicinales, el estudio ha permitido detectar otras 50 especies silvestres, cuyo uso ha descendido en las últimas décadas. Las más conocidas son el poleo, para curar gripes o catarros, y la leña buena o leña santa, para dolores y heridas.

Las más conocidas son el cardo,laurel, colegia, ajoporro, trébol, escobones o las tabaibas

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“En Gran Canaria -relató el investigador- hay una figura muy importante, la del yerbero, que es el especialista o encargado de la recolección de esas plantas medicinales, pues muchas veces están en riscos muy escarpados o en lugares de difícil acceso”. El yerbero luego las vendía o las intercambiaban. Al indagar en esa antigua profesión, descubrió que muchos de ellos residían en El Palmar de Teror, donde había mucha vegetación y era un punto de encuentro entre los recolectores de las medianías y cumbres y los mercados de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria.

Entre las plantas silvestres medicinales se incluyen las venenosas, que en grandes cantidades podrían provocar la muerte. Éstas se aprovechaban para controlar las plagas de insectos en las plantaciones. Así, la leche de tabaiba o la leche de cardón se mezclaban con el agua de riego para matar esos parásitos insectos. También se usaba para pescar en charcos, pues el veneno de la leche de tabaiba aturde a los peces. Es una práctica que aún se ve en Fuerteventura y se utilizó hasta no hace muchos años en Gran Canaria. También relacionado estaba el “médico de las vacas”, que no era un veterinario y las curaba con determinadas especies silvestres.

Como planta “especial”, Morales Mateos citó el laurel, del que se usa la hoja y el fruto. Sus semillas tiene muchas propiedades y de ellas se sacaba el llamado “aceite de bagas”, que durante en el siglo XVI se exportaba hasta la Península. Las hojas del laurel aún se utilizan en las despensas de alimentos para matar los gorgojos o contra las polillas en los roperos y debajo de las camas. También se han encontrado fragmentos de hoja de laurel en graneros aborígenes como el Cenobio de Valerón. Entre las más conocidas también están la colegia y el ajoporro.

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