La Provincia - Diario de Las Palmas

La Provincia - Diario de Las Palmas

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ingenio

Una vida con churros, Pilcher y un taxi

Serafín Rodríguez, de 89 años, que empezó en La Madrileña, se jubiló como taxista en Ingenio | Fue buen amigo de Tonono y Guedes, padrinos de dos de sus hijos

Serafín Rodríguez, el pasado miércoles, día 12 de mayo, en casa de una de sus hijas en Carrizal

Serafín Rodríguez Montesdeoca, de 89 años, fue taxista durante cuatro décadas del siglo pasado en la villa de Ingenio. Entre su clientela fija estaban las familias ricas de Carrizal que tenían pozos, cultivos o naves. Ahora, está bien de salud y es atendido por cada uno de los diez hijos que tuvieron Rafaela Méndez y él. No es avaricioso, sino fue trabajador desde niño. Muchas veces decidió no cobrar los viajes con taxi.

«Cierto, tuve de clientela a los ricos, a todas las familias adineradas de Carrizal. Disfruté y trabajé con la buena clientela que tuve», reconoce Serafín Rodríguez Montesdeoca, de 89 años. Taxista desde los 23 años, en 1954, hasta que se jubiló al cumplir los 65. Es decir, trabajó al volante de un taxi 42 años de su vida, con la licencia municipal de Ingenio número 18. Serafín Rodríguez, a pesar de su edad, tiene buena memoria y muchos recuerdos.

«Siempre he sido puntual en mi trabajo», asegura el taxista retirado ya desde hace 34 años, que se acuerda muy bien de los muchos clientes fijos que tuvo durante décadas, y que eran familias con posibles de Carrizal que tenían pozos, terrenos, naves o cultivos. «Eran las familias Valerón, Morales y Marteles, entre otras. Cómo no me voy a acordar de esos clientes. Estuvo, por ejemplo, Juanita Díaz, hermana del sacerdote José Díaz, y que fue clienta durante muchos años», recuerda Serafín Rodríguez.

«Estaba también Doña Cándida, Don Abel, Antoñito Morales y Doña María, a quien llevé muchas veces al pueblo de Santa Lucía, el día de la festividad, el 13 de diciembre, porque quería ir a esa iglesia por una promesa que había hecho», relata, al tiempo que añade que «también fue Antoñita María Morales, que creo que tendrá unos 90 años».

Generosos

A la hora de hablar de cómo eran esos clientes que tenía, asegura que «siempre me llamaban con antelación y pagaban bien. Yo no me podía quejar. Y muchos de ellos eran generosos conmigo».

En todo ese tiempo que se ganó la vida como taxista siempre tuvo un coche de su propiedad para trabajar. Fueron un total de cinco vehículos, «bien cuidados y limpios». El primero fue un Standard Vanguard; los tres siguientes eran de la marca Peugeot y de los modelos 403, 404 y 504 respectivamente; siendo su último taxi de la firma y modelo Mercedes 300.

Serafín Rodríguez está hoy en día «bien de salud, por lo general», como han señalado las últimas analíticas que le han realizado. «Los años no perdonan y llevo un marcapasos», dice Serafín Rodríguez, que un momento antes había señalado la foto colocada a un lado de la mesa redonda del salón donde se encuentra él, en casa de una de sus hijas, en Carrizal, en el municipio de Ingenio. «Ella es mi mujer, conmigo está en la fotografía», presume. Su esposa, Rafaela Méndez Sánchez, falleció en 2007, a los 75 años.

«Claro que mi padre echa de menos a mi madre», indica el hijo mayor, José Manuel, llamado Pepín. «Nuestra madre aprovechó para viajar a la Península y a las otras Islas, acompañada por sus hermanas, siendo nosotros ya grandes, mientras que nuestro padre alegaba: ‘Ya viajaré cuando me jubile’. Pero al final apenas lo pudo hacer porque ella enfermó», aclara Pepín Rodríguez Méndez.

El que fue el taxista de los ricos, apoyado en otro de los que fue su vehículo de trabajo, junto a ocho de sus diez hijos, una amiga de uno de ellos y una sobrina.

El que fue taxista es atendido por sus hijos: uno distinto durante el día y por las noches por el hijo pequeño, Marcos.

Respecto a cuántos hijos son, Serafín y Rafaela tuvieron diez, que son por orden cronológico: José Manuel, Pepín; María del Pino; Tita; Francisco, Paco; Alicia; Rafael, Felo; Yolanda; Serafín; Obdulia; y Marcos Rodríguez Méndez. «Ella nunca fue a una clínica para tener cada uno de nuestros hijos, nunca. Fue en la casa en la que vivíamos primero, en la calle que ahora se llama República de Argentina, en Carrizal, y luego en la vivienda, también en Carrizal, de la calle Cándida Ruano Urquía [donde él sigue viviendo con el hijo Marcos]», manifiesta orgulloso.

Trabajar

«No hecho más que trabajar en la vida», dice con rotundidad el cabeza de la citada familia numerosa. De eso, hay evidentes pruebas. Serafín Rodríguez fue el hijo mayor de los cinco que tuvieron José Serafín Rodríguez Suárez y Feliciana Montesdeoca Santana. Los otros hijos son Manuel, Juan , Santiago y Carmelo Rodríguez Montesdeoca. Serafín y Carmelo son los únicos que viven.

Serafín Rodríguez Montesdeoca nació en San Roque, en Las Palmas de Gran Canaria, el 21 de septiembre de 1931, y luego se crió en el barrio capitalino de Schamann. «Mi primer trabajo serio fue de churrero. Tenía 8 ó 9 años. Fue en la churrería La Madrileña, en la calle Bravo Murillo. Me tenían escondido», declara entre risas.

Trabaja de niño como churrero, también en la nave de tomates antes de hacer el servicio militar obligatorio

decoration

Luego la vida cambió para su familia y para él, cuando tenía 14 años, en 1945. José Serafín Rodríguez Suárez y Feliciana Montesdeoca Santana optaron ir a vivir con los hijos a Carrizal. El progenitor se puso a trabajar como chófer para Mister Pilcher. Serafín Rodríguez Montesdeoca también se puso a trabajar desde joven en la nave del británico Pilcher. «Hacía los ceretos, y los rellenaba. Trabajaba muchas horas. Salíamos muchos días a la medianoche o una de la mañana, para volver a comenzar a trabajar a las ocho de la mañana. Muchas veces me dormía trabajando», comenta.

A los 21 años de comenzó el servicio militar obligatorio, la mili, la cual la comenzó en la Tenerife y luego continuarla en La Isleta, en Gran Canaria. Al concluir el servicio militar, regresó a Carrizal, para casarse después con Rafaela Méndez y en 1954 se inició profesionalmente como taxista.

Al tiempo que aumentaba el número de miembros de la familia, llegó el momento en el que Rafaela Méndez decidió, a parte de atender a los vástagos, al marido y la casa, abrir una floristería en la casa de la calle República Argentina, sobre todo con la venta de claveles y otras flores. Todo ello le permitía, a parte de tener más trabajo, que contasen con un ingreso más, útil y necesario para mantener a la familia. Ese negocio lo continúa el hijo Paco Rodríguez.

Rafaela Méndez y su marido, junto al taxi Peugeot 504

«Ella llevaba la floristería y luego, más adelante, lo cambió por una dulcería», afirma Pepín Rodríguez, quien agrega que «nuestra madre era luchadora y muy buena persona. Los hijos mayores cuidábamos de los más pequeños y nos organizábamos bien para vivir todos juntos».

Anécdotas

Durante los 42 años como taxista, bastante trabajo tuvo Serafín Rodríguez al volante, con su clientela de ricos y con los clientes normales. Y tanto los servicios o carreras que tuvo en las dos poblaciones más importantes de la villa, Ingenio y Carrizal, también tuvo trabajo en el aeropuerto, base aérea de Gando y los servicios concertados a otros municipios.

«Hay muchas anécdotas, normal. No me olvido que a finales de los años 80 ó inicios de los 90, no recuerdo exacta la fecha, se subió a mi taxi el humorista grancanario Manolo Vieira. Al sentarse, le pregunté ‘a qué altura le dejo’, a lo que me contestó rápidamente, ‘alto, no despegue las ruedas de aquí’», rememora entre risas.

En muchas ocasiones se encontraba la cartera, casi siempre llena de billetes, abandonada en el vehículo, y volvía al hotel donde se había bajado el cliente que se dejó la misma. «Muchas veces me daban propina. Yo sólo hacía lo que había que hacer, devolverla y sin mirar lo que había», agrega.

Para el profesional del volante era importante su puntualidad y sus clientes eran también generosos con él

decoration

Las hijas Obdulia y Tita, que están atentas a la conversación con el padre, resaltan algo que sucedía con frecuencia: «Muchas veces dejaba tiradas a nuestra madre y a nuestra abuela porque le surgía un viaje y no quería perfecto. Luego, volvía y recogía a nuestra madre y abuela».

«Sin avaricia»

«Nunca he sido avaro, ni lo soy. Siempre me he preocupado de trabajar y de mantener a nuestra familia. Incluso hubo clientes que me han ofrecido algún solar en lo que es hoy en día Barrio Nuevo [en Carrizal], y era todo eso un arenal, desierto. Y no quise. Realmente yo no tenía horario, trabajaba siempre que podía y nuestros hijos nunca me veían durante el día, sino algo por la noche», manifiesta Serafín Rodríguez.

Hubo clientes que no le pagaban la carrera o él no le cobraba. «Una vez llevé a una señora desde Carrizal hasta Las Palmas de Gran Canaria. No le cobré. Ella no podía. Muchas veces hacía los viajes sin que me pagasen porque sabía que no podían, o había que llevar a algún enfermo», afirma. También hubo clientes que le engañaban, se iban y regresaban para pagar.

Los tres hermanos, Pepín, Obdulia y Tita recuerdan que el padre en ocasiones prestaba la casa que acababa de construir o la tenían casi acabada a alguna familia que venía, por ejemplo de Teror, para trabajar en una zafra y vivían «mal» con los hijos en las cuarterías de Mister Pilcher.

Los amigos de la familia Juan Guedes (i) y Tonono Afonso, con los hijos Alicia y Pepín

Otra cosa que a él siempre le ha gustado hacer era «perrerías» desde que trabajó de joven en la nave de tomates. «Me gustaba mucho hacer bromas», confiesa.

Cuando llegó el momento de jubilarse, continuaron como taxistas con el Mercedes 300 dos de sus hijos, Yolanda y después Felo. Cuando el segundo optó por no seguir, Serafín Rodríguez vendió la licencia municipal de taxista.

En relación a esa etapa de taxista del progenitor de los Rodríguez Méndez, el vecino Juan Vega Romero destaca que «siempre me acordaré de Serafín Rodríguez ya que mi padre, Domingo Vega, y él eran taxistas coetáneos de Ingenio. En los años 70 y en las décadas anteriores eran muy pocos los taxistas que tenían licencia municipal. No llegaban a 18 ó 20. Recuerdo, entre ellos, a Manolito, Cándido y Serafín, quienes estaban con mi padre». «Serafín es una persona muy querida y conocida en Carrizal, además de ser muy buena persona», concluye Juan Vega Romero.

Otra asunto que fue importante en su vida fue la amistad que tuvo con varios futbolistas de la Unión Deportiva Las Palmas. Obdulia y Tita recuerdan «los asaderos de pescado que hacíamos en nuestra casa de El Burrero y los futbolistas estaban allí, como Guedes, Aparicio, Tonono, León y Gilberto, o se hablaba de ellos. Los veíamos siendo nosotras pequeñas».

«Mi padre era muy amigo de los padres de Juan Guedes, los cuales vivían en Carrizal, al lado de la Sociedad Cultural. No hay que olvidar que Juan Guedes se crió en Schamann y de una manera u otra pues tuve una gran amistad con él, y con los demás jugadores. Tonono aceptó ser el padrino de mi hija Alicia y, como también Juan Guedes del hijo Paco», explica Serafín Rodríguez, quien iba sin falta y con mucho interés al Estadio Insular, en la capital grancanaria, para ver los partidos de la UD Las Palmas durante esa etapa de oro del club amarillo. Hubo en Carrizal una peña de Juan Guedes.

Después de los fallecimientos de Guedes, con 28 años, y de Tonono, con 31, Serafín prefirió dejar de ir al Estadio Insular, al perder a dos de sus amigos.

Compartir el artículo

stats