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La isla de Gran Canaria resiste como potencia ganadera del archipiélago

En los últimos siete años ha logrado mantener estable el número de cabezas de ganado | La irrupción de la pandemia frenó los planes de expansión del sector

El ganadero Braulio González da de comer a sus animales en su explotación de Moya. | | LP/DLP

El tópico externalizado de una Gran Canaria presidida por las dunas y el mar esconde en su interior una inesperada isla ganadera, que lo fue desde antes de la propia Conquista europea pero que hoy, más de cinco siglos después, mantiene su estatus con las oportunas actualizaciones de sus diversas formas de explotación.

Ganado de ovejas en trashumancia en el interior grancanario. | | LP/DLP

Hace apenas poco más de dos décadas, en sus medianías y cumbres se guardaba gran parte de su cabaña en pequeñas gallanías de cuatro o cinco cabezas de ganado vacuno, así como en muchas decenas en núcleos mayores de ovino y caprino, que debían su existencia a un arraigado sistema casi de autosuficiencia y muy conectado a las prácticas agrícolas, al punto que una actividad retroalimentaba a la otra.

Pero un poco antes de la mitad del siglo pasado ya se producía el primer quebranto de un sector primario cuyos efectivos bajaron a la costa al calor de los cultivos intensivos del plátano, en el norte, y de tomate en el sur, lo que propició una merma del pastoreo, a lo que le siguió un antes y un después con la irrupción del boom turístico en la década de los 60, pero que no solo supuso una pérdida del censo ganadero y agrícola, sino incluso la pérdida para siempre en muchos casos de un acervo cultural que, aunque intangible, era de un valor incalculable.

Como el de las ‘razas’, esos ganados tanto de ovejas como de cabras o vacas de la tierra que durante generaciones iban cogiendo la marca de cada apellido, mejoradas en rendimientos o incluso vistosidad por cada familia desde sus bisabuelos y tatarabuelos y que eran un motivo de orgullo y distinción entre ganaderos. Animales que para los ojos de aquellos expertos podían ser perfectamente identificados por su fisonomía o comportamiento y atribuirlos a su correspondiente gallanía.

A esos grupos familiares de cabañas ganaderas se unían también explotaciones de mayor envergadura, que hasta hace apenas unos 40 años ofrecían su leche en grandes lecheras a casas particulares, o su carnes de matanza en sus propios lugares de crianza.

No era raro ver enormes pesebres de vacas alimentándose de rolos de plataneras, en cantidades de camión. Pero es justo en esa mitad del siglo XX, y a remolque de un creciente turismo y de la modernización de las explotaciones, tanto en Canarias como en todo el territorio nacional, cuando la creciente demanda requiere de explotaciones en términos industriales. Fue ahí cuando en el norte de España dos hermanos hijos de ganaderos se dieron cuenta de que ese incremento exponencial también necesitaría de nuevos aportes al ganado. E inventaron la receta, con materia prima de Galicia y Asturias a la que añadieron vitaminas y minerales. Nacieron así los piensos Biona, hace hoy 56 años, y cuyo logo en el campo canario, especialmente distribuido en gorras y camisetas, amén de en afiches y abundante cartelería se hiciera tan popular como lo fue para el campo algo antes el emblema de Nitrato de Chile.

Así como las pequeñas gallanías iban desapareciendo poco a poco lo cierto es que en los años 70, en el que la ganadería iba a remolque en profesionalización con la época dorada del plátano y otros cultivos intensivos, la cabaña ganadera en Canarias se iba desplazando y tecnificando hacia la costa, con Gran Canaria de nuevo liderando los números.

Hoy en día las cifras apuntan a que más del 60 por ciento de las vacas de Canarias se explotan en la isla, y según el último censo ofrecido por el Istac el pasado año su número superaban los 12.900 ejemplares, frente a un 2014 en el que se registraron 9.948.

También en caprino los números son relevantes, si bien por detrás de Fuerteventura, con 52.217 animales registrados en 2020, unos cuatro mil menos que en el año 2014 aunque hay que apuntar que existen ganaderías en Gran Canaria con más de 5.000 cabras, un número inalcanzable en el resto del país.

En ovino también lidera Gran Canaria, si bien en los últimos años ha perdido en el camino otros cinco mil ejemplares, pasando de los 21.340 de 2014 a los 17.773 del pasado año. Asimismo hay que anotar un descenso del porcino, de 7.692, con picos que alcanzaron los 9.320 aníllales de 2017, hasta los 5.781 actuales.

Por último, se mantiene casi invariable el número de gallinas, que en 2014 era de 1.233.100 y el pasado 2020 descendía a 1.189.574.

Miguel Hidalgo, consejero insular de Soberanía Alimentaria, dibuja un mapa del estado vital en estos momentos, en el que si bien se resiente de la desaparición de aquellas pequeñas cabañas de autoconsumo desde los últimos 20 ó 25 años, hoy ya solo en manos de algunos resilentes, “sí que sigue manteniendo la ganadería de trashumancia”, señala, “que es la que se encuentra vinculada a la quesería artesanal gracias a la considerable importancia que ha ido adquiriendo el queso”, para cifrar en más de 80 explotaciones las dedicadas a esta actividad, y que califica como una gran “riqueza”. A ellas hay que añadir las empresas que sirven a las grandes superficies, “gracias a empresarios y a empresarias muy involucradas que hacen posible encontrar leche fresca de Canarias, así como sus derivados, como el yogur”.

Algunas de estas explotaciones exhiben números significativos “con tres o cuatro granjas con más de mil vacas en Gran Canaria, y muchísimas más que tienen entre 200 y 300 cabezas de ganado”.

Miguel Hidalgo asevera que «la ganadería aquí tiene futuro, pero siempre que esté tecnificada y con unas dimensiones suficientes en torno a los 200 ejemplares que permitan su rentabilidad”.

Y asegura que en vísperas de declararse la pandemia el Cabildo recibía varias solicitudes a la vez de emprendedores que querían establecerse, cuando no peticiones de firmas asentadas que pedían licencia para aumentar el aforo, todo ello con proyectos “muy tecnificados, con los últimos adelantos en bienestar animal”.

“Mi percepción personal”, declara por último, “por las conversaciones que mantenemos con ganaderos, pastores, trashumantes y gerentes de explotaciones es que si no fuera por el covid estaríamos en una línea ascendente y de confirmación de la ganadería, y especialmente con personas que se dedican a la carne que venía a incorporar gente joven, pero con el frenazo de la restauración, de la gastronomía, de los hoteles, ese impulso se ha venido abajo”.

Eso sí, “de momento”.

La subida de los insumos

El sector ganadero tiene un handicap con respecto al agrícola, ya que mientras el segundo puede flexibilizar su producción según crezca o disminuya la demanda, el primero tiene que mantener los mismos gastos para atender a los animales. Según subraya el consejero de Soberanía Alimentaria, «los ganaderos han soportado una carga muy fuerte con el covid, pero han mantenido sus cabañas», entre otras, gracias a la aportación del Cabildo que ha puesto sobre la mesa dos millones y medio de euros para ayudar a unas 200 explotaciones, a lo que se suma la ayuda del Gobierno de Canarias, de unos 7.000 euros por cabaña. Hay que resaltar que la aportación de la Corporación insular implica de 8.000 a los 100.000 euros por explotación, según subraya Hidalgo, quién también llama la atención de lo que está por venir, la subida «brutal» de materias primas como el millo o la soja, «que pueden suponer incrementar del 60 por ciento de los gastos de alimentación a superar el 100 por cien y por lo tanto convertir a estas explotaciones en inviables». | J. J. J.

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