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Sucesos históricos

Falangistas a tiros en Arucas

Una disputa entre tres vecinos afectos al franquismo se saldó en 1937 con la muerte de dos de ellos en El Cerrillo

La casa de El Cerrillo donde se produjo el tiroteo.

En 1937, en plena guerra civil, algunos presos del campo de concentración de Gando recluidos en los antiguos pabellones del lazareto se quedaron sorprendidos al ver que una pareja de guardias civiles traían consigo a José Marrero Acosta, de 32 años, destacado falangista de Arucas. La noche del domingo 24 de octubre mató con su pistola a dos vecinos, ambos hermanos. Todos ellos eran de la misma ideología.

Octubre de 1937 finalizó con varios cambios fundamentales en la marcha de la Guerra Civil. "El Frente del Norte está cayendo a trozos y sólo queda Asturias", comunicaba entre vítores el general Franco desde el balcón del Ayuntamiento de Burgos.

Su discurso -entonces era obligatorio publicarlo- fue recogido por LA PROVINCIA aquel domingo 24 de octubre en su portada junto a una elogiosa semblanza de su figura. Por contra -esto no se publicó-, el presidente de la República, el médico grancanario Juan Negrín López (1892-1956), ordenaba a los bancos salvar sus activos y depósitos ante la inminente derrota en el Norte. Alejados de los campos de batalla, un grupo de vecinos de Arucas seguía la contienda por una radio a través del parte de guerra en un domicilio de El Cerrillo hasta que varios disparos quebraron la quietud de la noche en el pequeño pago.

Una disputa entre tres vecinos afectos al franquismo se saldó en 1937 con la muerte de dos de ellos en El Cerrillo

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Afuera, Francisco Morales González, de 33 años de edad, yacía muerto abatido por las balas. Su hermano Bruno, de 36 años, estaba a su lado, herido de gravedad. En total fueron seis los disparos efectuados con la pistola Star de nueve milímetros que llevaba, por su condición de falangista, José Marrero Acosta, propietario, de 32 años. Las balas quedaron alojadas en los cuerpos de los hermanos Morales, ambos de la misma ideología política que el agresor.

Terror imperante

Arucas, un pueblo profundamente rural, con unos 18.000 habitantes, parecía haberse acostumbrado a jornadas de furia y terror imperantes en la época, pues días atrás una veintena de vecinos había desaparecido.

Los tres protagonistas de este suceso formaban parte de las fuerzas vivas del pueblo. De hecho, el año anterior, Francisco y su hermano habían sido designados miembros de la primera corporación municipal que surgió tras el alzamiento militar. Según se comentaba, Francisco Morales y José Marrero discutieron esa tarde acerca de unas cuentas pendientes del arriendo de un cafetín, propiedad del primero.

Pero la bronca no llegó a más, aunque se desafiaron para un nuevo encuentro. Al llegar la noche, José Marrero Acosta ya esperaba en su casa la llegada de su contrincante, que apareció en unión de su hermano Bruno. Y se produjo lo peor. José Marrero se defendió, esgrimiendo su arma corta. Primero disparó contra Bruno, quien cayó al suelo malherido. Fue entonces cuando Francisco se abalanzó sobre él con el ánimo de arrebatarle la pistola, pero fue alcanzado en el pecho por tres nuevos tiros que le arrebataron la vida al instante. Al oírse los disparos varios vecinos acudieron con prontitud al lugar, auxiliando a las víctimas. Bruno Morales fue evacuado a la capital e ingresado en el hospital de San José, cerca de Las Canteras.

Al día siguiente del suceso salía de la Alcaldía de Arucas hacia el Gobierno Civil un escueto telegrama. "Anoche José Marrero Acosta, 32 años, casado, por disparos arma corta mató vecino Francisco Morales González, 34 años, soltero, e hirió a Bruno Morales González, hermano de aquel, 36 años, soltero. Estado pronóstico reservado. Agresor, muerto y herido, falangistas". Bruno fallecería apenas tres días después en la cama del hospital, mientras que el inculpado ingresó en el campo de concentración ubicado en Gando.

Las causas que dieron lugar a aquel tiroteo nunca se esclarecieron del todo. La tradición oral planteó algunas hipótesis que pretendían dar una explicación a la muerte de estos "camaradas" supuestamente amigos de armas. Algunos rumoreaban que fue por un lío de faldas, otros por un conflicto de autoridad entre estos genuinos representantes de la Falange local.

Lo cierto es que los ancianos del lugar recordaban que el autor de los disparos no fue condenado por estas muertes y recobró la libertad al estimarse "que actuó en defensa propia", según revela el investigador canario Juan Medina Sanabria en su libro Isleta/Puerto de La Luz: Campos de concentración.

Una piedra en el Cabildo

El lunes 25 de octubre de 1937, un día después del crimen, el jefe de Falange, Romero Ojeda, tuvo conocimiento del turbio asunto en el que se vieron implicados tres de sus más genuinos colaboradores en el norte de la isla. La máxima autoridad del partido se enteró esa mañana, poco antes de asistir al acto de bendición y colocación de la primera piedra del nuevo edificio del Cabildo de Gran Canaria. Después de cinco años de espera el proyecto realizado por al arquitecto grancanario Miguel Martín Fernández de la Torre comenzaba a convertirse en el prototipo de la arquitectura racionalista. El acto tuvo gran eco en la prensa de la época, pero ni una sola línea del trágico suceso apareció escrita en el periódico Falange, el órgano de expresión de este partido.

Primera piedra en el Cabildo de Gran Canaria

Un radical de la derecha en el campo de concentración de Gando

Aquel domingo 25 de octubre de 1937 los vecinos del pago de El Cerrillo de Arucas experimentaron una cierta aprehensión al enterarse de lo sucedido. Este doble homicidio tuvo una resonancia enorme en el pueblo, que vio representadas en este turbio asunto las tensiones del momento, dominado por una cruel guerra y un miedo insuperable que se palpaba en las calles y en determinados domicilios. Una localidad en la que la ruptura social padecida antes del alzamiento entre los propietarios y campesinos fue la expresión de enfrentamientos, miedo y sumisión de largo alcance. La vida no fue fácil para los aruquenses que se significaron durante la República.

Los vecinos que acudieron a recoger sus cuerpos exánimes recordaban cómo la mañana del domingo 19 de julio de 1936 los dos hermanos formaban parte de aquel grupo de hombres uniformados y armados que, al mando del comandante del Ejército Ramón Hernández Francés, irrumpió en el salón de plenos del Ayuntamiento para repartir los nuevos cargos de la comisión gestora.

Francisco Morales fue nombrado teniente de alcalde por orden gubernativa, y su hermano vocal. Francisco, además, sería felicitado “por su patriótico comportamiento” durante el levantamiento militar en Arucas, uno de los pueblos que más sufrió la represión franquista con numerosos asesinatos y desaparecidos.

Entretanto, junto al lugar de la mortal reyerta, cerca de la actual calle El Molino, alguien colocó una cruz de madera junto a la pared que hasta hace algunas décadas recordaba la muerte de los hermanos. Otros vecinos, en cambio, no conocían entonces ni la suerte ni el lugar donde fueron depositados los restos de sus familiares detenidos, arrojados a unos pozos de madrugada.

En los recuadros, Bruno y su hermano Francisco.

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