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Tambores de Parque Nacional

Se vuelve a hablar de un Parque Nacional para Gran Canaria (sólo nosotros, Fuerteventura y El Hierro no lo tenemos). Para defender mi postura favorable a la declaración no voy a comenzar por la parte ambiental, sino por la económica. Hasta hace unos años, la importancia de un lugar estaba determinada por su riqueza, su cultura, sus lugares de ocio o su monumentalidad, pero con los años, poco a poco, la naturaleza en sus diferentes facetas han ido haciéndose un hueco en tan selecto grupo. En la actualidad, millones de personas por todo el mundo planifican sus vacaciones, sus estancias o sus lugares de teletrabajo, haciéndolo en sitios donde el medio ambiente y deportes asociados tengan pluses de importancia. Figuras como Patrimonio de la Humanidad, Reserva de La Biosfera, Parque Nacional, etcétera, poco a poco van siendo más determinantes para influir en los flujos de visitantes y consecuentemente, en una mayor generación de negocio y riqueza en destino. Canarias, como Galápagos o Hawaii, son “Islas Oceánicas”. Nunca han estado unidas al Continente y eso ha hecho que sean muy pocos los animales y plantas que han podido llegar aquí, salvo los marinos y los voladores.

Para dificultar más el tema, la mayoría, tras un muy cruento viaje o travesía, han muerto en la playa, pero unas pocas especies, no sólo consiguieron prosperar, sino además, al haber diferentes altitudes y orientaciones, llegaron a evolucionar para adaptarse a ellas, generando centenares de nuevas especies. Acertadamente, el editorial de LA PROVINCIA/DLP del 8 de junio de 2021, nos recuerda que Walter Wells calificaba a Canarias como las “Galápagos del mundo vegetal”.

Si lo anterior es crucial, en el caso grancanario, encontramos otra rareza añadida. En sus primeros 500.000 años, la isla emitió 1.000 kilómetros de lava (una media de un kilómetro cúbico cada 500 años), pero a continuación, al entrar nueva lava en su cámara magmática, siguieron ocho millones de años de volcanismo ultra explosivo, que dio lugar al Cone Sheet (Conjunto de Diques Cónicos), una rareza mundial presente en muy pocos lugares del Planeta. La llegada de los aborígenes lo alteró todo y dio lugar, tras la incorporación (no conquista) de Gran Canaria a la Corona de Castilla, al sincretismo de las construcciones en cueva artificial y multitud de usos agrícolas, que han perdurado hasta nuestros días.

Cuando en 1974 Günther Kunkel promovió a través de Ascán y el Proyecto 817 de la I.U.C.N.& W.W.L. (la primera solicitud de Parque Nacional para Gran Canaria), la propuesta fue muy humilde y restringida al Cardonal-Tabaibal, pues no nos permitían solicitar otro Piso de Vegetación. Con su paralización tras la muerte de Franco, desde mediados de los años 80, varios han sido los intentos y en honor a la verdad, especialmente al principio, poco o nada, parecía importar la opinión de los afectados.

Ahora mismo, estamos en una encrucijada. De un lado, las líneas maestras de España en relación a la metodología declarativa de Parques Nacionales. Y de otra, la máxima dispersión de poblaciones vegetales y animales, únicas en el mundo, además de nuestro compromiso de conservar los paisajes culturales y el paisanaje tras la declaración en 2019 por la Unesco de Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña como Patrimonio de la Humanidad.

Pienso que debemos elegir el camino más difícil. Como en Azerbaiyán, el Ministerio debe crear una nueva figura de Parque Nacional, el de “Isla Oceánica”, unida a la de “Volcanismo Ultra Explosivo”, que ya los diferentes tipos de volcanismo, los relictos y los centenares de endemismos, los pone nuestra naturaleza. Como técnico, pienso que uniendo Guguy, Pajonales-Ojeda-Inagua y Tamadaba, articulando los espacios mediante la montaña del Lechugal y la zona no habitada del barranco de La Aldea (incluyendo la Mesa del Junquillo), podemos conseguir un gran Parque Nacional en torno a La Aldea, que debería además (en una isla oceánica) ser marítimo-terrestre.

No obstante lo expuesto, más que la declaración, entiendo que nos debe interesar y preocupar la gestión posterior. Históricamente, aquí declaramos mucho, pero gestionamos poco. Mi planteamiento siempre ha sido cobrar por poder visitarlo, y que ese dinero tenga carácter finalista para preservar los paisajes culturales del preparque y al paisanaje. Porque si el Parque Nacional no es capaz de producir riqueza, seguridad y bienestar a los lugareños del entorno, al menos a mí, no me interesa.

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