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CRÓNICA HISTÓRICA

Los vericuetos de la Basílica del Pino

El templo cuenta con numerosas estructuras jamás vistas | El sótano, la escalera

de caracol o la primera pila bautismal son algunos de sus tesoros escondidos

Escudos de la sillería del coro de la Basílica del Pino, en el municipio de Teror. | | LP/DLP

«Este edificio considerado como el Escorial de las islas… es un portento donde no falta ningún detalle; bellísimo, sobre todo en su parte antigua, cuya torre, estribos y canales, son muestra especial de transición u enlace del arte gótico y Renacimiento. Su atrevida cúpula, los capiteles de las columnas del presbiterio y riquísimos retablos dorados con la hoja, la escalera y pinturas murales del camarín, las raras maderas de sus accesorios; la piscina y aguamanil, ingeniosos tallados en piedra; el cancel de la puerta principal; esculturas italianas de la más floreciente época, pinturas antiguas encuadradas en lindísimos marcos; valiosos ornamentos recamados; y servicio de plata en arañas, lámparas, candelabros, platos y jarros; cálices custodia, reflejos y coronas, paños bordados, mantos y rostrillos con aplicaciones de perlas, esmeraldas y oro; hacen un conjunto tan rico de bellezas que descrito detalladamente llenaría las páginas de un gran libro de arte; acumulación valiosísima hecha por los terorenses para ornar el culto de su Virgen milagrosa, de aquella tan amada, que aun siendo descreído no puede olvidarse».

Primera pila bautismal bajo la escalera de caracol. | | LP/DLP José Luis Yánez Rodríguez

Así describía la Basílica de Nuestra Señora del Pino a principios del pasado siglo, el por entonces cronista de la Villa Mariana Manuel Picar y Morales.

Y era verdad entonces y es verdad ahora. El edificio, tercero de los que han albergado el fervor a la advocación más preciada de la Diócesis, es muy hermoso. Y es verdad asimismo que para ello muchísimas personas, políticos, gobernantes, clero, pero sobre todo el pueblo de Teror, se han empeñado en pese a las múltiples circunstancias adversas, convertir al santuario terorense en uno de los más bellos ejemplos de arquitectura, arte, devoción y cultura que el archipiélago ofrece.

En ello, reitero, ha tenido mucho que ver el pueblo de Teror que pese a dictámenes que aconsejaban su derribo, decisiones episcopales que lo cerraron durante años, permanentes restauraciones desde su terminación en 1767; ha querido por encima de todo ello defender su ubicación y su engrandecimiento. Tal como escribiera en 1962 el historiador Rumeu de Armas «el santuario de Teror está en pie por la fe y la sublime tozudez de sus moradores. Y se yergue altivo sobre el pino sagrado. Ni más acá ni más allá».

Y siglos de devoción, donaciones, exvotos, terminaron por determinar esa «acumulación valiosísima» a la que se refería el cronista Picar. Paradójicamente, gran parte de todo ello no ha podido verse abiertamente ya que jamás ha estado abierto al público.

Y dejaba asombrado al que tenía la suerte o el privilegio de poder hacerlo, el enterarse de que la Basílica tenía un sótano; de la hermosa sillería de su Coro trasero al Altar Mayor; de la primera pila bautismal que estuviera en las dos primeras ermitas construidas en los siglos XVI y XVII; de la extraña y bellísima escalera de caracol que fuera el antiguo acceso al Camarín hasta la construcción de la actual hace cincuenta años o de la trampilla que desde el suelo del mismo sirvió para descender la imagen hasta la creación del acto de la Bajada en 1928. Son los escondidos y hermosos vericuetos interiores de la Basílica de Teror.

La primera pila bautismal

En febrero de 1963, en un muro o poyo situado en una zona cercana a la sacristía y salón parroquial, un grupo de obreros, que estaban realizando labores de acondicionamiento de la misma, se encontraron con la sorpresa de descubrir, encastrada en dicho poyo, una enorme pieza de cantería labrada en piedra de Teror. En esta dependencia parroquial destinada a la limpieza de metales e incensarios, fue construido el muro por el año 1909 dentro de las primeras de las muchísimas obras de reforma que llevó a cabo en el Santuario del Pino, el párroco Juan González. El murillo tenía una altura de 75 y un ancho de 110 centímetros, y sobre él realizaban los monaguillos, sacristanes, las tareas de limpiar los metales.

La pieza labrada apareció en una esquina donde había servido como material de construcción. Algo muy normal cuando se realizaban en lo antiguo edificaciones nuevas mientras el principal elemento constitutivo de los paramentos fue la piedra, ya que los materiales derruidos se reutilizaban; por lo que se puede afirmar claramente que las anteriores iglesias dedicadas a Nuestra Señora del Pino están dentro de los muros de la actual.

Los obreros avisaron inmediatamente a Monseñor Socorro Lantigua, quien les indicó que la extrajeran con el mayor cuidado.

Una vez separada y limpia la pieza, pudo verse con asombro y alegría lo que era en realidad. Monseñor avisó del hallazgo a Ignacio Quintana Marrero, quien a su vez lo comunicó a la Delegación Provincial de Excavaciones Arqueológicas presidida por el investigador Sebastián Jiménez Sánchez, siempre interesado en los temas terorenses.

Él fue el encargado de realizar la descripción histórica y tipológica de la pila bautismal encontrada. En este primer documento se dice de ella que «se trata de una sencilla pila de severas líneas, no exenta de belleza, labrada un tanto toscamente en piedra de toba amarilla-dorada, bastante compacta, obtenida en las canteras de Teror. Su estado de conservación es bueno, salvo algunas lagunas por pérdida de masa. La pieza, compuesta de vaso y parte del pilar o columna que la sostiene, presenta un alto de setenta y cinco centímetros por lo que se nos manifiesta un poco mutilada; mutilación tal vez sufrida al ser quitada del anterior templo o al ser colocada en el lugar en el que estos días fue localizada, para mejor adaptarla a la altura del murete o poyo».

Esta pila, en la que con toda probabilidad fueron bautizados los hombres y mujeres terorenses del XVI al XVIII, se sustituyó por otra de mármol que fue inaugurada en 1792 con el bautizo de las gemelas Eugenia Antonia y Leonor de los Reyes, naturales de El Palmar e hijas de José Falcón y Catalina Granados. Con restos de policromía y un nuevo soporte pétreo, la pila en la actualidad «cierra su boca una tapa de madera coronada por una efigie del igual material, sobredorada recientemente, que figura a San Juan Bautista, imagen que recuerda las formas propias de Luján Pérez».

La trampilla de las Bajadas

En 1927 era nombrado párroco del Pino, Antonio Socorro Lantigua. Y ese mismo año a él fue al que, tal como nos dice José Miguel Alzola, le propuso su tío Agustín Alzola y González-Corvo, veraneante en la villa e interesado por los temas de la Iglesia y el pueblo de Teror, una nueva forma de realizar la operación de Bajada  de la Virgen tano para las fiestas del Agua como para las del Pino, que hasta entonces se realizaba a puerta cerrada por la trampilla situada en el suelo del camarín; y hacerlo sin tanto peligro de daño y de forma abierta a la asistencia de feligreses.

Agustín Alzola propuso que la Bajada de la Imagen para las fiestas de septiembre se realizara directamente desde el camarín a la iglesia y no por la sacristía, a través de un sistema de raíles en rampa por el que se desplazaría una plataforma sobre la que lentamente pero con mayor seguridad descendería la Virgen del Pino. La inauguración de esta nueva fórmula se llevó a cabo en las fiestas de 1928 y en su éxito tuvieron mucha importancia Prudencio Alfonso, el propio Manolito Henríquez y otro de sus trabajadores, Vicente Pérez Hernández quienes idearon y construyeron todo el sistema, y sus actualizaciones y modificaciones, con el paso de los años. El 6 de septiembre de 1928 se realizó la Bajada desde el Camarín por primera vez tal como hoy la conocemos, disfrutamos y sentimos con verdadero fervor. En las crónicas de aquel año se destacó el que se realizara «con éxito admirable mediante un sencillo aparato por el que la veneranda imagen desciende lentamente como sobre una nube, desde su nicho al trono, y pasada las fiestas es ascendida de igual manera. Este acto ha resultado de lo más emocionante y solemne. El templo se ha visto lleno de bote en bote cuando se descendió la Virgen. La compacta muchedumbre de fieles que llenaba la basílica presenció, de rodillas, la conmovedora ceremonia. Asistieron numerosos sacerdotes. Después de cantada la Salve empezó ceremonia y acompañado del órgano. Todo el pueblo cantó el himno del Pino. Desde este año, acto tan hermoso constituirá uno de los más interesantes de las fiestas religiosas de Teror».

Apareció un nuevo acto en los festejos de la Patrona, significativo y con fuerte carga de emotividad. Pero a la vez, la secular trampilla quedó en el olvido.

Tras la culminación del templo del Pino en 1767, la grandiosidad y exaltación de la Santa Imagen por medio de su ubicación en un segundo piso y su visión en todo el espacio del templo a través de la boca que deja ver a la misma y el fondo del camarín que, conjuntamente con sus salas anexas, configuraba toda la planta alta necesitó de una escalera de acceso.

La primera escalera no era del agrado de los que regían los cultos y ornatos del templo por lo que el mayordomo Andrés Domínguez encargaría al lagunero Diego Nicolás Eduardo el trazado de una nueva que ésta ya estaba trazando en 1784. Aunque la ejecución de la misma no se ciñó estrictamente a lo diseñado por el canónigo Diego Nicolás Martín Eduardo y Villarreal; el resultado es espectacular. La escalera de caracol realizada en cantería, levemente inclinada y sustentada en columnas también de cantería sirvió para acceder al camarín hasta las obras de la década de 1970 y por ella se bajaban las piezas de trono, dosel, etc, que no cabían por la trampilla

El canónigo Eduardo, en algunos casos en coordinación con su hermano Antonio José, realizó otras importantes obras en varios templos como la Catedral de Santa Ana; Santiago de Los Caballeros de Gáldar o la Matriz de San Agustín en Vegueta.

La sillería del Coro

Entre los varios espacios ocultos y magníficos de la Basílica, está el coro ubicado en una habitación situada bajo el camarín y el trassagrario «lugar éste desde donde podía manipularse el expositor en los actos eucarísticos solemnes». Posteriormente se dedicaría a la zona del coro con su correspondiente e impresionante sillería.

La misma sería adornada en sus respaldos a mediados del pasado siglo, a instancias del Cabildo y con el asesoramiento de Néstor Álamo con 23 escudos episcopales elegidos entre aquéllos que más destacaron por su relación con Teror y con el fomento y enaltecimiento de Nuestra Señora del Pino y su devoción.

El enero de 1971 el cardenal Willebrands que había venido a Gran Canaria a inaugurar el Templo Ecuménico llegó a Teror acompañado del obispo José Antonio Infantes Florido, Monseñor Socorro Lantigua, el alcalde de la Villa Manuel Ortega Suárez, el comandante de la Guardia Civil y varios miembros de la familia Manrique de Lara. En su visita a la Basílica entre otros muchos elogios prestó especial atención a este coro, observando detenidamente los escudos.

Todo un oculto templo que seguro interesará y atraerá a muchos visitantes por las pequeñas y grandes historias que se han movido por estos vericuetos basilicales y que ahora se podrán recorrer, ver y valorar.

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