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Vacunas frente al altar

Sanidad atiende sin cita previa en la parroquia de San Juan Bosco a los vecinos de Jinámar y Marzagán mayores de 35 años

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Vacunación en la parroquia de San Juan Bosco en Jinámar José Carlos Guerra

La parroquia de San Juan Bosco de Jinámar se transformó en la mañana de ayer en un improvisado dispensario médico para vacunar sin cita previa a toda la población mayor de 35 años que, por diferentes razones, aún no había recibido la protección contra la pandemia de Covid-19.

Yaico Cárdenes, cubano afincado en Gran Canaria desde hace seis años, está a unos pasos de recibir el pinchazo, dentro ya de la iglesia, y aún tiene dudas sobre la conveniencia de vacunarse. «¿Y si me sienta mal y me caigo por ahí?», pregunta. Los sanitarios y los amigos lo tranquilizan. Finalmente accede a ponerse la dosis y a los pocos minutos ya está telefoneando a sus familiares para darles la noticia.

Como él, muchas personas no han acudido todavía a inmunizarse y corren el riesgo no solo de enfermar, sino de contagiar a todos los que estén a su alrededor. El motivo de Cárdenes para recelar de la vacuna es que padece lupus eritematoso discoide, una enfermedad de la piel, y ha tenido reacciones adversas con otros medicamentos, confiesa ya más relajado.

«Mi madre está arriba de mí todos los días para que me vacune y fue ella la que me ha convencido», explica. Lo demás es fácil, porque Cárdenes forma parte del equipo de voluntarios que ayuda a las autoridades sanitarias a organizar el dispositivo de vacunación en la parroquia de San Juan Bosco de Jinámar y es uno de los primeros en pasar por las mesitas instaladas frente al altar con las correspondientes dosis de Janssen y Pfizer, que se inoculan a los que van llegando tras preguntarle la edad y los datos médicos.

La directora del centro de salud llama a vacunarse ante el preocupante nuevo pico de la incidencia

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«La idea de hacer un llamamiento sin cita para vacunar un sábado por la mañana en esta iglesia es para intentar captar a la mayor cantidad posible de población no vacunada, tanto de Jinámar como de Marzagán», explica Sherezade Hernández, directora del Centro de Salud del Valle de Jinámar, quien advierte que «se atraviesa un momento muy delicado de la pandemia, con un pico de incidencia preocupante».

Por estadísticas de población y datos de asistencia a los centros de vacunación, se sabe con certeza que en estos dos barrios quedan aún muchas personas por inmunizar, comenta Hernández. Ella misma, junto a otros responsables sanitarios, está desde primera hora en la acera de la parroquia para atender a los que llegan. También pregunta a todo el pasa por las cercanías si ya se ha vacunado.

Llamamiento

«El mensaje que hay que transmitir -resalta la directora- es que no nos vacunamos para protegernos nosotros, sino para cuidar al resto, a las personas más vulnerables del barrio». El llamamiento de este sábado es para los mayores de 35 años, en un intento de inocular a la población que tenga dudas sobre los beneficios de la vacuna o sobre las fechas que les corresponden. Como cogidos al lazo, a todos los que cumplen los requisito, haber nacido antes de 1986, se les pincha al momento. En la primera hora, de 10.00 a 11.00 horas, ya han pasado unas 75 personas. Si se mantiene ese ritmo durante toda la mañana, a las 14.00 horas habrán quedado inmunizados unos 300 vecinos rezagados de esos dos barrios.

Hernández no se atreve a especular sobre los motivos que llevan a algunas personas a no vacunarse, pero cree que no se debe a la falta de información. Sin embargo, esa es la razón que esgrime la mayoría, como Christopher Acuña, al que han puesto una dosis de Jansen. «Pienso que todavía hay mucha confusión», apunta.

¿Influye que la gente se anime si le ponen la vacuna dentro de una iglesia, bajo la mirada de las imágenes de San Juan Bosco y la Virgen del Valle? El párroco, Luis Laborda, entiende que no, aunque sí es posible que las personas mayores se sientan más cómodas o protegidas que en un centro hospitalario.

«La iglesia anima -tercia Hernández- porque es un sitio clave; es conocida por la mayor parte de la parte de la población porque está cerca del centro de salad». De hecho, ya se utilizó como punto de vacunación para los mayores de 70 años ante las estrecheces del ambulatorio, con una media de unas 280 personas al día. El 90% de la población de esa franja de edad ya está protegida, pero preocupan los que deberían tener sus dosis y aún no han podido ser localizados.

El sacristán Pepe Quesada cree que la gente se anima al sentirse más segura en una iglesia

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Pepe Quesada, el sacristán, opina que es un acierto utilizar este edificio, porque «además de centro religioso ha sido un punto de encuentro de los vecinos de Jinámar en los últimos 19 años». El barrio del Valle de Jinámar se construyó en los primeros años de la década de 1980, pero no tuvo parroquia propia hasta 1989, año en que se creó la de San Juan Bosco en distintos locales sociales cedidos por el Ayuntamiento. Hasta entonces, los feligreses tenían que acudir a la iglesia de la Concepción, en el pueblo de Jinámar.

La actual iglesia es del año 2003, en un edificio que se utiliza para reuniones de todo tipo. Quesada sostiene que la parroquia es una obra común de los vecinos, pues se construyó con aportaciones de seis euros de muchos de ellos. Los bancos de madera los hicieron los presos del Salto del Negro y la pila del agua bendita es un gran piedra de cantería de Arucas que solo está labrada por una mitad. La decoración es espartana. Las imágenes de los santos se compraron con donaciones y hace pocos años se pudo adquirir un trono para sacarlas en procesión. La fiestas patronales son el último sábado de mayo.

El sacristán niega tajante que el Valle de Jinámar sea un barrio más problemático que otros. «La mala fama la tenemos nosotros, pero aquí vive gente buena y nuestras calles no son peligrosas; solo hay que mirar alrededor», recalca.

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