La Provincia - Diario de Las Palmas

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Una Rama para Tomás Morales (III)

Agaete, tras la huella de Tomás Morales

La vida del autor de ‘Las Rosas de Hércules’ encumbró a

una villa que le rinde homenaje en todos sus rincones

Copia del busto realizado a Tomás Morales por el escultor Victorio Macho ubicado en la biblioteca del Casino de Agaete por el 50 aniversario de la entidad. | | LP/DLP

El día 13 de marzo de 1919, Tomás Morales presentó en el Ayuntamiento de Agaete su renuncia al cargo de médico para instalarse en Las Palmas de Gran Canaria, una ciudad que solía frecuentar para visitar a sus familiares, cumplimentar a las amistades y también para adquirir víveres que entonces escaseaban, sobre todo en la recta final de la Primera Guerra Mundial en la que Canarias, a pesar de que España permaneció neutral en la contienda, vivió inmersa en una crisis social y económica ocasionada por el colapso portuario que era esencial para el abastecimiento de las Islas, para la exportación de frutas y la llegada de turistas, sobre todo británicos.

Hasta aquel momento la situación estratégica de Canarias había sido fundamental para el apoyo logístico y de avituallamiento a las navieras europeas y, por ende, para la colonia inglesa afincada en Gran Canaria por diversas razones: la benignidad del clima, los negocios y también por motivos diplomáticos en relación con los intereses coloniales en África.

Era Canarias un buen observatorio desde donde espiar a los agentes alemanes que intentaban hacer negocios en un mercado tradicionalmente británico, en el que hasta el momento ostentaban la hegemonía y conservaban las típicas y tópicas costumbres de la city, prácticas nada ajenas a los tres amigos poetas de cuya impronta literaria surgirían el Canto en loor de las banderas aliadas, Elegía de las ciudades bombardeadas o Britania máxima, de Tomás; el Epitafio de Mister Bright, de Saulo; y de Alonso- el que más-, la recopilación de sus cuentos bajo el título Smoking Room y la novela Las inquietudes del hall, basadas ambas en la vida de los ingleses de la colonia británica en Canarias.

A pesar de su marcha a la capital en la que establecería su nuevo hogar y su despacho médico, en el número 11 de la calle Pérez Galdós, la huella que Tomás Morales había dejado en Agaete nunca cayó en el olvido como así fue y hasta el presente, comenzando por aquel día de la renuncia en el que el Ayuntamiento «acordó hacer constar en el acta el sentimiento de la Corporación por la ausencia y renuncia del Médico Titular D. Tomás Morales Castellano, cuyo cargo ha desempeñado bien y fielmente a entera satisfacción del Ayuntamiento y vecindario en general, dentro del cumplimiento de su deber», para continuar un año después con una nueva convocatoria, el día 7 de marzo de 1920, en la que se acuerda participar institucionalmente en el homenaje que la Sociedad de Fomento y Turismo de Las Palmas le había organizado el día 11 de marzo de 1920, tras su regreso de Madrid y después del éxito obtenido en la presentación del Libro II de Las Rosas de Hércules, una convocatoria a la que acudiría comisionado, en representación del municipio, el primer teniente de alcalde don Francisco de Armas Merino.

En aquel ágape, celebrado en el Hotel Metropole, se dieron cita las personalidades más relevantes del mundillo social y cultural de la capital, encontrándose entre los intervinientes don Carlos Navarro Ruiz, que ostentaba la presidencia de la sociedad organizadora del acto, el alcalde don Bernardino Valle y Gracia, amigo del poeta desde la infancia con el que coincidiría en Madrid estudiando Medicina, y uno de los galenos que le atenderían en el final de sus días, los hermanos Millares y Claudio de la Torre, quedando para el final la intervención del homenajeado que, «entre ovaciones delirantes recitó del modo insuperable con que sabe hacerlo».

Doce años después de su primer éxito, el gran periodista que fuera Enrique Díez-Canedo, conocido de Tomás Morales desde los tiempos madrileños y después de la presentación del Libro II de Las Rosas de Hércules, atribuía el éxito poético de Morales al conocimiento que tenía del mundo clásico en el que según el crítico, es donde el poeta encontraría «sus verdaderos antecesores entre los poetas latinos: en Cátulo, en Ovidio, en los tardíos Ausonio y Claudiano… De ahí viene la elocuencia, que es cualidad cardinal en la poesía de Tomás Morales, de su abolengo latino, que, seguramente sin proponérselo, le lleva a acertar en su vocabulario con la palabra evocadora, concreta, apretada de zumo clásico».

«La métrica poética de Tomás Morales quedó anclada para siempre en su mar, nuestro mar, hasta lograr que Agaete sea algo más que un pueblo»

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Una vez más el prestigio poético de Tomás Morales aceleró la manera en la que transcurría el tiempo en la villa marinera, o al menos en el Ayuntamiento, que de pronto se vio celebrando otra reunión el día 12 de marzo del mismo año para adherirse «a la suscripción iniciada en la ciudad de Las Palmas para la adquisición del bronce que ha de servir para la fundición del busto del Gran Poeta Canario Don Tomás Morales Castellano, el cual ha de colocarse en el Parque de Cervantes de aquella ciudad.

El Ayuntamiento por unanimidad acordó contribuir con la suma de cincuenta pesetas que se librarán al Encargado de recabar los fondos para dicha suscripción en esta localidad, Don Cirilo Armas Galván con cargo al capítulo de Imprevistos», un busto que tristemente Tomás Morales no pudo ver situado en un espacio público a pesar de que, tres días después de su muerte, la prensa daba con todo lujo de detalles la ambientación bucólica del monumento, que rodeado de «mirtos, arrayanes, adelfas, sauces y palmeras, han de formar aquella fronda hasta la que llegará entre besos de sol, el rumor del Océano como una oración sin término».

Años después de fallecido el poeta que loara a la calle de Triana y al barrio de Vegueta, sería su amigo Eladio Moreno, durante su etapa como concejal de Ornato y Construcción Urbana, Arbolado y Jardines en el Ayuntamiento de Las Palmas, quien le haría el seguimiento al monumento hasta su inauguración en el año 1925 en el Parque de San Telmo, entonces Parque Cervantes, cuyo pedestal- siempre según la prensa del momento- se le encargaría al ingeniero Laureano de Armas Gourié, hasta que en el año 1957 se colocó definitivamente en la vía capitalina conocida como Paseo de Tomás Morales.

Con perspectiva de futuro, un grupo de vecinos de Agaete tomó la iniciativa de presentar un escrito en el Ayuntamiento del que se dio cuenta en la sesión plenaria del 25 de julio de 1920, en el que manifestaba sus «deseos de que Agaete no permaneciera ajena al homenaje que España entera proyecta rendir al excelso Poeta Don Tomás Morales, con motivo del éxito que acaba de obtener con la publicación de su grandioso libro Rosas de Hércules que ha causado una revolución literaria», proponiendo como homenaje perenne y una manera de perpetuar en la villa marinera la memoria del poeta que compusiera la Balada del Niño Arquero, «que la plaza que lleva el nombre de Andama y que se halla contigua a la calle Concepción en la que vivió el cantor del Atlántico tantos años, sea variado por el de Plaza de Tomás Morales», una propuesta que según se refleja en el acta municipal obligó a abandonar la sala al señor alcalde Don Graciliano Ramos Medina y al primer teniente de alcalde Don Francisco de Armas Merino, suegro (aunque en el acta figura hijo) y tío político respectivamente del poeta, para que el resto de la Corporación pudiera debatir libremente como así fue, cumpliéndose la voluntad de los vecinos con el voto a favor de una propuesta que pudo disfrutar en vida Tomás Morales y que el pasado año cumplió un siglo.

Viviendo en Las Palmas de Gran Canaria, Tomás Morales participó en las elecciones de 1920 como candidato al Cabildo de Gran Canaria por el Partido Liberal Demócrata, liderado entonces por don Salvador Manrique de Lara, un nombre relacionado también con Agaete por la posesión de terrenos y fincas y porque la casa que poseía en la calle de la Concepción (un inmueble con historia), fue la sede de la Sociedad La Luz (El Casino) y de la Casa Museo Chano Sosa hasta que el Cabildo de Gran Canaria la adquirió, cediendo su uso primero a la Asociación Cultural Antigafo y, posteriormente y hasta la actualidad, al Ayuntamiento de Agaete para su uso como Centro Cultural de la Villa.

De aquellas elecciones en las que el médico y poeta obtendría 3.760 votos y después de algunas sesiones lamentables entre los partidos que configuraban la Corporación Insular, Tomás Morales salió elegido Vicepresidente del Cabildo con el respeto que hasta la oposición política le profesaba por su talante y por la fama literaria que le precedía, hecho por el que recibió parabienes de todo tipo destacando, por cuestiones de afectos, los correspondientes telegramas de felicitación enviados por el Ayuntamiento de Agaete y por el Casino La Luz del que había sido presidente, a los que Tomás Morales respondió cortésmente.

Durante el breve tiempo en el que su salud le permitió ejercer el cargo de Vicepresidente, con algún período de licencia hasta de tres meses, tuvo tiempo el bardo que cantara a Los Puertos, Los Mares y los Hombres de Mar, de ocuparse y preocuparse por la villa marinera hasta lograr el acuerdo para la habilitación del «puerto de Agaete para el tráfico de importación y exportación», después de un tiempo de rifirrafes con el vecino puerto de Sardina en Gáldar.

La noticia del fallecimiento de Tomás Morales a los 36 años de edad no dejó a nadie indiferente, su prematura muerte dejaba viuda y con cuatro niños pequeños a su compañera Leonor y huérfano al mundo poético moderno.

La personalidad y reputación del poeta hizo que además de las condolencias a la familia, se publicaran sentidos obituarios en la prensa local y nacional, destacando el de la Gaceta de Tenerife por su vocación regional: «Con su muerte, se ha marchitado la más fragante y aromosa flor de los jardines canarios y, es ahora, con la desaparición de este excelso vate, que las Afortunadas pierden la principal columna que sostiene el soberbio pabellón donde se guardan las mejores obras de los poetas de las siete Hespérides, en la famosa biblioteca que las ha inmortalizado; ya en ella no figurarán nuevas creaciones del privilegiado cerebro del poeta Tomás Morales (que) ha salvado la poesía de la patria chica; él ha sido el que, en el periodo más decadente del verso, ha levantado su bandera orlada de laureles y de gloria, desde la cima de un peñasco».

Varios días después de la muerte de Tomás Morales, el DIARIO DE LAS PALMAS concluiría su nota necrológica El poeta y el escultor con el sentido telegrama que, con la intención de alegrarle la vida al poeta ya herido de muerte, le enviara su amigo Victorio Macho: «A Tomás, el gran poeta Morales, dedico esta su efigie modelada con todo mi cariño y admiración. Al fin ya está terminado tu busto. ¡Alégrate!... Pronto abismarás tu mirada de bronce en el infinito del Atlántico, tu mar, y ese día nos será de fiesta», una misiva que el poeta nunca llegó a leer.

Evidentemente no podían faltar los más sentidos pésames enviados desde Moya, su pueblo natal y de Agaete, la villa elegida, en las que la triste noticia llegaría a todos los rincones, ondeando como señal de luto las banderas con sus correspondientes lazos negros y a media asta, tanto en el Centro Recreativo e Instructivo de Moya, como en la Sociedad La Luz (El Casino) en Agaete.

Las muestras de dolor se manifestaron también a través del gentío de ambos pueblos que se desplazó hasta Las Palmas capital para asistir al sepelio «cuyas pompas fúnebres se iniciaron en la iglesia de San Bernardo (San Telmo) conducido hasta el cementerio de Las Palmas». Pasados unos días ambos pueblos celebraron los oportunos funerales en sufragio de su alma.

Al haber sido Vicepresidente del Cabildo Insular de Gran Canaria sería éste el que tomó la iniciativa de encargar el mausoleo en el que descansarían los restos mortales de Tomás Morales, encomendando una vez más al escultor Victorio Macho el proyecto que denominaría Musa, en correspondencia con las divinidades griegas inspiradoras de las artes, corriendo a cargo del Ayuntamiento de Las Palmas la cesión de la parcela.

Los homenajes que el poeta no recibió en vida por el fatídico y prematuro desenlace que acabaría con su vida, terminaron organizándolos sus amistades, siendo bastante sonado el celebrado en el Círculo Mercantil en Las Palmas, en el que intervinieron el alcalde don Bernardino Valle y Gracia y sus amigos incondicionales Claudio de la Torre, Saulo Torón y Alonso Quesada que leerían una selección de poemas de Tomás Morales.

Desaparecido el poeta y con la familia Armas residenciada en Las Palmas de Gran Canaria a partir del año 1921, sería la Sociedad La Luz (El Casino) la encargada de abanderar y perpetuar el espíritu cultural y poético moraliano, que con el paso de los años daría lugar a la celebración del Día de la Poesía, coincidiendo unas veces con las fechas cercanas a la llegada de la primavera y otras, como en el año 1957, con la celebración del 50 aniversario del Casino, en la que se entronizó en la biblioteca de la entidad una copia del busto de Tomás Morales, haciendo que todo el pueblo desfilara por sus instalaciones para verlo. Desde la antigua casa de don Salvador Manrique de Lara, la Sociedad La Luz se trasladó a la que fuera la casa solariega de Leonor y Tomás en la misma calle de la Concepción, en la que a pesar de que el Ayuntamiento quiso convertirla en Casa Museo y Biblioteca en el año 1956, llegado el año 1967 la junta directiva propondría su demolición para construir el edificio actual, como así se hizo.

En la memoria histórica agaetense relacionada con los años en los que Tomás Morales vivió en Agaete y ahora con la conmemoración del centenario del fallecimiento del poeta cantor de la mar océana, considero de justicia volver a recordar una vez más a dos mujeres poetisas y rapsodas, escénicamente histriónicas acordes con su época y conocedoras en profundidad de la poesía de Tomás Morales, como fueron doña Juana Cabrera de Armas y doña María Álamo García, cuyos encuentros poéticos en pasadas e inolvidables Fiestas de las Nieves coadyugaron a mantener viva la memoria del poeta a través de la transmisión oral de la vida y obra del trovador de los Poemas del Mar, particularmente de aquellos versos «Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,/ con sus faroles rojos en la noche calina,/ y el disco de la luna bajo el azul romántico/ rielando en la movible serenidad marina».

Aún me emociono cuando recuerdo la voz del poeta Saulo Torón a sus 89 años, recitando en el Casino ante el busto de Tomás Morales con motivo del homenaje que Agaete le rindió en 1972, flanqueado por don Tomás y don Manuel Morales Ramos, el mayor y el menor de los cuatro hijos de Leonor y Tomás. De la misma manera emocionada recuerdo, en las Jornadas Culturales del Archipiélago de 1974, la voz de la que fuera gran mezzosoprano agaetense, Lucy Cabrera, ahora metida en otras lides teatrales, recitando entre otros poemas de Tomás Morales el Romance de Nemoroso. Fue por aquella misma época en la que el Ayuntamiento de Agaete, acordó darle los nombres de Alonso Quesada y Saulo Torón a las calles que a modo de guardas custodios escoltan la Plaza de Tomás Morales, haciendo del centro del casco urbano de la villa un triángulo poético fiel testigo del pasado cultural que como pueblo nos avala.

Entre los artistas plásticos que han abordado la obra poética de Tomás Morales se encuentra nuestro querido Pepe Dámaso (el pintor de Agaete), él y su generación agaetense nos transmitieron el valor patrimonial y cultural generado en torno a la estancia de Tomás Morales en Agaete, su obra poética y las tertulias en el Huerto de las Flores. Tomás Morales supuso para Dámaso una fuente de inspiración continua que va desde aquel sencillo dibujo de la cabeza del pintor (obra de juventud) en contraste con el retrato que haría en el año 2002, hasta la serie pictórica inspirada en la Balada del Niño Arquero y la recreación de las míticas tertulias del Huerto de las Flores entre los años 1974 y hasta el 2001.

Con el paso de los años y dado el significado mítico y emotivo que tenía para la gente de Agaete el Huerto de las Flores, el de las tertulias poéticas, el Ayuntamiento de Agaete acabó adquiriendo el espacio a la familia Armas en los años setenta del siglo pasado, porque hasta entonces eran sus propietarios. La titularidad pública permitió recuperar la actividad social y poética, después de las obras de rehabilitación en los años ochenta, la apertura al público y los homenajes a Tomás Morales, Alonso Quesada y Saulo Torón -entre otros- de los que aún se conservan las sencillas estelas, obra del artista local Pedro Armas Boza.

Continuando con la difusión social y cultural de la obra de Tomás Morales y después de varios años de espera, el 18 de diciembre de 1999 se inauguraba finalmente en el Puerto de las Nieves la Plaza de los Poetas, en el paseo de su mismo nombre, plaza en la que se ubicaría el grupo escultórico en bronce que representa a Tomás Morales, Alonso Quesada y Saulo Torón, obra del escultor de Agaete don José de Armas Medina, fallecido antes de la inauguración, cuyo nombre ha quedado en la memoria colectiva agaetense a través de sus obras realizadas con el pensamiento puesto en la villa marinera. Cuarenta años después de que el escultor galdense Juan Borges Linares modelara el Niño Arquero, inspirado en la alegoría de Tomás Morales con el mismo nombre, se instaló la escultura en el año 2011 (seis años después de fallecido el escultor), en los jardines de lo que fuera el Grupo Escolar de mi infancia, en el casco urbano de Agaete.

Por segundo año consecutivo y por motivos de la pandemia generada por la covid-19, volveremos a vivir las Fiestas de las Nieves con su Rama de un modo diferente, en la intimidad, buscando los momentos propicios y seguros para saludar a las amistades de siempre y a sabiendas de que entre esas fechas está incluida una muy particular, como es la del centenario del fallecimiento del poeta, que en mi opinión, nos ofrece una oportunidad para la reflexión colectiva sobre el patrimonio histórico cultural, su destino y sus funciones, sin olvidar las repercusiones económicas que generan sus sinergias cuando está bien gestionado.

También debiera servirnos esta Rama diferente para agradecer a las generaciones que nos precedieron la forma en la que nos han trasmitido el universo moraliano y el modo en el que lo hemos aprehendido, haciéndolo muy nuestro, hasta formar parte del ADN agaetense que es el que nos define como pueblo y nos ayuda a entender y mantener nuestra idiosincrasia en un mundo globalizado, en el que la métrica poética del sinfonista atlántico que es Tomás Morales, quedó anclada para siempre en su mar, nuestro mar, hasta lograr que, con el título de Villa, Agaete sea algo más que un pueblo.

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