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Agüimes.

El curioso caso del agujero de Agüimes

La cavidad de la montaña de los Prieto, junto a Los Espinales, ha dado pie a muchos usos

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'Agujero volcánico' en Agüimes Juan Carlos Castro

La conocida como la Piconera, la gran cavidad de la montaña de los Prieto, en Los Espinales, ha estado siempre muy ligada al pueblo y ha sido objeto de los más variados usos. 

El agujero o mordida en la montaña de los Prieto, conocida por todos como la Piconera, que se halla en la cara norte del pueblo de Los Espinales, en el municipio grancanario de Agüimes, tiene mucha historia, como fines distintos para los que ha sido utilizado, como algunas curiosidades. También era un lugar que facilitaba la creación de historias por parte de los mayores, los cuales prohibían en general a los pequeños ir por los peligros que conllevaba su profundidad, que era entre 25 y 30 metros, y sus características.

Esta gran cavidad se halla en un lugar privilegiado, como la citada montaña, y ha sido el inmóvil testigo de todos los cambios económicos, sociales y de infraestructuras de toda la zona, como todo el término municipal y la comarca del Sureste. En la actualidad, está incluida, como toda la zona, hasta el mismo pueblo, en un espacio natural protegido.

Esta montaña tiene unos 90 metros de altitud, además de que en su cima es posible casi siempre disfrutar de unas grandes vistas y se puede ver lo que pasa en prácticamente toda la zona. Además, la montaña es azotada en gran parte del año por un fuerte viento de los alisios. Hoy en día la Piconera llama la atención al circular, al ser muy visible por la autovía GC-1, especialmente en dirección Norte, como también por la circunvalación y los distintos accesos a la zona industrial, al cruce y a la playa de Arinaga.

Este gran agujero de unos 50 metros de largo fue el elegido para sacar picón, como también fue para hacer ejercicios militares entre los años 40 y 50 del siglo pasado. Asimismo, sirvió para realizar labores de vigilancia. Hubo varias trincheras en la montaña y sus alrededores.

De la misma manera, también, fue escogido por varios de los hermanos Sánchez, vecinos de Los Espinales, al menos por Antonio y José Sánchez para guardar el ganado caprino.

El altar a Santa Rita que un vecino de Los Espinales instaló hace unos dos años en La Piconera. | | JUAN CASTRO

Cabían hasta unas 200 cabezas de ganado. También allí habían ido otros pastores con sus ganados, algunos procedentes de La Pasadilla, en Ingenio, y de otros sitios de la Cumbre, para luego resguardarse durante la noche en una pequeña cueva próxima a la piconera y protegida del viento.

A partir de la década de los años 80, volvieron a llegar algunos individuos con sus camiones para llevarse picón y piedras, que serían usados para la construcción de sus viviendas.

Luego se rellenó la piconera con tierra resultante de los desmontes para crear parte de la zona industrial de Arinaga, y se puso un vallado. Fue el sitio para los juegos y para encender las hogueras de San Juan. También algunos desaprensivos echaron escombros y vertidos en algunas ocasiones. Lo último que ha ocurrido sobre la piconera es que un vecino de Los Espinales, José Pérez Perera, instaló hace unos dos años un altar dedicado a la virgen de Santa Rita. Allí suben con cierta regularidad otros vecinos y foráneos para colocar flores y hacer promesas.

La Piconera ha sido utilizada para maniobras militares, guardar cabras y hasta de altar

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Sobre los distintos usos que ha tenido este agujero, fueron varias personas naturales de Los Espinales y que han pasado allí gran parte de sus vidas las que fueron consultadas, como Antonia Sánchez López, conocida como Antoñita, que con sus 78 años es ahora la vecina de mayor edad de los 105 habitantes que tiene hoy en día el pueblo de Los Espinales.

«Soy la mayor de siete hermanos, que son Antonio, Víctor, María, Agapito -fallecido-, Carmelo, y José Sánchez López. Nací en 1942 en el Cruce de Arinaga y a Los Espinales me llevaron cuando tenía tres años mis padres, María López Viera y Antonio Sánchez. Es decir, que llevo 75 viviendo en este pueblo», explica la vecina.

Lo que está claro es que su familia, como ella, conoce muy bien cómo ha sido la historia y la evolución del barrio y el municipio en los últimos 80 años.

Esta familia fue luchadora y emprendedora. «Mis padres fueron a Los Espinales para trabajar en el sector del tomate. Allí, como en Arinaga y los alrededores, no había nada más: tierra árida y tomateros. En Los Espinales, antes de existir como pueblo, habían tres cuarterías y una cuadra con vacas. Mis padres, al decidir quedarse allí, hicieron una casa con piedras y barro, donde ella montó una tienda, que fue la única», recuerda Antoñita Sánchez.

Martín Santana, de la Asociación de Vecinos Los Espinales, y Antonia Sánchez, la persona más longeva del barrio . | | JUAN CASTRO

Dos de estos hermanos, Antonio y José, se dedicaron al pastoreo, y se unieron a Agapito y Carmelo, y juntos crearon los supermercados Hermanos Sánchez, que luego pasarían a llamarse Mercacentro, y crearon varios locales por otros municipios.

«Que yo sepa, en los últimos ochenta años, nunca se produjo un accidente o suceso en la piconera. Siempre se prohibía a los niños que fueran a jugar», señala la septuagenaria. «Yo subía a la montaña porque al lado de la piconera había una cantonera. Íbamos muchas mujeres y niñas para lavar la ropa. Eso pasó entre los años 50 y 80. Era también un lugar de encuentro. Recuerdo que con once años yo subía la montaña con la cesta llena de ropa de la casa, sábanas, camisas, pantalones y todo lo demás que se podía tener como ropa. Después de lavar, había la estampa curiosa al ver muchas prendas de distintos colores que estaban tendidas en la montaña para que se secaran», agrega.

Carencias

Eran muchas las carencias y necesidades durante la infancia y juventud de Antoñita Sánchez. Un ejemplo: fue su padre quien creó delante de la tienda de comida de su esposa una habitación con palos de los tomateros y sacos, que serviría como escuela. «Mi padre habló con un profesor peninsular, don Manuel, para que diera clases en ese sitio por las noches a los niños y adultos, después de trabajar. Recuerdo que funcionó entre las décadas de los años 40 y 50. Allí yo aprendí a leer y las cuatro reglas. Pasaron por esa escuela cientos de niños, no sólo de Los Espinales, sino también de la Montaña de San Francisco, La Laguna, Las Rosas y Llanos Prieto», manifiesta la vecina.

También aportó sus conocimientos sobre la piconera Martín Santana Rodríguez, de 50 años, natural y vecino el barrio, que trabaja como técnico de Enfermería y que es el presidente de la Asociación de Vecinos Los Espinales. También él, como muchas personas, es descendiente de trabajadores de las zafras que procedían del Norte o de otros rincones de la Isla en busca de trabajo. Su madre, Cándida Rodríguez, de Tejeda, y su padre, Antonio Santana, de Valsequillo, acudieron para trabajar en el lugar en torno a 1965, y allí se quedaron.

Importancia

«La piconera es y ha sido un lugar importante para nosotros porque lo que se ha hecho allí en distintas etapas ha sido en función a la forma de vida y evolución económica del barrio y del municipio. Entre los años 40 y 80, sólo había tomateros para trabajar, hasta que se produjo el gran cambio económico, el boom de la construcción y la creación de la zona industrial», declara el representante vecinal.

«En la primera etapa, faltaba de todo y fue en los años 80 cuando se instaló la luz. Y fueron Antoñita, mi madre y otras vecinas y vecinos las que pusieron el agua en las casas y las que reclamaron los servicios mínimos para el barrio», agrega Martín Santana.

«Este lugar se ha hecho en función a cómo evolucionó el barrio», afirma Martín Santana Rodríguez

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El empresario Benedicto Caballero Bordón, 60 años, narra sus experiencias durante su infancia.

Llegó a los Espinales cuando él tenía ocho años con su familia, procedente de Cazadores (Telde) porque buscaba trabajo en las zafras. Su padre Juan Caballero Martel era natural de Cazadores y su madre, María Bordón Martel, de Guayadeque. Ella fue hasta hace tres semanas la más longeva de Los Espinales, ya que falleció a los 93 años de edad. Ambos tuvieron cinco hijos: Julio, Juan, Benedicto, Epifanio y José Francisco Caballero Bordón. Benedicto Caballero ha vivido en Los Espinales más de cuarenta años y ahora reside en Arinaga. Esta familia es la que ha regentado la sala de fiestas Castillo de Agüimes, que es ahora un centro deportivo.

«El hecho de que nos prohibieran ir a la piconera nos llamaba más la atención. Para nosotros, de niños, era un lugar de entretenimiento impresionante. No teníamos mucho más. La montaña era un tobogán para nosotros», recuerda Caballero Bordón, quien indica que «en invierno subíamos e íbamos a la piconera por las noches un amigo y yo porque habían ejemplares del pájaro moro y el calandro. Esa diversión que suponía el lugar acabó cuando hicieron un gran corral de cabras».

El meteorito imaginado

La forma redondeada y peculiar que tiene la Piconera, agujero de la montaña de los Prieto, junto al pueblo de Los Espinales, así como la profundidad que tuvo de hasta 30 metros, antes de que fuese rellanado con tierra, han motivado numerosas y curiosas interpretaciones sobre su nacimiento en la montaña. Muchos vecinos y conocedores del terreno niegan, en base al conocimiento popular y lo escuchado a los técnicos, que sea la boca de un volcán, o la idea de que tenga un origen aborigen o que se haya formado por el impacto de un meteorito. La interpretación que tiene más seguidores es que es la consecuencia de las excavaciones que se practicaron durante el siglo XX pasado, con el fin de extraer áridos y piedras. | M. Á. M.

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