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Encarna García Cabrera Médico de Paliativos y Pregonera de las fiestas de La Aldea

Encarna García: «Trabajar en paliativos te enseña que no hay que tener nostalgia»

La doctora y pregonera de las Fiestas Patronales, Encarna García, ayer, en la zona de acceso al Hospital Negrín. JUAN CASTRO

Encarna García es la encargada de dar el pregón de las fiestas patronales de La Aldea el 28 de agosto, a las 20.00 horas, en el Centro Municipal de Cultura del municipio. Como médico de la Unidad de Cuidados Paliativos del Hospital Negrín, Encarna García es, sin duda, una de la aldeanas ilustres.

¿De qué va a tratar el pregón que ofrecerá en las fiestas patronales de su pueblo?

Aún no lo sé con exactitud. Yo he visto que hay gente que habla de sus recuerdos de infancia. Pero yo no lo pienso hacer porque la gente que habla de sus recuerdos de infancia es porque no ha vuelto al pueblo y los que volvemos no necesitamos eso. Ellos hablan con mucha nostalgia, pero como yo voy con regularidad no siento eso. Tampoco me va eso de recordar el pasado. Eso de ‘no volveré a comer un gofio como aquel,‘ tampoco va conmigo. Mi padre me dijo ‘olvídate de hablar de ti, porque el pregón es de las fiestas y cuando la gente se pone a hablar de su infancia eso no es el pregón’. Por eso lo que te puedo decir es que tengo más claro lo que no quiero decir que lo que quiero.

¿Cuándo dejó de vivir definitivamente en La Aldea?

Desde que me fui a estudiar con 18 años. Estudié hasta el COU en La Aldea y me vine a estudiar medicina a La Laguna. Luego viajé hasta aquí para trabajar y ahora vivo en Las Palmas de Gran Canaria. Pero yo voy a La Aldea siempre que puedo, excepto este mes de agosto precisamente para evitar la tensión de que me pregunten por el pregón. Pero lo normal es que todos los fines de semana los pase siempre en La Aldea.

¿Y cuándo empezó su trabajo en paliativos?

En el año 1995. Antes estaba en paliativos de El Sabinal. La verdad es que fueron los de paliativos los que me llamaron. Había una plaza en el año 93 pero yo no quería ir. Luego, me volvieron a llamar en el 95, y una amigo me dijo ‘vete pa’lla que eso es para ti’. Ahora en el Negrín estamos la misma unidad que estaba en El Sabinal, sólo que el Negrín se abrió en el año 99, pero es el mismo servicio y las mismas personas. Creo que fuimos el primer o segundo servicio que empezó en el hospital.

«Mi padre me dijo ‘olvídate de hablar de ti, porque el pregón es de las fiestas y no de tu infancia»

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Cualquiera no puede trabajar en ese servicio, ¿no?

Eso dicen porque trabajamos con el sufrimiento. Y está el hecho de que nos podamos quemar muy prematuramente, pero eso es algo que tenemos muy trabajado desde la misma formación. Y es algo que se cuida mucho.

Por lo tanto, hay que tener un carácter especial, me imagino.

Yo no sé si hace falta un carácter especial, pero sí es verdad que trabajar aquí te enseña unas cuantas cosas. Una de ella es que no hay que tener nostalgia del pasado ni añorar un futuro que no conocemos, sino que hay que vivir el presente. Evidentemente, hay que hacer planes, pero que esos planes no te impidan vivir el hoy. Hay gente que dice ‘el día que me jubile’, pero no. Ahora estamos aquí, si el día que me jubile tendré que tener un dinerillo ahorrado, pues vale; que tendré más tiempo y haré más planes, pues vale también. Pero que eso no te impida vivir el ahora. Otra enseñanza básica es que lo importante son tu familia y tus amigos y todo lo demás son valores añadidos. Y te lo dice una viajera empedernida. Hemos convertido en necesidades cosas como viajar o salir y lo hemos convertido en algo con lo que no se puede vivir. Pero al final lo que realmente importan son tu familia, los amigos y, por supuesto, en mi caso, volver a mi pueblo a nutrirme siempre que puedo.

¿Y ha llegado a esa conclusión por lo que ha visto todos estos años en su trabajo?

Por supuesto. Y otra cosa importante es que tu trabajo te guste. Eso es fundamental. El trabajo se lleva los mejores años de nuestra vida. Cuando eres joven, tienes salud, ganas de descubrir el mundo, es cuando quieres quedar con muchos amigos, cuando te gusta salir. Y yo siempre digo que el trabajo no es lo fundamental, ni donde voy a realizarme como persona, pero tiene que gustarte. Y en ese sentido yo me siento una mujer muy afortunada. Yo tengo un trabajo que me gusta, tengo una familia en la que afortunadamente todos estamos sanos, un buen grupo de amigos, y el pueblo donde voy a nutrirme lo tengo relativamente cerca porque nunca me he querido ir fuera. He querido estar en mi tierra porque es donde me siento arraigada y es lo que me da fuerza. Y luego también el comprobar, como ahora con el pregón, que mucha gente me quiere.

Paliativos estaba asociado a la Unidad del dolor.

La Unidad del dolor se dedica al dolor crónico en general, ya sean los respiratorios, cardiacos avanzados o enfermedades neurodegenerativas. Pero se ha visto que hay otro tipo de síntomas y necesidades espirituales y familiares. Y esto es un cuidado más global.

¿No ha tenido momentos de flaqueza tras tratar a tantos enfermos en fase terminal?

Mucha gente me pregunta eso y, de momento, no. Supongo que yo me despejo muy bien al salir del trabajo. Y, por eso, cuando llegan mis vacaciones me voy un mes de viaje yo sola a países lejanos a los que me de el punto. Todo sin organizar y estando desconectada. Y el fin de semana que me voy a La Aldea es como haberme ido un mes fuera. Es estar de copas con la gente que conoces.

¿Y algún hobby?

Me gusta mucho leer. Quizás sea lo que más me gusta en la vida.

¿Qué tipo de literatura?

De todo. Ya sean escritoras como Almudena Grandes, o novela negra o novela canaria con autores como Alexis Ravelo o José Luis Correa. También la literatura africana que la descubrí a través del Club de Lectura de Casa África. La literatura sudamericana, la rusa. Pero ensayo no, sólo novela. Y, ahora, con el COVID, me he puesto a estudiar Historia del Arte en la Uned. Toca una época en la que estudiar. Y la Historia del Arte ha sido como viajar en el tiempo.

«En La Aldea tienes un paisaje de montañas brutal con el que te sientes más protegida»

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¿Qué tiene La Aldea que no tienen otros pueblos de Gran Canaria?

Tenemos un paisaje espectacular que son las montañas. Un paisaje brutal con unas montañas que como que te protegen. Y luego el calor de la gente, el poder hablar con cualquiera. Procuro relacionarme con gente de toda condición y, en La Aldea, te sientes querida. Y no lo digo ahora por el pregón, sino porque somos un pueblo acogedor en general. Y lo somos con nosotros mismos, que es algo que en otros sitios no lo ves. En general, somos un pueblo orgulloso de que la gente vaya afuera. Y te sientes muy arropada cuando vuelves tanto por su paisaje como por su gente, y este pregón no ha hecho más que confirmarme todo eso.

¿Y es cierto que la gente de La Aldea es un poco burletera?

Dicen que sí, pero yo, desde luego, lo soy. Mi tío moganero, cuando íbamos a pasar el verano a su pueblo, nos decía ‘ya están los aldeanos que son unos farrucos y echaos pa’lante’ y yo creo que se refería a que somos gente que presumimos de nuestra tierra. Es el pueblo más aislado de la isla desde la época prehispánica. Yo creo que una de las cosas que nos ha forjado ese carácter tan chovinista es quizás como reacción a ese aislamiento. Aunque, por otro lado, siempre nos han estimulado a salir y estudiar. Hay quien vuelve y quien no. Y luego estamos los que, aunque no vivamos allí, volvemos a divertirnos. Los que no vuelven son los que, me imagino, hablan nostálgicamente en el pregón.

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