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Medio Ambiente

Tufia y Tirma contra los envenenadores

La Unidad Canina del Cabildo investiga las muertes de animales por sustancias tóxicas | Las dos pastoras belgas malinois detectan centenares de olores

Perros adiestrados de Medio Ambiente

Perros adiestrados de Medio Ambiente Andrés Cruz

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Perros adiestrados de Medio Ambiente Jesús Montesdeoca

Centenares de animales mueren envenenados cada año en Gran Canaria. No es un fenómeno nuevo, pero cada vez hay más sensibilidad porque no solo fallecen ejemplares inocentes de perros, gatos, aves o reptiles, sino porque los productos tóxicos entran en la cadena trófica y pueden incluso matar a los humanos. Tufia y Tirma, las dos pastoras belgas de la Unidad Canina del Cabildo, combaten a esos envenenadores. 

Un día cualquiera para los miembros de la Unidad Canina de Lucha contra el Veneno (UCLCV) del Cabildo de Gran Canaria consiste en llegar a las ocho de la mañana a la base de operaciones de Tafira y salir desde allí hacia donde se les necesite. Son cuatro, dos agentes de Medio Ambiente, Juan Carlos Santana y Jesús Navarro, y dos perras de la raza pastor belga malinois, Tirma y Tufia, adiestradas para detectar cebos con productos tóxicos y cadáveres de animales envenenados o fallecidos en los tendidos eléctricos y en los molinos de energía eólica.

Hoy toca entrenamiento y se han trasladado hasta Las Tres Piedras, un paraje despoblado entre La Atalaya de Santa Brígida y La Cruz del Gamonal. Desde antes de 2018, cuando se puso en marcha la unidad canina, Juan Carlos se llevó a Tufia a su casa y Jesús hizo lo mismo con Tirma, pues la convivencia es fundamental en su trabajo. Lo que llaman «el binomio entre el guía canino y el perro detector de olores».

En los malinois, frente a las otras tres variedades del perro pastor belga, se ha potenciado la linea de trabajo frente a la de la belleza, por lo que tiene facultades extraordinarias para todo tipo de labores de campo. Pero además, tienen un olfato privilegiado. «Ellas ven con la nariz», apunta Santana, inspector de agentes de Medio Ambiente y también jefe de la brigada de investigación de los incendios forestales del Cabildo, los CSI del fuego.

El cerebro canino está dominado por la corteza olfativa, al contrario que el cerebro humano, que lo está por la corteza visual. Un perro normal tiene unas 150 millones de células olfativas, frente a los cinco millones que tiene una persona. Pero para llegar a ser expertas en productos tóxicos hay que practicar.

Tufia y Tirma fueron adiestradas al nacer por los especialistas de una entidad privada, La Sombra del Cerbero, para detectar seis sustancias utilizadas en los venenos ilegales: aldicard, carbofurano, bromadialona, brodifacoum, difenacoum y metomilo.

Entrenamientos

Antes de llevarse a las malinois a sus viviendas, los dos agentes de Medio Ambiente también tuvieron que realizar un periodo de formación de un año. Tenerlas relajadas ya es un trabajo en sí, pues esta variedad es muy inquieta y necesita muchas horas de ejercicio físico. Por eso esta raza tiene uno de los índices más altos de abandono. «Si la encierras sola dentro de una casa, cuando llegas te encuentras la nevera en la alcoba», bromea el cuidador.

Tufia y Tirma contra los envenenadores

En las dos horas de entrenamiento en una ladera de Las Tres Piedras no paran de correr y jugar con sus cuidadores. El premio por su trabajo es algo tan sencillo como un mordedor en forma de saco y una pelota atada a un hilo, que no sueltan de la boca aunque se vean volando a medio metro del suelo. Mientras Juan Carlos lleva a Tufia a beber agua, algo que deben hacer de forma frecuente y en cantidades controladas, Jesús esconde en unos matorrales un tubo que contiene veneno mezclado con una sardina.

Tras ponerse en posición de trabajo, sentada junto al guía, a la señal de éste empieza a correr y a oler en una gran superficie. No tarda ni un minuto en dar con el cebo, que rodea sin acercarse. Cuando está segura, comienza a ladrar hasta que le dan su juguete. Misión cumplida. La prueba se repite con Tirma con idéntico resultado. Agentes y animales parecen almas gemelas.

Aparte de esa gran actividad, comenta Santana, los malinois son animales «fuertes, ágiles, rápidos, inteligentes, adiestrables, obedientes, protectores y muy sociables», ideales para este tipo de funciones. Para adiestrarlos se suceden tres tipos de entrenamiento, siempre en positivo y sin forzarles o maltratarles.

El primero es la obediencia básica y las formas de llamada cuando descubren el veneno. En su caso, son los ladridos, pero existen otras formas de señalar el objetivo. Por ejemplo, los perros detectores de explosivos se sientan y se quedan quietos al lado de la bomba, porque ladrar cerca de ella podría activarla y hacerla estallar.

El segundo entrenamiento es el rechazo de alimentos, para evitar que ellas mismas se puedan dañar al encontrar un cebo envenenado. Por último, se les adiestra en la detección de los olores de las sustancias activas y de los restos de avifauna electrocutada en lineas eléctricas o desmembrada al chocar con las aspas de los molinos eólicos.

«Conseguimos extraer cientos de olores y que ellas los marquen. El perro no sustituye al agente de la autoridad, sino que sirve de apoyo mediante un vínculo de afectividad que se traslada al trabajo; al convivir con el guía canino lo ve como un líder», explica.

Tras adquirir a Tufia y Tirma a la entidad que las adiestró, con las correspondientes garantías de su origen genético y los exámenes veterinarios, el Cabildo creó la Unidad Canina para luchar contra el uso ilegal del veneno en el medio no urbano. Desde entonces, han tenido centenares de intervenciones, tantas como para disponer ya de un mapa de riesgos con aquellos lugares donde más se repiten los ataques contra la fauna.

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Perros adiestrados para detectar cebos con venenos y cadáveres de animales Andrés Cruz

A modo de ejemplo, uno de los sitios con alta incidencia es la localidad moganera de Barranquillo Andrés, junto a la presa de Soria. Allí aparecen de forma reiterada perros y gatos envenenados, por lo que también se hacen batidas con más frecuencia para evitar que los criminales reincidan. Hay otros puntos negros por casi toda la geografía, incluso en barrios periféricos de la capital, donde son frecuentes las apariciones de ratones y lagartos que han comido venenos muy potentes.

El problema es que esos roedores o reptiles muertos pueden ser consumidos a su vez por otros animales más grandes, como perros, gatos, lechuzas o cernícalos, que también se envenenan. O que directamente se comen el cebo que han puesto para otros.

Se han registrado casos de mascotas que han fallecido en la calle o al llegar a los domicilios, entre grandes sufrimientos, sin que sus dueños supieran los motivos. La rápida intervención de Tufia y Tirma es fundamental para determinar las causas de la muerte y para que el veneno no se propague por la zona. Para ello, Medio Ambiente pide a los ciudadanos que sigan tres instrucciones si encuentran algún cebo o animal silvestre o doméstico que haya podido resultar envenenado.

Lo primero es no tocar ni mover nada hasta que se persone la Unidad Canina u otros agentes de la autoridad medioambiental, salvo que el animal afectado precise asistencia veterinaria. Lo segundo es avisar inmediatamente por los teléfonos de emergencia y, a ser posible, esperar a que lleguen los agentes. Por último, piden colaborar con la autoridad, denunciando y aportando información para detener a los culpables. Los agentes deben documentar los hechos, recoger muestras y seguir un protocolo de custodia hasta que se envían a los laboratorios especializados, de ahí la importancia de no tocar nada para no contaminar el escenario o alterar las pruebas que puedan incriminar a los autores.

Sospechosos habituales del maltrato animal

Algunos casos de envenenamiento llegan a los Juzgados, pero aún es complejo sancionar o condenar a prisión a los culpables por las dificultades para determinar la causa de la muerte y la responsabilidad de los acusados, de ahí la importancia del trabajo de la Unidad Canina, la primera que se creó en Canarias con ese objetivo. Por el tipo de veneno y de cebo (pescados, quesos), los lugares donde los ponen, o los animales a los pretenden eliminar, se ha descubierto que hay sospechosos reincidentes, a los que se intenta persuadir hablando con ellos o con registros en sus viviendas. La mayoría de estos venenos no se prohibieron hasta los primeros años de este siglo, incluso fueron suministrados por la propia administración para eliminar plagas, y se ha comprobado que muchos siguen guardados en cuartos de aperos de agricultores o ganaderos, con el consiguiente peligro si son manipulados por niños. Seis bolitas de aldicard pueden matar a perros y gatos en pocos minutos y los llamados carbomatos pueden acaban con la vida de una persona. | J. M. N.

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