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ANÁLISIS

Recordando a la camarista María del Carmen Bravo de Laguna

El jueves se cumplen 120 años de su nacimiento (1901-1985) |

Fue benefactora de iglesias, conventos y colegios

Recordando a la camarista María del Carmen Bravo de Laguna

El próximo jueves día 16 de septiembre se cumplirán los 120 años del nacimiento de la que fuera la decimotercera camarera mayor de Nuestra Señora del Pino, una efemérides propicia para recordar su meritoso y altruista paso por el camarín de la Patrona grancanaria.

Precisamente, por su natalicio próximo a la festividad de la Virgen, aquel año su madre, doña Pino Manrique de Lara, no pudo asistir como camarera a las solemnidades de Teror por encontrarse a punto de parir, sustituyéndola en las responsabilidades otras damas de la familia. Y a su fallecimiento, ocurrido en febrero de 1966, Carmen continuaría con la tradición familiar que arrancaba ininterrumpidamente desde el año 1690.

Casada el 15 de agosto de 1923 con Alejandro del Castillo y del Castillo fue, por su matrimonio, condesa consorte de la Vega Grande de Guadalupe, y aparte de su responsabilidad como camarera mayor de la milagrosa Señora del Pino, también lo fue de la Virgen de los Dolores del antiguo convento de Santo Domingo, competencias que tenía que alternar con otras vinculaciones antiguas de la Casa, como eran las del patrocinio de la Concepción de Jinámar, la de Nuestra Señora de los Reyes y la de Santa María de Guía, de la que fue de esta última depositaria de sus joyas desde que su antecesora, la condesa Pilar de Béthencourt y Molina, heredó el vínculo de la extinguida familia guíense Sánchez Ochando. Su esposo, que era ingeniero industrial, había sido alcalde de Las Palmas de Gran Canaria (1942-1944), a quien se debe durante su corto mandato el proyecto y nacimiento de la urbanización de Escaleritas.

Desde entonces, doña Carmen emprenderá con diligente responsabilidad su cometido. Cada año acudía acompañada de su hija Ana, y en ocasiones con su nuera María del Carmen y sus nietas a Teror para preparar todo lo concerniente de la solemnidad de septiembre.

Con motivo de la memorable bajada de la Virgen a la ciudad en 1954, con ocasión de la campaña del Rosario emprendida por el padre Pleyton, la camarera representó a su madre y estuvo a la altura del gran acontecimiento. Ejerció de anfitriona del sacerdote, agasajándole en su domicilio particular de la calle Doctor Chil, En aquellas memorables jornadas también va a tener protagonismo la marquesa de Arucas, Carmen Fernández del Campo, que contribuyó notablemente con la emotiva campaña del rosario en familia.

Entre los cometidos de la camarista estaba la función de custodiar el tesoro de la Virgen, bien en su residencia privada o en la cámara de alguna entidad bancaria. Gracias a este celo, parte de las alhajas del joyero de la Patrona se salvó del robo sufrido en la basílica la madrugada del 17 de enero de 1975. Doña Carmen también se responsabilizaba de la custodia de los brazos articulados que para facilitar la vestimenta se proporciona falsamente a la talla. En su residencia se conservaban los primitivos postizos.

A Carmen Bravo de Laguna se le recuerda aún por su virtuosa e infatigable colaboración en numerosas obras asistenciales y religiosas. Benefactora de iglesias, conventos y colegios, fue junto con su marido la fundadora del santuario de las Madres Nazarenas, levantado en los solares que habían pertenecido al mayorazgo Ruiz de Vergara en la calle García Tello. Formó parte de aquella legión de damas comprometidas con el culto y la problemática que la Diócesis atravesaba en los duros años de la posguerra española. Gracias a esta asistencia, el obispo Pildain se rodeaba de estas infatigables colaboradoras que ayudaban a mitigar las graves carencias, tanto sanitarias, como alimenticias de gran parte de la población de la Isla. El prelado siempre hallaba en las nobles señoras de Vegueta el imprescindible consuelo que le ayudaba a resolver los numerosos problemas que el pastor encontraba cada día en las mismas puertas del obispado. Las Carmelitas Descalzas de Telde también encontraron en doña Carmen el aliento esperanzador que les facilitaba llevar a buen término sus proyectadas empresas.

Vinculada por tradición familiar al vecino templo de San Francisco de Borja de la Compañía de Jesús, desde que el racionero Pedro del Castillo Béthencourt (hijo del segundo Conde) se ocupara de los cultos de la Catedral en esta iglesia, doña Carmen fue asidua feligresa y colaboradora entusiasta del aquel oratorio, comprometiéndose a proporcionar los enseres que fueran necesarios para el desarrollo de la actividad religiosa. De su generosidad, la condesa regaló al templo el retablo de la Inmaculada Concepción, con su imagen y sagrario incluidos, que se ubicó frente al altar de la Piedad, en donde hasta entonces estaba colocado el monumental cuadro de la Purísima debido a los maestros pinceles de Manuel Ponce de León, que tanta relación tendrá el lienzo con la historia de las camareras de la ilustre casa. El altar, regalado por doña Carmen, se trajo de Málaga y lleva fecha de 1959

A su altruista colaboración religiosa, la condesa destacó como Dama de la Cruz Roja Española, presidenta de la Delegación Diocesana de la Obra María de los Sagrarios y donadora con su marido del Templo Ecuménico del Salvador, de Playa del Inglés, y de la iglesia de la Santísima Trinidad del Tablero de Maspalomas, como asimismo ambos donaron los solares donde se levantó la ciudad de San Juan de Dios. A su dadivosa generosidad se debe asimismo la donación de un terno a la Virgen del Pino. Fue con motivo de celebrarse el 75 aniversario de la Coronación. En esta oportunidad la condesa quería imitar al de seda verde bordado en oro y plata traído de Francia por su tía abuela, doña Luisa, que también desempeñó el cargo. El nuevo manto mereció la calificación de obra de arte por el magnífico trabajo de los artesanos Francisco Herrera y Juan Carrasco Lezcano, al bordar dentro de cada hoja plateada la figura de un pino

La camarista doña Carmen, tras casi veinte años alrededor del ropero de la Virgen, dejó de existir en su domicilio de Las Palmas el día 16 de noviembre de 1985. De sus nupcias habían procedido cinco hijos: Carmen y Otilia, que murieron precozmente; Ana, que la va a sustituir en el cargo, Alejandro, que heredará el condado, y el benjamín, Pedro Fernando.

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