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San Bartolomé de Tirajana

Una tabla y pocos límites

A sus 65 años, Rosi practica paddle surf y con nueve años Leire empieza a aprender windsurf en Playa del Águila

Rosi delante y Laura detrás, practican paddle surf en la Playa del Águila.

Contemplar a Rosi subida sobre la tabla de paddle surf y navegando a varias decenas de metros de la orilla es todo un espectáculo. Y es que a sus 65 años, ya jubilada, esta mujer no se pone límites y se define ella misma como una «todoterreno» de los deportes, sobre todo en aquellas modalidades que están estrechamente vinculadas con el mar. «El mar es mi vida», cuenta mientras examina las condiciones de la playa del Águila, en San Bartolomé de Tirajana, para volver a lanzarse a darle a las palas, una actividad que en ocasiones practica hasta tres horas seguidas. «Este deporte no tiene ninguna dificultad en especial», afirma.

Björn Dunkerbeck instruye a Leire, una niña de nueve años que se ha iniciado recientemente en la práctica del windsurf y que convertirá en actividad extraescolar por las tardes. Andrés Cruz

La Playa del Águila es desde hace años una de las Mecas para practicar deportes como el windsurf o el paddle surf en la isla de Gran Canaria, sobre todo desde que el holandés y la danesa Eugen y Ulla Dunkerbeck, campeón de España de velocidad y subcampeona del mundo de windsurf y padres del 42 veces campeón del mundo de windsurf Björn Dunkerbeck, abriesen allí una escuela hace casi tres décadas. Desde entonces, esta cala ha sabido combinar a la perfección la práctica deportiva al aire libre con la necesidad de descanso de los turistas y los locales que cada día se acercan hasta su orilla para disfrutar de sus aguas, más calmadas durante los próximos dos meses.

La playa del Águila toma su nombre del gran cañón del Águila que se ubica en la parte alta de la autopista y donde anidan ejemplares de esta ave, en un paraje tan árido como bello a los ojos de los visitantes. La cala alterna la superficie rocosa y de callaos de su vertiente izquierda con el arena de su ala derecha, más al sur. Allí, con la tranquilidad que se respira en una playa alejada de la zona turística y de las grandes masas, recalan casi en exclusiva los turistas y residentes de los complejos que circundan esta playa, pero también familias y personas solas que optan por un rato de desconexión.

Rosi practica deportes como la bicicleta o el pilates y se inició en el paddle surf hace seis años por amor al mar

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Y esa desconexión es precisamente la que Rosi busca cuando coge la tabla y se lanza al mar, que ayer estaba en calma. Esta mujer conoce esta playa casi a la perfección ya que tiene un apartamento en la zona desde hace más de 40 años y ha pasado allí largas temporadas, ahora mucho más después de su jubilación. Pero su pasión por el paddle surf le llegó hace poco más de seis años, cuando tenía 59. «Empecé a practicarlo porque me gusta casi cualquier cosa que esté vinculada al mar», reconoce. Las horas que pasa subida sobre esta tabla a ella le aportan «libertad, mucha libertad», pero sobre todo «relajación» después de menear intensamente la pala que también le ayuda a mantener el equilibrio sobre la tabla.

Usuarias reclaman un lavapiés en el ala izquierda y mejora de accesos para personas con movilidad reducida

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A este deporte le dedica más o menos tiempo, en función de la meteorología y las condiciones que presente el mar, así que sobre la tabla puede pasarse desde tan solo media hora hasta tres horas, como hizo hace dos días, tiempo que le permitió desplazarse hasta las playas aledañas de El Pirata, al sur, y Bahía Feliz, al sureste. Y es que Rosi salió deportista, porque también hace bicicleta, pilates y ha hecho hasta paracaidismo. En ocasiones, Rosi enseña a navegar a los deportistas amateur que quieren vivir la experiencia durante unos minutos.

Liam Dunkerbeck practica Foil Surf en Playa del Águila. Andrés Cruz

A hacer la mar no va sola, sino acompañada por su amiga Laura, tan deportista como ella y que también se monta en la tabla habitualmente. «Playa del Águila es íntima, familiar, no viene mucha gente y eso permite que se pueda practicar mucho deporte», relata minutos después de salir del agua, «entre septiembre y octubre es cuando mejor están las mareas y el mar está como un plato, así que las condiciones son mejores para hacer ejercicio». Estas dos mujeres no se ponen límites a la hora de practicar deporte y tienen algo claro: «no hay nada a lo que nosotras digamos que no; para practicar deporte nosotras nunca ponemos ningún impedimento». 

En el polo opuesto a Rosi y Laura está Leire, una niña de 9 años que ayer disfrutó de su segunda clase de windsurf. Se inició por decisión propia un día que su padre, Sergio, se acercó hasta la escuela y tienda de Björn Dunkerbeck para comprar una tabla. Ahora como principiante, la niña lleva este deporte en la sangre, pues su padre lo practica desde que tenía la misma edad que ella. «Da un poco de miedo cuando hay olas, porque me elevan y me bajan y a veces me caigo», confiesa, a pesar de que tan solo dos días después de comenzar ya controla casi a la perfección la vela y la tabla.

Su padre no puede estar más orgulloso. «Yo me limito a mirar y disfrutar al ver cómo aprende con el instructor, y lo bueno es que ahora ella ya no mirará a papi, sino que navegará con papi», cuenta Sergio con una notable emoción.

«Mi hija está encantada y contenta», revela, «por ahora yo no la ayudo, para eso tiene a su instructor, que es quien se encarga de darle las instrucciones en tierra con un simulador y una vez Leire tiene los conceptos bien claros los traslada al agua». «Tiene que conocer muchas cosas como la trasluchada, la zona de seguridad, la posición en que debe colocar los pies o la posición de la vela», señala, «previamente aprende los componentes de la tabla, porque el windsurf no es una tabla y una vela, hay una botavara, un mástil, un pie de mástil y la tabla».

Extraescolares

 El aprendizaje de Leire no se va a quedar en un mero bautizo de windsurf, ya que le ha gustado tanto que convertirá este deporte en una de sus actividades extraescolares por las tardes una vez que comience las clases esta semana. «Ami no me apetece estudiar inglés como actividad extraescolar, eso ya lo aprendo en mi clase», cuenta, «para las tardes prefiero hacer deporte». Y lo tiene claro. «Nunca se sabe si de esta playa saldrá otra campeona, sobre todo si aprende del 42 veces campeón del mundo», le dice su padre.

Estas mujeres practican este deporte impulsadas por el propio Björn Dunkerbeck. Su escuela forma a cada vez más personas en estas modalidades, un 80% de ellas turistas y tan solo un 20% local. «Vivir en Gran Canaria y no saber o practicar un deporte náutico es como vivir en los Alpes y no saber esquiar», sostiene el deportista. Explica que deportes como el paddle surf han crecido «mucho» en los últimos 10 años, sobre todo en playas con un entorno favorable como la del Águila «con viento del noreste de septiembre a abril y con fuerza de 3 a 6».

Un padre juega con su hijo en Playa del Águila. Andrés Cruz

El Águila no solo es deporte, también es sol y playa como el que disfruta Celsa Díaz, una santaluceña asidua a esta cala desde que era niña. Con sus hermanas, ayer disfrutaba de una jornada soleada. «Venimos aquí porque nos gusta, porque es muy tranquila; venimos por la mañana temprano y aquí nos relajamos».

Otras usuarias como Arlet y Noemi echan en falta servicios y mejores infraestructuras. Arlet considera necesario un lavapiés en el ala izquierda de la playa, mientras que Noemi reclama una mejora en los accesos para adaptarlos a personas con movilidad reducida. Explica que la rampa de madera se encuentra en malas condiciones de conservación y ha provocado la caída de varias personas. Noemi señala que la cala necesita una intervención para acondicionar algunas zonas donde la subida de la marea provoca socavones y reclama también la intervención en las zonas verdes para evitar la presencia de animales como ratas.

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Playa del Águila, en el municipio de San Bartolomé de Tirajana (06/09/2021) Andrés Cruz

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