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Día del Pino

Pino recibe a sus devotos bajo control

Cientos de peregrinos llegan al casco de Teror a pesar de las recomendaciones de no caminar este año | Los visitantes destacaron la sensación de «normalidad»

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Dia del Pino: peregrinos llegando y visitando a Teror José Carlos Guerra

La pandemia impide aún un año más tarde de su inicio que se celebren las fiestas tal como antes de la cuarentena. Sin embargo, ayer en el municipio de Teror los fieles que se acercaron a ver a la virgen del Pino destacaron sentirse casi en la normalidad. Aunque las cifras de visitantes no se acercan ni de lejos a las de antes del covid, las tradiciones comienzan poco a poco a recuperarse, así como la esperanza.

Si por las mascarillas no fuese, casi parecía que ayer el municipio de Teror vivió la normalidad propia de las fiestas del Pino en las calles de su casco. Las cifras indican que, ni por asomo, las inmediaciones de la basílica acogieron a los 30.000 devotos que otros años se acercaban a la localidad para cumplir y pedir sus promesas a la Virgen; sin embargo, la imagen de cientos de personas recorriendo los puestos tradicionales de comida, artilugios religiosos y souvenirs durante la mañana provocó entre los visitantes y vecinos una sensación de nostalgia y alegría al comprobar que cada vez está más cerca el restablecimiento de la vida pre-covid (o por lo menos de una vida más similar. Aunque eso sí, aún con mucho control.

Los agentes de seguridad desplegados por la zona vigilaron en todo momento que los ciudadanos cumpliesen con todas las medidas de seguridad establecidas por el covid, solicitando en varias ocasiones a quienes tenían bajada la mascarilla -incluso aquellos que se encontraban comiendo o bebiendo- que se la colocasen de vuelta o que se apartasen de la multitud. Asimismo, la institución municipal se aseguró de despejar la plaza frente al templo religioso para impedir aglomeraciones en el momento en que comenzase la ceremonia principal, presidida por el obispo José Mazuelos. De este modo, los feligreses que no poseían entradas para introducirse en la basílica debieron arremolinarse alrededor de vallas situadas en las bocas de las vías aledañas al santuario.

Los fieles y foráneos destacaron la limpieza del casco y la mejor movilidad por la bajada de visitas de este año

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A media hora de que comenzase la eucaristía, que tuvo lugar a las 12 del mediodía, los fieles ya esperaban pacientes en la calle principal. Los agentes de la guardia civil y la policía generaron un pasillo central para que pudiera acceder el coche del presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, pero antes de su llegada numerosas personas preguntaron confusas por qué no era posible entrar en la iglesia para ver la misa. Varias señoras mayores ataviadas con vestidos elegantes protestaron por el cierre de las calles, quejándose de los operarios de seguridad de la prohibición y resignándose a quedar rezagados tras la valla, desde no podía escucharse la homilía del obispo. «A nosotras nos ha parecido mal que no hayan dejado entrar en la Iglesia; entendemos que estamos en pandemia y el aforo está muy limitado, pero no comunicaron bien que debían sacarse entradas para asistir a la misa», sostiene Trini Cabrera, respaldada por sus amigas Marisol Jiménez y Esperanza Suárez.

A pesar de que la mañana transcurrió con incidencias y las medidas de seguridad fueron respetadas, algunas restricciones como el acceso al templo en la hora punta (puesto que se efectuaron eucarísticas el resto del día con limitación de aforo, pero sin prohibición de entrada) o recomendaciones como evitar caminar hasta el casco desde otros municipios o puntos de la villa no llegaron a los oídos de todos. Multitud de peregrinos acudieron desde temprano al casco con ilusión por seguir la tradición de todos los años, interrumpida el septiembre pasado por la cancelación de las fiestas.

«La verdad es que hay bastante ambiente, más del que podríamos esperar; sobre todo porque mientras caminábamos no veíamos a mucha gente», expresa Nairobi Díaz, un teldense que realiza desde los 17 años la caminata hacia Teror en la fiesta del Pino. «Aún así para mi es una sensación un poco triste, me da mucha nostalgia porque no es lo mismo de siempre», asevera. «Yo hacía mucho tiempo que no hacía el recorrido caminando, así que me ha parecido gratificante; es pura tradición, pero obviamente aprovechamos para pedir salud y que se acabe ya la pandemia», expresa por su parte María José Bautista. Las peticiones de bienestar, de salud y de la desaparición del coronavirus marcaron (como es lógico) la jornada festiva.

«Este año no queda otra que pedir por la salud, eso es esencial», expresan Ana, Valeria, Mari, Ángeles y Antonia. Este grupo de amigas, la mayoría jubiladas, llegaron sobre las 10.30 horas de la mañana tras salir desde el centro comercial de Los Alisios. «Nos encanta caminar, además ya tenemos esta tradición de ir a ver a Pino en las fiestas», admiten. Por su parte, Georgina González admite que gracias a la pandemia ha descubierto el arte del senderismo. «Buscando hacer actividades al aire libre he acabado conociendo montón de sitios de la Isla; como el barranco de Guiniguada, Los Cernícalos o Las Vacas», sostiene la peregrina, que realizó 12 kilómetros desde Tamaraceite y desde que llegó a Teror observó, en su opinión, que había un mejor ambiente que otros años. «Sinceramente me gusta más como está el municipio ahora que antes de la pandemia; mucho menos masificado, más limpio y organizado», destaca con aprobación.

Los cuerpos de seguridad impidieron la entrada a la basílica a varias personas que no tenían entrada

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También así lo creyeron Juan Antonio González y Sebastián Fustes, vecinos de la capital. «Está muy relajado el ambiente, no hay comparación a la basura que se acumula en otros años por la romería del día anterior», aseveran. Sin rastro de botellas de alcohol en las esquinas, bolsas de plástico o colillas de más. Vestidos con ropa cómoda y un bastón de acompañamiento, ambos salieron sobre las ocho de la mañana de Las Palmas para visitar a la virgen. «Hacemos el camino por tradición, pero sobre todo por capricho», ríe Sebastián, que admite que quieren demostrar que a pesar de la edad -él cuenta con 72 años y su compañero con 84- todavía pueden realizar la caminata.

Annie, Nathalie, Adina y Hanna, sin embargo, fueron a Teror casi de improviso. «Somos suecas, pero estamos viviendo aquí por una temporada haciendo prácticas en el colegio sueco de San Agustín; nuestro director nos habló de esta fiesta y hemos cogido la guagua para verla», añaden emocionadas, sosteniendo lo precioso que les ha parecido el municipio. «Sin duda nos llevaremos chorizo de Teror a la vuelta a nuestro país», añaden entre risas. Finalmente la jornada, que transcurrió sin ninguna incidencia, concluyó tras la salida de la virgen de su templo hasta la plaza, donde centenares de fieles se acercaron desde los alrededores para ofrecerle sus rezos y rezar por un futuro más prometedor.

En la imagen principal, devotos de la virgen del Pino junto a las vallas que impedían la entrada a la plaza. Los fieles esperaron pacientemente que concluyese la misa de las 12, oficiada por el obispo. Abajo a la izquierda, un grupo de amigos comiendo el típico bocadillo de Teror acompañado con clipper de fresa. A la derecha, visitantes esperando su zumo de caña dulce. |

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