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San Bartolomé de Tirajana

Treinta y cinco años al límite

El jefe de bomberos de Maspalomas, Francisco Ramírez, se jubila después de una vida profesional cargada de rescates en el mar, la montaña e infinidad de incendios

Francisco Ramírez se despide de su uniforme y del parque de bomberos donde trabajó 35 años.

Estuvo a punto de perder la vida al quedarse sin oxígeno en una bombona cuando se encontraba en un rescate en el fondo del mar, vio cuerpos destrozados y se quedó arrinconado durante un incendio, pero aguantó 35 años como bombero. «Después de todo, lo mejor que me llevo es haber sido bombero», confiesa. Francisco Ramírez llega al final de su vida laboral como jefe del parque de Maspalomas durante los últimos tres años.

A 30 metros en el fondo del mar, en rescates en la montaña, en edificios ardiendo, en vehículos destrozados o a campo abierto en un incendio forestal. Francisco Ramírez, conocido como Paco, sabe con certeza lo que significa vivir al límite pero al mismo tiempo hacer de su profesión una vida cargada de adrenalina. Y es que en su mochila se lleva 35 años de experiencia laboral en el cuerpo de bomberos de Maspalomas, en San Bartolomé de Tirajana, donde ocupó todos los cargos hasta que recientemente se retiró como jefe del parque, puesto al que accedió en 2018. En su carrera profesional Paco conoció el miedo y, confiesa, en varias ocasiones vio pasar su vida ante sus ojos, pero a pesar de eso nunca se le pasó por la cabeza abandonar la profesión. «Será por la adrenalina del trabajo, imagino, tenía miedo pero cada vez que terminaba el servicio al final me reía y volvía al trabajo otra vez», dice. Paco ya se ha quitado el uniforme, ha soltado el casco y la manguera. «El día que salí por la puerta del parque se me saltaron las lágrimas, pero todo llega, solo tienes que resignarte», relata.

Paco Ramírez se despide de sus compañeros. Andrés Cruz

Antes de ser bombero trabajó como encargado de un supermercado y como operario en el servicio de recogida de residuos municipal, pero desde su adolescencia ya sabía qué profesión quería ejercer. Y lo decidió cuando observó cómo trabajaban los bomberos para apagar un incendio en la casa de una vecina en su Fataga natal. «En ese momento le dije a mi padre que quería ser bombero y me dijo que yo estaba loco» . Pero esa locura le seguiría resonando en la cabeza y cuando a sus 20 años de mudó a El Tablero, recién casado, comenzó a prepararse las oposiciones para ingresar en el cuerpo.

Paco participó en la extinción del gran incendio forestal de 2007 y en el rescate de las víctimas de un accidente de helicóptero en Chira

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Servicios

Era 1984. Estudió y se preparó físicamente para acceder al cuerpo el 6 de junio de 1987, al segundo intento. De aquel primer día tiene recuerdos muy vagos, más allá de aprender a desenvolverse en el parque y limpiar los camiones cisterna. Sí que tiene presente el duro e intenso trabajo que enfrentaron los bomberos de Maspalomas cuando solo existía, para cubrir toda la isla, este cuerpo y el de Las Palmas de Gran Canaria, hasta que en 2003 se creó el Consorcio de Emergencias.

A su memoria llega su participación en servicios tan destacados como el gran incendio forestal de 2007 o el rescate de los cadáveres de los tripulantes y tres turistas del interior de un helicóptero que se accidentó después de socorrer a las víctimas de un accidente de guagua en los alrededores de la presa de Chira. Pero para Paco lo más duro es contemplar cuerpos destrozados. Su servicio más complicado, rememora, fue hace más de 20 años, cuando tuvo que acudir a un accidente donde fallecieron los cinco ocupantes de un vehículo, una conocida familia de El Tablero. «Si la situación es dura, más dura es cuando conoces a las víctimas y tienes que recoger los cuerpos; se pasa mal, pero con el tiempo aprender a sobrellevar estas situaciones», señala. De los mejores servicios, por contra, recuerda el rescate de un niño o de un animal. «Te vas a casa con la satisfacción del trabajo bien hecho», manifiesta.

Paco en el interior de uno de los camiones que ha conducido durante estos años. Andrés Cruz

A lo largo de su etapa como bombero él mismo vivió situaciones que comprometieron su vida, como una deflagración en un edificio cuando el incendio ya estaba apagado y él y sus compañeros aún estaban en el interior, o quedarse atrapado y arrinconado tras un tropiezo durante su actuación en un incendio forestal. «En ese momento tienes que actuar lo mejor posible para sobrevivir y la experiencia es un factor importante para saber escapar del fuego», cuenta. Por eso Paco sostiene que «para ser un buen bombero» se necesitan al menos 10 años de experiencia para lograr un gran bagaje del oficio.

Aquellos servicios antes de la creación del Consorcio, Paco los recuerda con mucha presión. «Había que cubrir la mitad de la isla, éramos 35 bomberos, pocos, y teníamos mucho trabajo; teníamos servicios desde la mañana a la noche y a veces ni te duchabas ni comías porque llamaban desde Telde o Valsequillo y había que ir».

"Antes de la creación del Consorcio había que cubrir la mitad de la isla, éramos solo 35 bomberos y había mucho trabajo", recuerda

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Durante su paso por el cuerpo ha ocupado todos los cargos, hasta llegar a jefe de bomberos. «La responsabilidad de ser jefe es muy diferente porque no se actúa directamente en el operativo, sino que se dirige, y tienes que mirar mucho más por el equipo; colocarte en un estatus superior en el incendio, vigilar a la gente y saber abordar la operación», rememora, «con el equipo que tenía ha sido muy fácil trabajar, son buenos bomberos y nunca hubo inconvenientes».

Los bomberos de Maspalomas han evolucionado mucho en los últimos años, aunque aún falta personal. Recientemente firmaron un convenio con el Consorcio para compartir material y recursos. «El acuerdo es beneficioso porque compartimos todo, hasta el recorrido: cuando el consorcio de Puerto Rico sale para La Aldea, nosotros ponemos un retén en Mogán, y si nosotros nos vamos a Tunte, ellos lo ponen en Maspalomas», apunta.

Paco Ramírez durante la última vez que vistió el uniforme de bombero. Andrés Cruz

Su labor profesional no se ha limitado al cuerpo de bomberos. También fue miembro del GIORS, un equipo de voluntarios creado para ayudar a las personas. «Todos éramos especialistas en rescate de alta montaña, el Gobierno y el Cabildo ponían los recursos y nosotros la experiencia; eso era un complemento, algo que hacía de forma altruista», señala. Eso lo llevó a rescates en Ayacata o Andén Verde. También fue formador en Protección Civil.

El último gran servicio de Paco fue una inundación en unos apartamentos en San Agustín, pero antes de eso enfrentó la pandemia en el cuerpo con la creación de grupos burbuja y falta de limpieza en el parque, situación de la cual se quejaron públicamente. Eso quedó atrás y ya Paco se jubila, a los 60 años. «Como recoge el convenio; fui de los que luchó en el año 2000 para conseguirlo así que debo dar ejemplo», dice, «no estoy cansado físicamente, pero quiero dedicar tiempo a mi familia, a viajar, a leer y a recuperar la montaña». Se va feliz por haber sido bombero, porque logró un sueño. Pero con un último mensaje a sus antiguos compañeros: «si necesitan ayuda, cuenten conmigo».

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