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Valleseco

La sangre de tierra adentro

El Consorcio de Cumbres celebra en Valleseco el Día Internacional de la Mujer Rural

La intérprete Patricia Muñoz, en un momento del cierre del acto dedicado a la Mujer Rural en Valleseco. | | LP/DLP

Artenara, Tejeda y Valleseco conmemoraron, como vienen haciendo desde 2012, el Día de la Mujer Rural con un acto íntimo pero lleno de sustancia e historias para recordar

«Siempre salía descalza como Cristo a buscar leña». Es María Medina Bolaños, con casa en Las Moradas, Artenara y con 92 años, la mayor de los ocho hijos que tuvieron sus padres, Juana y Juan.

María es una de las protagonistas de 15 de octubre, fecha del Día Internacional de la Mujer Rural, pero también título de la revista cuyo segundo número acaba de ser publicado por los ayuntamientos de Valleseco, Tejeda y Artenara, con la aportación económica del Cabildo, y que surgió casi por combustión espontánea como una forma de celebrar la efemérides tras la cancelación de los actos presenciales que los tres municipios celebran desde 2012 para, como afirmaba este viernes el alcalde de Valleseco, homenajear a la mujer de isla adentro por haber sufrido históricamente «la doble discriminación: por el hecho de ser mujer y por vivir en las medianías, donde toda la población dependiente descansaba sobre sus espaldas».

Al acto acudieron los tres alcaldes que representan al Consorcio de Cumbres de Gran Canaria, así como sus respectivas concejalas del área. Por Artenara, Jesús Díaz y Rosa Ojeda; de Tejeda, Francisco Perera y María Eugenia Suárez; y por Valleseco, Dámaso Arencibia y Elsa Montero, que ofrecieron desde la plaza de esta última localidad una presentación en streaming de un spot publicitario en el que mujeres del interior se pasan de pueblo en pueblo una alpargata como símbolo de la huella que han dejado, dejan y dejarán en el legado isleño.

El Consorcio publica una revista anual con el testimonio de las que llenan de vida y sentido a la isla interior

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Una alpargata que, por otra parte, también formaba parte del taller que con motivo del Día Internacional se ha venido desarrollando en los tres municipios y que ha dejado una estela de ‘profesionales’ de la modalidad, tal y como se podrá apreciar en la surtida exposición de una colorida gama de ejemplares que en nada tendría que envidiar a la marca que presuma de su última tendencia.

Pero quién también estaba entre bambalinas entre los abigarrados plátanos de la plaza de Valleseco eran los técnicos de las áreas de Igualdad Elena Díaz y Laura González, de Artenara; Ángel Sosa, de Tejeda; y Juana Eduvigis Pérez y Juan José Sánchez, de Valleseco, configurados desde el pasado año por imperativos de pandemia en una suerte de redacción periodística y que, salvo la impresión, han ejecutado todo el trabajo para que 15 de octubre, la revista, se haya convertido en solo dos números en un impagable relato vivo de las propias protagonistas de la historia de sus municipios, fijadas para siempre en papel y en vía digital, y testimonio a su vez del antes y el después de la realidad de la mujer rural ya que por cada localidad ofrece en sus páginas una entrevista de una mujer joven y otra de mayor edad.

Como es el caso de la citada María Medina Bolaños, que arreglaba sus zapatillas con verguillas y que tiene como vecina a Sara Medina Cabrera, quién a sus 29 años hoy es guía turística en el Centro de Interpretación de Risco Caído.

También marcan las visiones de dos generaciones tan dispares en un mismo lugar común Camila Andrea Pacheco Socas, nacida en Venezuela en 2004, y que ha desandado el camino que hicieran sus bisabuelos volviendo de la mano de sus padres a Valleseco, y que sentencia que «son las pequeñas cosas las que nos hacen conectar con nuestras raíces, y desde aquí proyectar nuestra mejor versión».

Enfrente de página tiene a María de los Ángeles García García, que a sus 84 años desgrana un relato duro, desde que tuviera que dejar la escuela a los diez años de edad para llevar el peso de una casa de once hijos. «Mi infancia fue mi corta», asevera, en la que hizo literalmente de todo, incluida la ropa de la primera comunión de sus hermanos.

Dámaso subraya que sufrían una doble discriminación, por sexo, y por llevar todo el peso de la casa

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Por Tejeda ponen voz María Reyes Espino Espino, nacida en 1956 en Cuevas Caídas, y que estuvo en el colegio hasta los 13 años, en una época en la que «los maestros nos tenían las manos asadas de darnos con unas tablas, y todavía mis piernas se acuerdan de algún castigo en rodillas, con los brazos levantados».

A Espino Espino también le toca bregar con los tomateros en el Sur, donde iba con su madre, para volver a Tejeda al final de la zafra para recolectar almendra, recoger papas, y de vez en cuando, hacer alguna perrería.

Nada que ver con la experiencia décadas después de Nazaret Suárez García, de 31 años, que recuerda la escuela como el lugar en el «solo existía la inocencia», y unas fiestas del Socorro que califica como «las mejores del mundo».

Terapeuta e instructora de yoga, Suárez García ha hecho de Tejeda su centro del mundo, «y da igual el tiempo que pase, siempre será un sitio donde refugiarse y sentirse como en casa».

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