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Ingenio

La cochinilla de Ingenio va a la Real Fábrica de Tapices y a cinco continentes

Las tuneras de Lorenzo Pérez tienen un alto nivel de concentración de ácido carmínico

Lorenzo Pérez, junto a su padre, Lorenzo, en el proceso de secado artesanal de la cochinilla.

La cochinilla que produce Lorenzo Pérez en la finca que tiene arrendada en Ingenio es la única del Archipiélago que cuenta con el sello de la Denominación de Origen de Protegida (DOP) ‘Cochinilla de Canarias’. El alto grado de concentración de tinte rojo que producen las 2.500 tuneras que cuida en la zona de Marfú ha hecho que entre sus clientes figuren la Real Fábrica de Tapices, y varias empresas textiles localizadas en cinco continentes.

Tras dos años mimando y analizando al detalle la producción de estas plantas, que ocupan casi una hectárea, este productor ha conseguido superar incluso el reto que se había propuesto dentro de los niveles de ácido carmínico. Así, del 19% que está establecido para otorgar esta distinción de calidad, ha logrado que estas tuneras produzcan hasta un 23,49%. «Tienen una potencia tremenda, pues sólo con seis gramos de carmín se colorean unos cinco kilos de jerseys de lana», destacó ayer ante la muestra que el Cabildo insular acaba de inaugurar sobre ‘La cochinilla en Gran Canaria’ en el escaparate de la calle Bravo Murillo, que se puede visitar hasta el próximo día 10 de noviembre.

Pero si bien se mostró orgulloso de cómo los 300 kilos de cochinilla que produce cada año se los quitan de las manos, lamentaba que este cultivo que estuvo en auge en la isla el siglo XIX haya perdido fuerza en toda Canarias donde sólo unas 20 familias, muchos ya agricultores jubilados, atienden estas plantas. Explicaba que la falta de ayudas públicas ha provocado que la cosecha no resulte atractiva para los que tienen pequeñas producciones porque por un kilo, que cuesta recolectarlo, se pagan sólo de 18 a 20 euros.

Ante esto, y como presidente de la Asociación de Criadores y Exportadores de Cochinilla de Canarias (Acecican), aprovechó para hacer un llamamiento a las administraciones a que promocionen este cultivo, y también a los jóvenes para que se animen a producir cochinilla porque «hay una gran demanda por parte de la industria textil, de alimentación y farmacéutica por lo que las multinacionales están comprando todo lo que se produce en Perú, sin preocuparse de que las fincas estén registradas».

«La industria textil y alimentaria demandan mucho este producto que se trae desde Perú»

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Pero, el único productor de cochinilla de las islas y toda Europa, en realidad enfocó primero su futuro hacia la ingeniería informática. Aunque creyó que esos estudios universitarios eran la mejor decisión, al concluir la carrera, en la crisis económica de 2008, se percató de que «no era sencillo emplearse en esta actividad» y optó afrontar el futuro en la mismas labores en las que ya lo habían trabajo su bisabuelo Lorenzo, su abuelo Domingo, y su padre Lorenzo, y hoy es el propietario de la empresa Canaturex.

A lo largo de los últimos diez años se ha tomado muy en serio no sólo todo lo que tiene que ver con estas plantas de la familia de la cactáceas sino todos los trámites burocráticos para conseguir la denominación de origen y hasta el sello ecológico para esta producción. «Le he hecho el trabajo gratis al Gobierno canario porque he redactado todo el informe sobre la denominación, que después se remitió al Ministerio y luego a la Comisión Europea», señaló.

Con todo, este productor y el único exportador de cochinilla de toda Canarias añadió que, dado que este cultivo no puede producirse en ningún otro lugar de Europa, «hay que aprovechar este legado de nuestros antepasados, para promocionarlo como una fuente de empleo».

En la muestra que acoge el Cabildo, y que ha organizado la Consejería de Soberanía Alimentaria, se puede ver como es el proceso de producción, la recolección y el secado artesanal, en el que se vigila hasta que no se cuele ni una púa. También, a través de un video, que ha realizado el Ayuntamiento de Ingenio se puede ver como en 1.820 muchos agricultores del Archipiélago se dedicaban a este cultivo, que ha ido desapareciendo, pese a que ese ácido carmínico se usa no sólo para pintar labios o teñir lana, sino en helados, yogures, y hasta en la carne.

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