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Ganadería

Una isla liberada de macrogranjas

La escasez de terrenos despoblados y los problemas para eliminar los residuos impiden la ganadería industrial | Gran Canaria mantiene 1.300 explotaciones

Una isla liberada de macrogranjas

La isla de Gran Canaria está libre de las macrogranjas, al menos en la magnitud de las que han abierto la polémica tras las declaraciones del ministro Alberto Garzón, pero sí existe preocupación entre las administraciones públicas y los colectivos sociales por el bienestar animal y las consecuencias medioambientales de la ganadería intensiva o industrial, aquella en la que los animales son criados en lugares cerrados y con alimentos procesados.

La primera razón de que no existan macrogranjas en la isla, según coinciden todas las fuentes consultadas, es la escasez de territorio, pues es imposible encontrar un espacio apropiado para instalar unas infraestructuras capaces de recluir a miles de cabezas de ganado porcino o bovino o a millones de aves, como ocurre en varias comunidades autónomas de la Península.

No solo se trata de ubicar a esos animales en grandes naves para su engorde y sacrificio, también pesan las dificultades para eliminar después los residuos que producen.

La estadística revela que el número de empresas ganaderas disminuye cada año en Gran Canaria

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La planta avícola de Piensos Atlántico en Costa Botija (Gáldar), en unas instalaciones rehabilitadas que anteriormente habían acogido una granja de cerdos de la empresa Graporsa, es lo que más se asemeja en Gran Canaria a una macrogranja, aunque el número de pollos no supone ni el 5% de los que se crían en algunas grandes empresas de la Península.

También se podría citar la granja bovina de la Leche Sandra en la localidad de Vargas (Agüimes), que ha llegado a tener hasta medio millar de reses para ordeño, pero sin comparación con los complejos ganaderos que han suscitado la polémica política de la última semana.

Aunque no existe una normativa que establezca exactamente qué se considera una macrogranja, por hectáreas ocupadas o número de cabezas de ganado, se han definido como aquellas que se dedican a la cría intensiva y acumulan miles de cabezas, por ejemplo entre 2.200 y 6.250 en el caso del ganado porcino. Llegar a esas cifras en Gran Canaria es impensable, pues congregar a más de 500 vacas o más de 300 cerdos bajo un mismo techo ya supone una aventura empresarial, tanto por la necesidad de importar los piensos y el forraje para su alimentación como para vender después la carne a un precio rentable, precisamente por la competencia de los productos procedentes de las macrogranjas de la Península o de las importaciones de Argentina o Uruguay.

Una isla liberada de macrogranjas

La polémica levantada tras las declaraciones del ministro de Consumo no ha pasado desapercibida en Canarias y, pese a que no se considera un problema, el presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, ha encargado un informe a la Consejería de Sector Primario y Soberanía Alimentaria para conocer la situación actual de las explotaciones ganaderas, según adelantaron fuentes de ese departamento.

Las últimas estadísticas publicadas por el Gobierno de Canarias, correspondientes a 2020, señalan que ese año se contabilizaron en Gran Canaria 12.931 cabezas de ganado bovino (de las 19.684 de todo el Archipiélago), 5.781 de porcino (40.968), 52.217 de caprino (202.887), 17.773 de ovino (40.895) y 1,18 millones de gallinas (3,07 millones entre todas las islas). Por tanto, en toda Gran Canaria hay tantos cerdos como en una sola macrogranja de Aragón o Cataluña. Respecto a hace una década, ha subido el número de vacas, hay menos gorrinos y cabras y similar cifra de ovejas.

Camino Sagrera: «Es la oferta y demanda, si se consume tanta carne alguien querrá producirla barata»

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Según los datos del Istac, en la isla había ese año 1.369 explotaciones ganaderas, 200 menos que en 2016, de un total de 4.039 en toda Canarias, donde también se registran 800 granjas menos que hace cuatro años. Por especies, en Gran Canaria había 336 explotaciones ganaderas de bovino, 442 de caprino, 324 de ovino, 93 de porcino, 111 de gallinas y 22 de conejos.

Distribución

Por municipios, la mayoría de ellas se concentran en Telde (203), San Bartolome de Tirajana (98), Ingenio y Las Palmas de Gran Canaria (96), Agüimes (94), Valsequillo (92), Arucas y Teror (68) y Gáldar (65).

Los técnicos que conocen a fondo el sector ganadero, como Agustín González, gerente del Matadero Insular, sostienen que en Gran Canaria no existen macrogranjas sin son entendidas como industrias intensivas y con miles de animales, pues a lo máximo que se ha llegado es a rondar las 700 u 800 cabezas. A su juicio, únicamente la isla de Fuerteventura tiene superficie y espacios despoblados para instalarlas. De hecho, ya existe allí una planta de ganado porcino con algunos miles de cerdos, aunque la cifra que se toma como referencia es el número de madres y no se acerca ni de lejos a las de la Península.

Como regla general, se entiende que es una macrogranja cuando supera los 5.000 ejemplares. En muchos casos, esas grandes empresas ganaderas tienen sus propios mataderos y controlan toda la cadena de comercialización, mientras en Canarias todos los sacrificios se deben realizar en los mataderos públicos de los cabildos.

Rafael Hernández, presidente de la Confederación de Organizaciones Agrícolas y Ganaderas de Canarias (COAG), considera que «se ha montado un debate en el aire, pues no hay ninguna norma que diga a partir de cuántas cabras, vacas o gallinas se considera una macrogranja, que es un nombrete que le han puesto a las empresas gigantes».

Las granjas están muy por debajo del número de animales de las instalaciones de la Península

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En Canarias, sostiene Hernández, «es lógico» que no haya macrogranjas porque las islas son pequeñas, con una orografía abrupta y con una gran presión sobre el territorio, pues el 40% está protegido y dispone de una legislación muy reglada sobre las actividades a desarrollar. Además, apunta a cuestiones culturales y de identidad del campo isleño, con explotaciones de tipo familiar donde no se sobrepasan las 20 o 30 cabezas de ganado.

«No estamos expuestos a ese problema y es una ventaja, porque aquí sería muy complejo sacar el estiércol y los purines de una de esas granjas gigantes», comenta el dirigente de la COAG, quien recuerda que las pequeñas explotaciones utilizan esos residuos animales como abono para la agricultura, con lo que se crea un circuito natural que no daña el medio ambiente.

Una isla liberada de macrogranjas

Las granjas grancanarias, a su juicio, están ahora más profesionalizadas y cumplen las normativas de forma mayoritaria, pues en caso contrario se exponen a dejar de recibir las ayudas. Pueden, por ejemplo, gestionar 200.000 gallinas sin mayores complicaciones, como en Costa Botija, pero no ocurriría lo mismo con una macrogranja de tres millones de aves o de más de 2.000 cerdos. De hecho, las explotaciones porcinas de Gran Canaria no han sobrepasado nunca las 300 madres, según técnicos del Gobierno regional.

Todos los consultados coinciden en que ningún fondo buitre va a elegir Canarias para instalar una de esas macrogranjas, pues tampoco sería rentable por la necesidad de importar la comida para los animales y luego deshacerse de los residuos generados.

Camino Sagrera, veterinaria que ha participado en varios proyectos de bienestar animal en Vargas o La Aldea y que ahora asesora a jóvenes ganaderos, asegura que esta polémica ya existía antes de las declaraciones de Garzón y recuerda que veterinarios, ingenieros y técnicos de medio ambiente llevan muchos años trabajando en ello. No obstante, avisa de que Canarias hay criterios diferentes a la Península, aunque en su día se llegó a proyectar desde el Gobierno un plan de desarrollo ganadero que incluía granjas de vacas y cerdos en edificios de varios pisos. Eso se descartó luego.

Una empresa de aves en Botija y otra de vacas en Vargas son las que más se asemejan

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Sagrera opina que se deben distinguir tres modelos de ganadería -la extensiva, la intensiva y las macrogranjas- y vincularlas al concepto del territorio, no al número de cabezas, pues hay explotaciones de 500 vacas que no generan daños y otras de 40 o 50 animales que sí lo hacen.

Frente «a los que levantan la voz» en este debate, la veterinaria afirma que la producción masiva va a depender de la oferta y la demanda. «Si consumimos una cantidad de carne que no es lógica en nuestra dieta, pues habrá empresas que la quieran producir con niveles rentables, la gente debe concienciarse de eso», concluye.

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