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Mogán

La joven semilla que germina en Mogán

Adrián, Guillermo, Daniel y Cristian buscan su futuro en el campo y recuperan terrenos agrícolas

Por la izquierda, Guillermo Bueno y Adrián Saavedra en la finca del primero en el barranco de Mogán.

Aún son pocos, pero el campo recibe gente joven con proyectos para impulsar la agricultura y potenciar el agroturismo en un municipio como Mogán, donde se potencia el pueblo y Cortadores.

Adrián Saavedra es estudiante de arquitectura, Guillermo Bueno es ingeniero industrial y los hermanos Daniel y Cristian Vega son hosteleros y todos tienen la misma pasión: el campo. Y tal es su amor por el sector primario que los cuatro se han lanzado a impulsar la agricultura en distintos puntos de Mogán con el objetivo de contar con un proyecto de futuro y de crear paisaje en una localidad donde prima el sol y la playa. Uno ha adquirido terrenos en desuso para potenciar el uso agrícola mientras otros han aprovechado distintas fincas familiares poco explotadas. Y allí no solo cultivan los frutos tradicionales de Mogán, como el mango y el aguacate, sino que además se lanzan a experimentar con nuevas plantaciones, como la guanábana, originaria de Sudamérica, o la fresa, una variedad que en Gran Canaria se cultiva tradicionalmente en Valsequillo. Adrián, Guillermo, Daniel y Cristian forman parte de la nueva remesa de jóvenes agricultores que miman las nuevas semillas que germinan en Mogán.

Por la iquierda, Daniel y Cristian Vega, en su huerto de fresas en la finca que tienen en los Llanos de Cortadores. Juan Castro

De sol a sol y desembolsando grandes sumas de dinero para poner los terrenos a punto. Ese es el secreto para que estos cuatro jóvenes agricultores hayan sacado adelante sus fincas durante el último año y medio con el objetivo de que empiecen a ser rentables, como pronto, a partir del próximo invierno. Y todos tienen algo claro: «quiero trabajar para mi y no para otros», aclaran convencidos.

Las historias de los cuatro campesinos empiezan a ir en paralelo pero el camino hasta llegar al campo ha sido distinto. Adrián Saavedra tiene 23 años y, junto a su padre José Juan y su hermano Aitor , tenía un sueño: comprar una finca donde recrearse los fines de semana, como hobby. Se pusieron manos a la obra y hace un año y medio adquirieron una finca de 8.000 metros cuadrados en El Horno de la Teja, en la zona alta del pueblo de Mogán.«Buscábamos una tierra donde invertir y plantar para también tener un negocio con rentabilidad a futuro», explicaAdrián.

La pasión por el campo le viene de sus abuelos que trabajaron la tierra, pero no de sus padres quienes se vincularon al sector turístico. «Siempre tuvieron esas ganas de tener un trocito de tierra donde desconectar», relata. En noviembre de 2020 compraron una parcela que estaba en desuso y en enero de 2021 comenzaron a acondicionar el suelo para plantar en marzo de ese año los primeros 120 aguacateros y 100 mangueros, además de hacer «una pruebita con 30 guanábanas, un cultivo que todavía no tiene mucho auge en Canarias pero que puede ser una fruta subtropical con bastante salida en el futuro», cuenta el joven agricultor, quien a pesar de su interés por la tierra no abandona la arquitectura y prevé coger «los trabajos que vayan saliendo» una vez pueda estar colegiado.

Los jóvenes defienden la recuperación de suelo para crear paisaje y como forma de conservar el medio natural

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Adrián aprende de la tierra por internet y a través de los cursos que ofrece el Ayuntamiento de Mogán, donde conoció a Guillermo, para quien ahora trabaja. De los 8.000 metros tiene ya 7.000 cultivados y a futuro quiere impulsar un proyecto de agroturismo. «Recuperar la tierra en desuso es una satisfacción; cuando planté el primer mato estaba más feliz que con 15 días de vacaciones porque para llegar a plantarlo necesité seis meses de trabajo previo». Para él, el campo no solo es cultivar y comer, también es crear paisaje. «No solo es tener una finca para producir, sino que generamos un paisaje para un municipio turístico que no solo vende sol y playa».

Su jefe y amigo, Guillermo Bueno, no ha invertido desde cero sino que ha cogido la finca de sus padres, en deterioro, para darle una vuelta y mejorar todas las infraestructuras. En 2020 volvió de Londres, donde estuvo cuatro años, y empezó a cultivar mangos y aguacates en cuatro de las ocho hectáreas que tiene en el barranco de Mogán. «Si dio el año pasado 6.000 kilos de mangos, 6.000 de aguacate y 2.000 de naranjas fue demasiado, eso son pérdidas, empezará a dar lo que le corresponde el año que viene», señala.

Por la izquierda, Adrián Saavedra y Guillermo Bueno. Juan Castro

Como joven agricultor, Guillermo reconoce que no es un trabajo sencillo. «Estás de sol a sol, y cuando no hay sol también porque la burocracia es tan grande que cuando se hace de noche me paso al ordenador para conseguir tenerlo todo en regla», relata. En su finca instala además nuevas tecnologías como un riego automático que pueda controlar por el móvil, o censores de temperatura y humedad.

Guillermo ha instalado ya un puesto en el Mercalaspalmas y a futuro quiere conseguir «buenos contratos» con cadenas de supermercados. «Aspiro a tener un precio estable desde principios de año para saber la rentabilidad anual; eso te garantiza una estabilidad económica», manifiesta, «y luego si se puede exportar, pues mucho mejor».

A varios kilómetros, en los Llanos de Cortadores, en los altos de Arguineguín, los hermanos Daniel y Cristian Vega, de 39 y 35 años, están impulsando la finca de su padre. En 2020 volvieron de Noruega después de diez y siete años después de que Daniel tuviera dos hijos, y en su finca tienen ya plantados kiwi, almendros, lichi, limoneros, naranjeros, parras y fresas, su gran proyecto. «Hemos hecho un pequeño huerto para cultivar fresas y están arraigando muy bien», explica Daniel, «eso es posible en la zona sur porque están en medianías, a 700 metros de altura.

«Quiero llevarme a grupos de noruegos para que aprendan a hacer pan, coger zanahorias, naranjas o hacer zumos», relata Daniel Vega

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Por delante, los hermanos tienen en mente elaborar vino y poner en marcha un proyecto de agroturismo. «Quiero llevarme a grupos de noruegos para que aprendan a hacer pan, coger zanahorias, naranjas o hacer zumos», relata Daniel, «y explicarles todo lo que tiene que ver con el campo, con carteles informativos sobre cuándo florece o la exigencia de agua que tiene cada fruto».

La familia de Daniel y Cristian siempre estuvo vinculada al campo, pero ellos no habían trabajado allí directamente y reconoce que es duro. «Conlleva muchos dolores en los brazos y visitas al fisioterapeuta, pero estoy a gusto porque tengo toda la carne puesta en el asador, este es nuestro proyecto de vida», revela Daniel, para quien recuperar el suelo es clave «porque en la ciudad se vive, no se planta». Y además recuerda que un suelo cultivado frena los incendios forestales y las riadas. «Hacemos una importante labor de conservación medioambiental», sentencia.

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