«Desde chica he tenido una ya incurable afición a escribir», dice Dolores de la Fe a través del tiempo. El ímpetu que marcó la vida y obra de la periodista y escritora grancanaria la llevó a recorrer las redacciones convirtiéndose en una figura reconocida por la cultura canaria. Celebrado el centenario de su fallecimiento en 2021, el Cabildo de Gran Canaria la nombra como hija predilecta a título póstumo en los Honores y distinciones de 2022

Nació el 5 de septiembre de 1921 y, alentada por sus maestros y profesores, siguió tecleando en los medios de comunicación al estilo de Falange, El Eco de Canarias, Diario de Las Palmas, La Gaceta de Canarias y LA PROVINCIA, con tiempo suficiente para ser corresponsal de La Vanguardia y el diario madrileño Ya. Las actividades informativas las compaginó con las literarias, como resultó el folletín encuadernable Una vaca con satélite. Su rúbrica resalta en esta ocasión con el músico Teddy Bautista y el expresidente insular José Miguel Pérez, también nombrados Hijos predilectos.

Teresa González de la Fe, Cristina, Pedro y Eduardo, sus hijos, con ayuda de su primo Juan Antonio Martínez de la Fe, conservan el legado de su madre, quien falleció el 11 de junio de 2012. Pronto verá la luz una publicación en la que se recopila una selección de los más de 1.500 artículos que escribió en vida, además de algún manuscrito inédito de novela, lo cual se suma a su trayectoria literaria en textos como Happenings para Jacob (1972), Las Palmas casi ayer (1978), Isla espiral (1982) o Tiempo en sepia (1988), obsequiado con el Premio de Novela Ángel Guerra. 

Reconocimiento a la escritora

«Este reconocimiento abre posibilidades a que las nuevas generaciones la conozcan porque, al haber un respaldo institucional, se puede llegar un poco más lejos», estima Cristina, quien está «jubilosamente» jubilada tras ejercer como profesora de secundaria, «nuestra madre es atemporal, nunca se ciñó a su época, a pesar de sufrir en sus carnes el ninguneo a las mujeres». Al principio, debía firmar con pseudónimo y, después, como Luis Bonilla, hasta que en la década de los 60 utilizó su nombre y apellidos. Teresa habla del complejo que acompañó a Dolores de la Fe por no ir a la universidad puesto que, a pesar de estar becada, «su padre no la dejaba ir porque consideraba que su función era casarse, era una cuestión moral, pero sin ser activista política, mi madre sabía que había otras posibilidades al haber vivido la República, la Guerra y la posguerra, con los miedos que trajo».

Entonces, conoció a Pedro González Gallego, piloto de aviación y fundador y jefe del Escuadrón de Salvamento, con el que se casó a los 30 años en una boda íntima que fue contra la costumbre. La joven pareja pasó la luna de miel en una caseta de Tamadaba, «era diferente a los cánones de la época, para vergüenza de la familia y, en el entierro, una compañera del instituto se acercó para decirme que estaba fuera del molde, siempre fue excepcional», reflexiona Teresa. Los años pasaron y prefirió renunciar a los clubes donde se reunían las esposas de los militares, a pesar de los cuchicheos. 

En las páginas de este periódico comparte, un día después, la distinción del Cabildo de Gran Canaria con su amiga íntima Carmen Laforet, reconocida como Hija adoptiva. En el verano de 1932 juntaron sus miradas en la ventanilla de la secretaría del Instituto Pérez Galdós cuando se matricularon en Bachillerato. Esta amistad perduraría en el tiempo, tan singular por su brillantez y osadía, que encauzó desde el principio la pasión por la literatura en el periódico escolar Grupitos Habla, escrito por ambas y a cuya redacción amateur se añadió Carmen Lezcano y Julia Cuenca. En un futuro cercano, llegaría a codearse con Néstor Álamo, Pepe Dámaso o Juan Rodríguez Doreste y, a nivel nacional, con escritoras de la talla de Gloria Fuertes.

El periódico Grupitos Habla

El original descansa en el Fondo María Dolores de la Fe en el Archivo Universitario de Las Palmas de Gran Canaria, el cual consta tanto de documentos personales como artículos, notas y borradores de textos literarios. En la primera página de aquel diario de folios está el texto Otoñal: «Dulzura y tranquilidad en esta tarde de otoño. Paz bendita y soledad augusta se respira… Tarde gris de otoño. Tarde que invita a pensar y recordar. La tarde quieta. Los árboles quietos. El mar quieto. Nada se mueve. Está oscureciendo. Las luces de la calle, como si obedecieran a una orden militar, se han encendido todas a la misma vez. ¡Qué feliz me siento! Aquí, sola. Todo lo contemplo y todo me admira. Atardecer de otoño. Atardecer silencioso y quieto. ¡Paz bendita! ¡Paz otoñal! Viejo amor (resucitado). Sin firma, pues pertenecía a todas, la composición narrativa refleja la sensibilidad con la que descubrían el mundo las adolescentes que se reunían para crear y existir».   

Teresa vive en Tenerife, donde ha desempeñado su carrera como profesora de Filosofía de la Universidad de La Laguna, y recuerda una anécdota de su infancia: «Cuando era pequeña había que hervir la leche en un caldero de cuatro litros, yo me ponía con ella y, si lo hacía bien, me dejaba escribir a máquina. Éramos felices y, no sé cómo, sacaba tiempo para todo, ya que la filosofía de mi madre era ir al golpito». Sin prisa pero sin pausa, con un pulso que dejó en su estirpe el interés y la pasión por la literatura.

Te puede interesar:

El humor definió el carácter de Dolores de la Fe, quien agudizaba los sentidos para hacer una crítica mordaz y entendible. «Siempre le quitaba hierro al asunto, ¡me gustaría ser la mitad de optimista que ella!, y estaba ahí para escuchar. En Isla espiral me llamó la atención cómo muestra un profundo conocimiento del alma femenina, tal y como lo veíamos en casa cuando fomentaba la igualdad», describe su progenie. Los hermanos están reunidos mediante la literatura a su madre. «Notas la ausencia porque tendría que haber sido ella quien recogiera esta distinción», coinciden las hermanas. La recibirá, allá donde esté.  

En el archivo de la autora

«La vida y los libros han sido excelentes maestros. Por eso, cuando se han referido a mí llamándome periodista, siempre he pensado que es una injusticia. (...) Anécdotas aparte, lo cierto es que antes de los siete años escribía un diario de rocambolescos sucesos, en vista de que la realidad era muy otra: en aquellos años jamás me pasó nada, que en cierto modo reflejaba la vida ciudadana de entonces: tampoco pasaba nada». | D.D.F.