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Medio Ambiente | La historia del movimiento verde

Medio siglo de ecologismo en la Isla

José Julio Cabrera analiza en un libro los orígenes de la lucha por la protección del medio ambiente en la Isla | Sitúa el nacimiento en Kunkel y el Día del Árbol de 1969

Medio siglo de ecologismo en la Isla

Aquel primer Día del Árbol fue organizado por el Grupo Montañero Gran Canaria y es el punto de partida de José Julio Cabrera para contar en primera persona la historia de las batallas por conservar el medio ambiente en la Isla, desde aquella aventura de un grupo de amantes de la naturaleza hasta la actual unión del movimiento ecologista canario en la Federación Ben Magec.

Y desde logros como derribar un hotel en las Dunas de Maspalomas o evitar un teleférico entre Agaete y el Pinar de Tamadaba a decepciones como no haber protegido del tráfico la zona de La Laja o haber fracasado en los dos primeros intentos de tener un Parque Nacional en la isla.

Por las 280 páginas de Memorias de la revolución verde desfilan los hechos más relevantes de los 50 años del movimiento ecologista, aunque el autor se extiende especialmente en la primera época, que sitúa entre 1967 y 1977. «Me centro en esa etapa porque es la menos conocida y sobre la que hay menos documentación histórica», explica el autor.

Cabrera confiesa que fue su familia la que le instó a escribir este libro para que no se pierda toda la información que guarda de aquellos tiempos en los que fue protagonista, primero como presidente del Grupo Universitario Montañero y después de la Asociación Canaria para Defensa de la Naturaleza (Ascan).

Medio siglo de ecologismo en la Isla

«Yo he vivido estos 50 años a los que se refiere el libro, menos el mes anterior a aquel primer Día del Árbol porque estaba en el cuartel, y tengo información que no tiene más nadie; tuve la suerte de dar con Günther Kunkel y aprender con él sobre plantas, luego me interesé por la vulcanología o la arqueología, de alguna forma todo me ha ido trayendo a este libro», comenta.

Alimañas

En aquella España del franquismo, el ecologismo y la preocupación por el medio ambiente simplemente no existía. La única normativa era la conocida como Ley de Alimañas de 1953, aprobada para que cualquiera pudiera matar lobos, osos o linces ibéricos si se los encontraba de frente. Alguien podía acabar a palos con la vida de un perro y no pasaba nada. Todo empezó a cambiar con Félix Rodríguez de la Fuente, pero los resultados en forma de leyes no se vieron hasta muchos años después. Por eso, el inicio de la concienciación medioambiental en la isla tuvo que venir de botánicos extranjeros, como el sueco Eric Sventenius y los alemanes Günther y Mary Anne Kunkel, a los que pronto se unieron naturalistas grancanarios como Jaime O’Shanahan o Manuel Álamo Tavío.

«Kunkel -relata el autor del libro- nos empezó a recordar y a descubrir que hay centenares de plantas únicas en el mundo, que solo se pueden ver en Canarias». Después apareció por la isla la Audubon Society norteamericana, con dos expediciones para conocer el pinzón, una gran oportunidad para promover el turismo de naturaleza, «pero nadie les hizo caso».

Cabrera también cita como grandes precursores del ecologismo en Gran Canaria a Luis Cristóbal García-Correa y Servando López Peláez, los dos primeros presidentes de Ascan, al periodista Antonio Cardona Sosa y al acuarelista Pedro del Castillo Olivares. Entre los políticos solo destaca a tres: Carmelo Padrón, José Fernández y Javier Tadeo. De los demás admite que algunos tuvieron «buena voluntad», pero escasos resultados.

De la primera etapa, que Cabrera da por finalizada en 1977 con la salida de los Kunkel de la isla tras las campañas de acoso a las que fueron sometidos por las autoridades tras liderar el movimiento de oposición a un hotel y a un teleférico desde Agaete a Tamadaba. Esa batalla se ganó y se salvó ese espacio natural, pero los Kunkel tuvieron que irse a Murcia a continuar sus investigaciones.

El propio Cabrera asegura que él también estuvo a punto de perder su trabajo en La Caja de Ahorros cuando, como presidente de Ascan, impugnó la venta de Guguy, propiedad hasta entonces de esa entidad financiera, al empresario suizo Helmut Rahms por una cantidad ridícula.

La segunda época, que el autor sitúa entre los años 1977 y 1992, recoge la creación de colectivos como Turcón, El Paño, Cocabi, La Vinca o Salvar Veneguera. Batallas de esos años fueron las de evitar que el auditorio se construyera en La Puntilla, la Variante de Tafira, la central térmica de Juan Grande o la protección de las pardelas. «Al principio había mucho voluntarismo, pero poca preparación científica en los representantes de los grupos ecologistas», rememora.

Eso empezó a cambiar con la llegada de la democracia, pero también se politizó el movimiento. Ascan, según Cabrera, lo sufrió más que ningún otro grupo porque algunos de sus miembros, que desde su fundación en 1970 siempre habían dejado en la puerta sus preferencias partidistas, se retiraron de la lucha.

La tercera etapa, de 1992 a 2019, narra el nacimiento de la Federación Ben Magec, que agrupa a la práctica totalidad de los grupos ecologistas del Archipiélago, y las últimas batallas a favor de la preservación del medio ambiente, como las del macromuelle de Agaete o Chira-Soria.

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