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El cambio climático pone en riesgo las salinas y los búnkeres de Gran Canaria

El Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo alerta del deterioro del paisaje de costa por la subida del mar

Búnker y cuevas de la playa de El Burrero, en el municipio grancanario de Ingenio

El cambio climático está afectando al planeta en todos sus ámbitos y de ello no escapa el patrimonio cultural, que en el caso de Gran Canaria no solo se encuentra expuesto a los grandes incendios por el calentamiento global o a las catástrofes causadas por los fenómenos meteorológicos, sino también por la subida del nivel del mar. El paisaje costero puede ser muy diferente dentro de unas pocas décadas y en ese cambio corren peligro de desaparición los yacimientos arqueológicos del litoral, las salinas o los búnkeres de la Segunda Guerra Mundial.

Con motivo del Día Internacional de los Monumentos y Sitios, que se celebra este lunes 18 de abril, el Servicio de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria ha hecho público un informe en el que señala que esta efemérides «brinda la oportunidad de acercar dos materias a las que no siempre se les supone una relación estrecha, como son el patrimonio cultural y el cambio climático». 

Se trata, según sus autores, encabezados por el arqueólogo Xavier Velasco, «de un vínculo que en la última década ha generado un volumen destacado de trabajos, en particular los orientados a destacar el potencial de la investigación y la práctica de la conservación del patrimonio para ofrecer vías resilientes al clima y fortalecer el desarrollo sostenible». 

El estudio cita el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático 2021-2030 del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, aprobado en  2020, que señala que «el conocimiento vernáculo y tradicional tiene un evidente valor potencial en la lucha contra el cambio climático» y que «el patrimonio cultural, entendido como repositorio de la experiencia y el conocimiento acumulados por la humanidad a lo largo del tiempo, constituye un activo valioso para la adaptación». 

Así, las sociedades humanas, «a través de métodos de prueba y error, han construido culturas adaptadas a los climas en que se han desarrollado, dando forma a estrategias y soluciones en campos tan relevantes como la agricultura, la vivienda o el urbanismo». Por tanto, añade ese órgano del Cabildo, a la vez que el patrimonio cultural puede ser una fuente de conocimiento desde la que abordar la lucha contra el cambio climático, es también uno de los agentes más importantes para entender su deterioro. 

El conjunto de variaciones ambientales asociadas al calentamiento global y las consecuencias que de ellas se derivan «son directamente responsables de la afección y la desaparición de numerosos bienes del patrimonio cultural repartidos por el planeta». Y no solo hay que pensar en monumentos, yacimientos arqueológicos o enclaves etnográficos que se están viendo físicamente comprometidos. Se ponen como ejemplo los cada vez más frecuentes incendios a gran escala o el imparable ascenso del nivel del mar. 

«Esta dinámica de cambio -advierte el Servicio de Patrimonio- está suponiendo la modificación y desaparición de paisajes completos y, con ellos, de una gran cantidad de prácticas tradicionales, conocimientos, formas de vida, herramientas, referentes de la memoria y la identidad colectiva». 

Por tanto, el cambio climático es sinónimo de destrucción de patrimonio material e inmaterial, por lo que no poner límites a esta situación conduce a una pérdida irreparable. «Un ejemplo cercano de lo dicho es el patrimonio salinero de Gran Canaria, que está sufriendo los efectos negativos de la progresiva subida del nivel del mar. Hoy están en peligro de desaparición no solo los diferentes elementos que componen estas industrias extractivas, sino también el paisaje costero que durante siglos hizo de estos territorios lugares únicos y la memoria colectiva de un territorio vivo», sostiene.

El calentamiento global, según los técnicos del Cabildo, puede hacer desaparecer también parte de la memoria más reciente, pues los cambios ambientales y, sobre todo, el ascenso del nivel del mar, amenazan a unas construcciones, los conocidos como búnkeres, que con el paso del tiempo ya se han hecho cotidianas en el litoral grancanario. 

Al respecto, recuerdan que la tentación española de entrar en la Segunda Guerra Mundial al lado del Eje planteó el riesgo de una ocupación británica de Canarias, ante lo cual las costas isleñas fueron fortificadas entre 1940 y 1943. 

En Gran Canaria, objetivo principal del proyecto de ocupación aliado, fueron construidos más de cien nidos de ametralladoras y casamatas para cañones. «Su ubicación preferentemente costera ha expuesto estas construcciones al batir del mar, cada vez más intenso y destructivo, deteriorando incluso estas obras de fortificación», alertan.

En una situación igualmente comprometida se encuentran los yacimientos arqueológicos en los que se ha conservado la huella de la vida y la muerte de los antiguos canarios. Asentamientos litorales, tumbas, cuevas naturales y artificiales muestran, cada vez con mayor frecuencia, signos evidentes del deterioro que está suponiendo la acción del mar. 

Entre esos lugares en riesgo se citan la Cueva de Playa Chica de Sardina (Gáldar), la necrópolis de Pozo Izquierdo (Santa Lucía) y las Cuevas de Malpaso (Telde), que sufren directamente los graves problemas de erosión del mar y que afecta ya a rellenos arqueológicos y a los soportes naturales en los que se enclavan estos yacimientos. 

Deterioro irreversible

«Por todas estas razones debemos ser conscientes que, entre otras graves consecuencias, el cambio climático está poniendo en peligro una parte importante de nuestro patrimonio, privándonos del derecho a conocer y disfrutar de esos lugares de memoria colectiva, de aprendizaje del pasado», señala el estudio, que añade que «en muchos casos, se trata de una situación prácticamente irreversible, lo que obliga a que se deban multiplicar los esfuerzos en documentación y difusión de estos bienes». La fórmula en la que deben centrarse todos los esfuerzos es poner más límites al cambio climático, para de esa forma «poder tener futuro y, a la vez, poder tener pasado».

Por último, hace referencia al informe El futuro de nuestro pasado», elaborado por la organización Icomos, que propone cinco medidas para proteger el patrimonio cultural: Apoyar el desarrollo de herramientas para evaluar la vulnerabilidad y los impactos del cambio climático en recursos arqueológicos, colecciones y objetos, edificios y estructuras históricas, paisajes culturales, comunidades asociadas y tradicionales y patrimonio cultural inmaterial; desarrollar nuevas políticas y metodologías para la gestión y conservación del patrimonio ante el cambio climático; mejorar las conexiones entre el patrimonio cultural y la ciencia del clima; ampliar las soluciones basadas en el patrimonio cultural para la mitigación y adaptación al cambio climático; y asegurar la consideración del patrimonio cultural en la política y acción climática global como parte del movimiento mundial. 

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