Uno de los más nefastos efectos secundarios de la pandemia en Agaete tuvo que ver con el prolongado margullo de Las Nasas, el emblemático restaurante que quedó sumergido en el cierre desde el año 2020, con varios conatos de apertura posteriores y que, ya por fin, hace tres semanas, han vuelto a darle vida en sus colores y formato original, el mismo que le otorgara en 1975, año de su apertura, el artista Pepe Dámaso estampando en uno de sus paramentos la obra que da nombre al establecimiento.

El restaurante Las Nasas no es un local de suma y sigue. Entre sus paredes se conserva la historia en salitre no solo de toda la villa marinera, sino de buena parte de una isla que ha disfrutado de jornadas enteras y noches interminables al runrún de la marea que esconde los atardeceres en ese horizonte hoy transfigurado por el muro del muelle.

En su terraza, que parece finalizar en la cola del dragón aldeano, se sentaron artistas como Martín Chirino, y en tiempos de la presidencia del Gobierno de Canarias de Jerónimo Saavedra, trasmutó en una suerte de oficina gubernamental en la que disfrutaron de tertulias con habituales como Felipe Pérez Moreno o Pepe Pérez Medina, amén de lugar sin parangón para veladas literarias, en un lugar en el que lo intelectual marina con el cherne sin recato alguno.

Allí justo, en la mesa presidencial, que luce en la banda de babor como si fuera el castillo de popa del impagable patio, negociaba ayer en el quicio del mediodía y a golpe de móvil mercancías y trajines el empresario guiense Argelio Medina, de 55 años, que es el que ahora comanda Las Nasas tras una vida en la restauración que comenzó «fregando platos como todo dios», según apunta con el dedo. Solo que Argelio Medina la empezó bien precozmente, con apenas 12 años cumplidos, en el bar Los Cebolleros, en Guanarteme, en los tiempos de cuando aún los espartos eran de pita y que para que cogieran forma y función había que dejarlos en remojo un día antes. Un lío.

El señor Medina hace stop en la conversa para, ahora preguntar por un envío pendiente, o poco después para atender al también muy atareado suministrador de gofio, y cuando ni lo uno ni lo otro, para echarle un ojo a un pescado que acaba de llegar moviendo la cola, y que de tan fresco aún no sabe si sigue en el mar o reposando en el callao. «Sí, sí, viene de ahí mismo, de esa marea”, vuelve a señalar hacia el Atlántico enarbolando exactamente el mismo dedo que antes, pero poniéndolo curvo, haciendo parábola para indicar que es de más allá del puerto, en aguas abiertas.

Medina retoma el hilo de su autobiografía y relata que poco a poco fue entrando a partir del esparto primigenio. En un primer momento, como cocinero en El Rincón de Arinaga, luego en establecimientos de Playa del Inglés, como ocurrió en RIU, para por último situarse ya “en negocios, de empresario”. Ah, pero hasta que volvió de cocinero. Pero lejos. En Finlandia.

Una felicidad pasmosa

«Fue por casualidades de la vida. Me largué de vacaciones y me quedé detrás de una finlandesa que me dejó tirado», informa con una felicidad pasmosa.

El caso es que a la vuelta, hace tan solo siete años, se aposentó un poco más allá de Las Nasas, en el restaurante Muelle Viejo, «pero como empleado», hasta que le echó el ojo a Las Nasas. Medina se lo ha tomado a pecho.

El que fuera el antiguo almacén de empaquetado de papas y tomates, construido en la primera mitad del siglo XX, y situado en el fielato entre la marea y la tierra de Puerto de Las Nieves, luce en plena forma, gracias al trabajo de los propietarios, la familia Álamo, como destaca Medina, y que ha sabido atesorar no solo la emblemática obra de Dámaso, sino también el perfil del antiguo barco de pesca a vela que cuelga de la segunda gran pared del restaurante, amén de repintar y rematar unos azules y blancos ahora más relucientes que nunca. La luz del sol que se cuela desde la terraza y el turquesa del mar hacen el resto.

Completa el cuadro los ya nueve empleados que dan vida al establecimiento dirigidos por el chef vasco Jacinto Luelmo, nacido en Aretxabaleta, Gipuzkoa, pero que habita entre los isleños desde el año 1992.

Formado en la Escuela de Hostelería de Leioa, con prácticas profesionales en restaurantes estrella Michelín, llegó con 24 años para trabajar en el restaurante Amaiur, «referencia de la cocina vasca», y su trayectoria se completa, entre otros, en el Summum del Reina Isabel, el Felo Botello, La Casita del Santa Catalina, donde trabajó ocho años, y otros tantos en El Churrasco. Luelmo, que también de natural incorpora la jiribilla del señor Argelio Medina, confiesa que ha recalado en Las Nasas a entrar en estado de relajación, «y a ver si lo consigo». Pero que no de pachorra.

Sentado en la mesa afirma que «vamos a hacer una comida de aquí, de Canarias, una cocina marinera, pero también de muchos arroces con distintos fondos, como en Baleares, sin descuidar por supuesto el pescado de barquillo y lo que significa la cocina marinera de la villa».

Y para cuando ebulla en él el punto exacto de zen, «le daremos un toque con bacalaos, tatakis, más creativa”, resuelve antes de subrayar que los postres salen del propio obrador de Las Nasas, «todo hecho en casa, que aquí no se compra nada. Son tarta de manzana, de queso, crema catalana...,» y un sin fin de golosinas «con el que trataremos de otorgarle un punto aún más alto a Agaete».