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Los expertos abogan por la explotación comercial de los pinares y monteverde de Gran Canaria

La creación de un sector forestal para la producción de madera de carpintería, leña y biomasa permitiría mantener limpias las cumbres y medianías

Un operario extrae tablones de un tronco de eucalipto rojo en el barranco de Los Propios, Moya. La Provincia

Un grupo de 120 personas que forman parte del Plan de Empleo de Transición Ecológica que gestiona el Cabildo ha venido demostrando, desde el pasado mes de marzo, el potencial de la masa forestal de Gran Canaria para generar riqueza a partir del material que generan las labores de silvicultura relacionadas con la prevención de los incendios forestales.

La isla de Gran Canaria , tras pasar por una penuria forestal cuyo máximo histórico tuvo lugar en 1910, momento en el que solo le quedaban 6.000 hectáreas de bosque arbolado, ha ido aumentando su superficie forestal paulatinamente por las repoblaciones realizadas a partir de los 50, tanto por la propia administración insular como por parte de algunos propietarios de fincas en el interior, a lo que se ha ido añadiendo la propia capacidad de regeneración de los ecosistemas.

Se trata principalmente de pino y eucalipto, así como de castaño o almendreros, entre otros, que con el tiempo han venido dibujando un complicado mapa, acrecentado por el cambio climático, en el que el continuo de vegetación tiene es susceptible de prender un fuego en Ingenio que puede llegar a Agaete, por lo que surge la necesidad, según los expertos de la Corporación insular, de ordenar ese territorio arbolado.

Es un todo al que definen como «una casa llena de trastos», y que hay que poner orden «porque se corre el riesgo de que un cortocircuito lo queme todo». Desde hace unos meses, y dentro de la marca Gran Canaria Mosaico, el Cabildo reclama una mayor participación activa de la sociedad, dado que por muchos efectivos y material que destinen las administraciones nunca serán suficientes para abarcar ese creciente espacio verde. Con todos los medios actuales pueden actuar podando y desbrozando durante un año en unas 300 hectáreas. Y para volver a ese mismo espacio, tras cubrir la totalidad del resto, se tardarían otros 66 años, cuando lo óptimo serían diez, o a la sumo veinte.

Ese mosaico, en el que conviven agricultores, pastores y residentes, con el aprovechamiento de los recursos naturales, forman parte de la prevención, gracias al mantenimiento óptimo de las superficies en explotación, en los dos primeros casos, y en la limpieza de las áreas habitadas, todo ello sostenido por una población urbana que consuma unos productos locales con la suficiente demanda como para no solo afianzar el censo en medianías y cumbres, sino incluso acrecentarlo.

A esos tres primeros agentes se sumaría un cuarto, el de un nuevo sector forestal que pueda aprovechar ese excedente de materia vegetal, la biomasa que se va acumulando por las podas y las talas selectivas para el clareo, de forma que las masas arboladas se sometan bajo gestión, tratadas y limpias, y por consiguiente resistentes a los fuegos forestales.

Carlos Velázquez es ingeniero de Montes y presidente de los Profesionales Forestales de Canarias (Profor). Velázquez asegura que en estos momentos «existen muchos pinares de repoblación, como los que se encuentran en todo lo que es la cumbre central, así como en Los Moriscos, donde a día de hoy puede ser rentable una silvicultura de mejora basada en las claras, en el sistema de extraer arbolado para reducir la densidad y, por tanto, que pueda frenar el recorrido de las llamas».

El ingeniero apunta que de esa forma también se protegerían aquellas reservas naturales, como Tamadaba o Inagua, en las que por Ley está terminantemente prohibido intervenir, como también sucede en los Tilos de Moya.

Asimismo, en las medianías del norte, donde se localiza mucha superficie eucaliptar existen áreas que se deben mantenerse en condiciones como plantaciones forestales, y otra parte muy importante donde ese eucalipto se debe ir eliminando y sustituyendo por vegetación autóctona, lo que presenta «una ocasión ideal para extraer esa madera del eucalipto rojo que es de una calidad similar a la caoba, una auténtica maravilla».

Esa extracción y comercialización permitiría trascender en la limpieza de la isla más allá de las 300 hectáreas a las que no llegan los recursos públicos.

El pasado sábado 11 de junio, la Asociación de Empresarios de Artenara, Edarte, organizó sus primeras jornadas sobre el aprovechamiento de recursos naturales en entornos rurales, en el que participó una decena de especialistas en medio ambiente, renovables, y en generación de biomasa, entre otras disciplinas relacionadas, y en las que se llegó a la conclusión de que «sin sector forestal no hay un futuro forestal en Canarias», y que la solución, según señala Velázquez, «pasa por la entrada de pequeñas empresas, autónomos o cooperativas radicadas en el mundo rural que puedan crear puestos de trabajo estables, con las que podamos aumentar la superficie de gestión y prevención, y preparar así a la isla para el cambio climático y los grandes incendios , porque está demostrado que los bosques que generan recursos son los que menos arden».

En Artenara se apuntó que en la situación mundial por el covid, por la demanda de materias primas, por la guerra de Ucrania, y por la mayor conciencia ecológica, «se está revalorizando tremendamente la madera como recurso natural renovable», tanto para su uso tradicional, como para biomasa, dadas sus cualidades energéticas similares a la eólica o la solar.

Ahí es cuando salta el ejemplo de los montes de Soria o Burgos, que son de propiedad comunal, es decir, de los propios ayuntamientos, de forma que cuando el aprovechamiento produce beneficio económico, éste se reparte entre sus habitantes, «de tal forma que se genera un vínculo directo entre el bosque y el vecino, y simplemente», subraya el ingeniero, «no hay nadie que queme árboles por el descuido en una barbacoa, porque el monte está limpio gracias a esos tratamientos, y para más dato, si hay un conato de fuego todo el mundo corre a apagarlo».

El citado trabajo de la cuadrilla suscrita al Plan de Empleo es un ejemplo de ese potencial. Han estado trabajando en San Isidro, Teror, con los castañares. En San Fernando de Moya, acometiendo trabajos de sustitución de eucalipto por el monteverde que va empujando desde abajo. Haciendo preventivos en la finca El Galeón, o en Garañón y en las mesas de Ana López, lugares donde llevan un aserradero portátil del que salen contundentes tablones, como es el caso del eucalipto rojo, de madera preciosa, que puede ser destinada a ebanistería, para carpintería rústica o biomasa. Igual ocurre con el pino, con potencial para palets, encofrados y carpintería rústica, y que serían objeto todas ellas de una actividad comercial que convirtiera los montes de Gran Canaria en un motor económico capaz de engrasar la maquinaria ecológica que los mantenga vivos y en perfecto estado de salud.

Para ello se requiere del impulso público y de un cambio de actitud, la de la conservación bajo producción, «porque lo contrario es como sacarle brillo al Titanic mientras se está hundiendo».

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