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Gáldar

Hijo de Caideros de Gáldar y hermano del Sáhara

Manuel Sosa prosperó en África con su fábrica de bloques hasta la Marcha Verde, y fue amigo del expresidente venezolano Hugo Chavez

Manuel Sosa, en su casa. Juan Carlos Castro

Es un empresario multinacional. Y no siempre por voluntad propia. Manuel Sosa nació en el pago de Caideros de Gáldar, montó su primera fábrica de bloques en Telde, y encontró un mundo por descubrir en El Sáhara, donde asegura que fue muy feliz y creó unos 200 puestos de trabajo en el mismo sector. Hasta que la Marcha Verde marroquí le obligó a salir con lo puesto y sin compensaciones económicas todavía. Terminaría viajando a Venezuela, donde entabló una gran amistad con el fallecido presidente Hugo Chavez. Hoy sigue luchando por defender al pueblo saharaui, al que considera injustamente tratado.

Renunció a su industria en Telde por una corazonada, y llegó a tener 200 empleados en África

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Manuel Sosa pasó sus primeros años en las medianías de Gáldar, en una etapa convulsa por el periodo de la historia de España que le tocó vivir. Pero logró salir adelante con arrojo y esfuerzo. Con el tiempo montó una fábrica de bloques en Las Huesas de Telde, donde llegó a tener, según recuerda, más de 40 empleados, gracias a la enorme demanda de la construcción que existía en esos años.

La casualidad hizo que su mundo diera un nuevo giro. Todo sucedió cuando viajó a El Aaiún a la jura de bandera de un empleado de su empresa, cuando El Sáhara era todavía una provincia española. Allí un taxista canario le comentó que había solo dos fábricas de bloques, pero que existía mucha escasez de esta materia prima para las construcciones. «Se me metió en la cabeza, y como soy un loco fui a Capitanía a Tenerife a hablar con el general para poder instalarme allí».

«Me fue estupendamente»

Al poco tiempo estaba metiendo toda la maquinaria que tenía en Telde en un barco de una naviera canaria con destino al continente africano. Era el año 60 cuando compró un solar a unos 60 kilómetros de El Aaiún, y empezó con la actividad, aprovechando el tirón del sector. Era el dueño de la fábrica de bloques Prefabricados Sáhara S. A.

«Me fue estupendamente», recuerda ahora en su casa de Las Palmas de Gran Canaria, donde recibe todavía a los más altos cargos del frente saharaui. Como ejemplo rememora que llegaba a cobrar con dos años de antelación las ventas. «Se construyó mucho», añade con orgullo sobre aquellos años de prosperidad. El resultado es que llegó a tener unos 200 empleados a su cargo. «Eran buenos trabajadores».

Es un férreo defensor de la causa saharaui, con cuyos dirigentes mantiene estrechas relaciones

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Pese al tiempo transcurrido, continúa recordando con un enorme cariño esos 15 años que pasó en África. Y eso que tuvo que huir con la llegada de los marroquíes. Ese momento sí le llena de sinsabores: «Llegó la orden de evacuación por la Marcha Verde. Primero dijeron que en un mes, pero hubo que salir a toda prisa en una semana».

Lo hizo con lo puesto, dejando atrás sus sueños, sus negocios y su sustento económico. Nunca más ha visto una compensación económica por esas propiedades, aunque hubo una época que puso esa lucha en manos de un abogado grancanario, del que no guarda precisamente un buen recuerdo.

La fábrica quedó atrás y un almacén para la maquinaria de unos 200 metros, además de los contactos con sus clientes.

Pese al tiempo transcurrido sigue siendo un ferviente defensor del pueblo saharaui, conservando sus lazos con altos cargos de esta comunidad.

«Me fui con una mano delante y otra detrás»

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En cambio su rostro y vehemencia se vuelve al revés cuando habla de las actuaciones marroquíes. Y no solo por no haber recibido nada a cambio del próspero negocio y propiedades que se vio obligado a dejar atrás en 1975, tras la invasión marroquí de la provincia española del Sahara, iniciada el 6 de noviembre.

En aquellos duros momentos fue trasladado a Valencia, «con una mano delante y otra detrás», para regresar a su tierra.

Pero ese revés no le amedrentó, y volvió a resurgir su espíritu emprendedor, que ha demostrado en sus 91 años de existencia. En gran parte, añade, porque «he tenido buenas amistades en el mundo».

Cruzó el charco para emprender otra aventura en el mundo de los negocios

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En los años 80 se fue a Venezuela en busca de fortuna. Estando en un hogar canario coincidió con el ahora fallecido presidente del país Hugo Chávez, con quien manifiesta que entabló una gran amistad, que le hizo ser el compadre de sus hijas.

Volvió al mundo de los negocios con un almacén de la construcción. Y remarca que nunca tuvo que pagar sobornos por conseguir obras. «Estuve muy bien relacionado, pero nunca les di una perra chica o un chavo a nadie, y nunca me metí en asuntos políticos».

Entre sus trabajos asegura que construyó el helipuerto La Carlota, en Caracas.

Vuelta a casa

Gracias a sus negocios pudo disponer de dos chalés y un almacén de 500 metros cuadrados. Ahora ultima la venta de esas últimas posesiones venezolanas a un gobierno, que tiene en su inmueble su sede oficial. En el país americano permaneció hasta 2019, cuando decidió regresar definitivamente a su tierra.

«La vida me fue demasiado bien. Gané lo que me dio la gana». A su espíritu jovial y reivindicativo se suma su lucidez mental sobe su trayectoria y reivindicaciones. Y en su mente surge a cada momento su malestar por la realidad que vive todavía el pueblo saharaui. «Era la provincia 53, la más rica de España. No dábamos a basto. Había mucho dinero, y nunca nadie me dejó a deber, hasta que llegó la Marcha Verde», sentencia, remarcado que los dueños de esa tierra en los que tanto gratos momentos pasó deben ser los saharauis y no los marroquíes.

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