Partiendo de nuestra isla, atravesamos sin dilación el continente africano, en línea paralela al Ecuador, y llegamos hasta Kenia para decirle adiós a Alfonso Díaz Díaz, quien falleció hace dos días en su capital Nairobi. ¡Qué lejitud! podríamos decir. Sin embargo, las distancias podemos considerarlas relativas en función de dónde cada uno desarrolle su vida.

Nuestro querido Alfonso nació en Artenara el 16 de junio de 1942 en el seno de una familia cristiana, en la que su tío Miguel había ostentado el cargo de párroco de San Matías y donde también ejerció como sacristán de la iglesia de San Matías el tío León después de haber estado en el seminario varios años. Su madre, Clorinda, fue maestra de la escuela de niñas de la localidad y luego ejerció hasta su jubilación en la ciudad de Arucas, y su padre, José Díaz García, ostentó el cargo de Juez de Paz en Artenara. El hijo Miguel se doctoró en Filosofía y en lenguas clásicas. Actualmente es párroco de San Eugenio, en Roma, en la prelatura del Opus Dei.

Alfonso destacó como estudiante de bachillerato en el Colegio Corazón de María, y al finalizar el preuniversitario ingresó en la Universidad Complutense de Madrid donde se matriculó en la Facultad de Derecho. Su alta capacidad para el estudio lo llevó a la Universidad de Navarra donde fue atraído por el Opus Dei, en los tiempos iniciales en los que la Obra no era suficientemente conocida en toda su dimensión.

A comienzos del verano de 1969 se presenta en su pueblo natal con la noticia de que iba a ser ordenado sacerdote, y entonces, siendo corresponsal del periódico El Eco de Canarias publicamos la noticia que se tituló Primera misa de un sacerdote del Opus Dei que causó cierto impacto en las islas ya que era la primera implantación de la Obra en Canarias. Esta celebración venía precedida de una carta manuscrita del hoy beato Josemaría Escriba de Balaguer, que tuvimos el privilegio de leer, en la que además de expresar su felicitación al nuevo misacantano, abogaba por que a partir de aquel momento lo que faltaba en Canarias «era una buena jaula», haciendo de manera ocurrente un paralelismo entre el nombre de las islas y el de los pájaros que anidan en nuestra tierra.

Con una brillante formación jurídica y teológica que había perfeccionado en Roma, una vez ingresado en la esfera del presbiteriado, Alfonso Díaz, habiendo cantado su primera misa en Artenara, al día siguiente, sin dilación, inició el camino de su vocación.

Cuando alguna vez venía a las islas siempre nos confesaba: «África siempre fue mi sueño». Kenia se convirtió en su patria durante 47 años. Allí desarrolló su tarea pastoral, recorriendo pueblos y aldeas en uno de los países más pobres de nuestro planeta. Su vocación misional estaba lejos de los protagonismos terrenales, teniendo como centro de su trabajo tanto el desarrollo de las infraestructuras como el cultivo de los principios cristianos.

En nuestra primera juventud, Alfonso fue un referente de joven estudioso para algunos de los muchachos de Artenara. Siempre tenía un libro entre las manos, y recuerdo su interpretación de la novela Los cachorros, de Vargas Llosa, en la que la castración de Pichula Cuéllar, mordido por un perro, se convertía en un trauma existencial.

Con la muerte de Alfonso Díaz, la historia religiosa de nuestro pueblo pierde físicamente a uno de sus miembros, aunque su espíritu se extiende en la memoria compartida entre dos continentes.

Expresamos nuestro pesar a sus hermanos Dulce María, José Luis, Miguel, Juan Jesús y Clorinda; hermanos políticos, sobrinos y demás familia, así como al pueblo de Artenara que ahora tienen el corazón inundado de tristeza.