En 1862 el perímetro del centro histórico de Gáldar era un mundo de tunera y cochinilla, que encadenaba el cauce del barranco hasta la meseta urbanizada con unos bancales en cuyo interior se escondía el arcano, descubierto por doble accidente cuando un agricultor cae en peso en una suerte de inframundo.

Aquél pequeño traspiés a lo negro del fondo fue en realidad un viaje de siglos, abriendo para las generaciones venideras uno de los mayores tesoros legados por los antiguos canarios en todo el archipiélago: Cueva Pintada, apelativo que recibe once años más tardes, en 1873, momento en el que se descubre su enigmática geometría ornamentada.

La Gáldar de finales del siglo XIX, como ocurría con buena parte de todo el norte insular, era un lugar lejano, un punto al que se llegaba más por expedición que por razón discrecional, separado del resto de la geografía por una Cuesta de Silva y unos caminos no aptos para pusilánimes, una de las muchas razones para que aquél sorprendente hallazgo no figurara en portadas de reportes como algo proporcional a la Piedra de Rosetta de Ptolomeo V.

La viajera inglesa Oliver Stone ya proponía en el siglo XIX su conservación y mantenimiento

 La sociedad grancanaria, en esos primeros años, no da mucha cuenta del asunto, con excepciones como la de Diego Ripoche en El Liberal, y es la mirada ajena, la de la inglesa Olivia Stone, la que ayuda visualizar en 1884 la importancia trascendental de Cueva Pintada y su entorno, no solo para su preservación, sino también para su explotación comercial para financiar su mantenimiento, con una entrada a dos peniques y medio, advirtiendo a las administraciones que hay que adecentar y hacer accesible el complejo, y adquirir el conjunto antes de que encarezca.

Pero no. Nada se movió en torno al conjunto, a pesar de que a poco que se hurgara, de allí salían tanto cadáveres como restos cerámicos y otros hallazgos, que llenaron la cachimba al cronista Batllori y Lorenzo en las postrimerías del XIX, en un artículo que titula con un elocuente Mi última tentativa. La Cueva Pintada.

La cancela que también propuso Stone que se colocara con premura en 1884 se convirtió durante buena parte del siglo XX, hasta al menos 1960, en un siniestro agujero medio protegido con malla de gallinero con un cartel de prohibido el paso. Catorce años antes, el 23 de octubre de 1946, nacía en Gáldar Celso Martín de Guzmán, mixturado de visionario, arqueólogo e historiador, un renacentista tardío, que aun cuando estudiaba la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad de La Laguna fue capaz de conseguir junto con el también historiador y arqueólogo medievalista, Elías Serra Ráfols, el reconocimiento de Cueva Pintada como Bien de Interés Cultural tras una campaña en prensa iniciada en 1967.

El hito lo logran el 25 de mayo de 1972, hace medio siglo, en la que se le define como «la estación de arte rupestre más importante de toda Canarias». Desde entonces son muchos los nombres relevantes que han logrado que Cueva Pintada se encuentre en lugar que le corresponde.

Como el de Carmen Gloria Rodríguez, directora y conservadora del Museo; el también conservador José Ignacio Sáenz Sagasti; o el profesor de Prehistoria de la Universidad de Castilla-La Mancha Jorge Onrubia Pintado, entre otros muchos, pero al decir de éste último, «cada vez que celebramos una efemérides es un acto de homenaje más a la fundamental figura de Martín de Guzmán, que falleció en el 94, pero que sigue presente porque realizó una labor efectivamente inmensa, y de hecho si estamos aquí fue por su implicación desde tan joven».

Onrubia destaca que en ese año 1972, cuando se logra el BIC, es también cuando se realiza la primera limpieza de las pinturas, cuando se acondicionan los accesos, «y todo eso lo consigue cuando Celso aun era un estudiante».

La culminación de esa obra no la ve en vida, que es cuando ese esfuerzo se convierte en el actual centro, inaugurado el 26 de julio de 2006 bajo la denominación oficial de Museo y Parque Arqueológico Cueva Pintada.

Onrubia expresa que la investigación no es, a pesar de su intenso desarrollo, la prioridad del equipo humano que lo compone, sino que lo es “el compromiso de ejercer una arqueología socialmente comprometida, que ponga este patrimonio a disposición de la ciudadanía que ha contribuido a financiarla, y ser nosotros solo unos gestores transitorios de un patrimonio que debemos legar a las futuras generaciones”.

«Cada vez que celebramos una efemérides es un homenaje a Celso Martín de Guzmán»

 En ese afán se felicita de haber podido reanudar las investigaciones, pausadas por la pandemia, y que permiten a los visitantes recorrer la instalación para acercarse a la arqueología. Así, y según detalla Carmen Gloria Rodríguez, desde el pasado día 18 se están estudiando dos estructuras del poblado, la 53 y la 12. Las actuaciones se centran en la documentación del material excavado durante la última campaña, la de 2019, y en el avance en la resolución de los detalles históricos que quedan por resolver. Es el caso de la localización del piso original de ocupación de la estructura 12, al que aun no se ha llegado. El periodo de estudio e investigación se lleva a cabo desde el día 18 de julio y se extenderá previsiblemente hasta el viernes.

El último campus de arqueología se desarrolló en julio del 2019. En aquella campaña se excavaron las estructuras 12 y 61, y volvieron a aparecer materiales interesantes como pintaderas, burgaos decorados y monedas. Según se especifica en una nota del Cabildo, el alumnado que participó en aquel campus de arqueología de 2019 pudo tomar parte en el proceso de levantamiento fotogramétrico de estas estructuras, además de asistir a diferentes seminarios formativos que abordaron varios aspectos de la arqueología canaria.