1.096 días han tenido que pasar para que las calles de Agaete vuelvan a resonar de música, alegría y reencuentros. La Rama regresa pero diferente al resto de años, ayer fue un día de catarsis para las personas que, alzando sus ramas y bailando al son de la música, celebraron la llegada de tiempos mejores sin olvidar a aquellos que no están por la pandemia de covid-19. "Canta y no llores" gritaban a pleno pulmón la famosa canción de Quirino Mendoza con una emoción que muchos notaban diferente.

Calixto Nuez toca en la Banda de Guayedra y asegura que "ha sido muy emocionante no solo porque habíamos pasado dos años sin tocar por la pandemia sino por los familiares y amistades que se ha llevado el covid. Ha habido una emoción distinta en las caras de la gente y muchos miraban hacia arriba para recordar". Ha sido un día de reencuentros en la villa marinera, algunos marcan esta fecha en el calendario como imposible de perderse, es el caso de Luis López, que no se pierde esta fiesta con sus amigos, un vínculo que mantienen desde hace 30 años. "Lo que más nos gusta es compartirlo, tengo una amiga que está en la península pero aún así viene a Gran Canaria para vernos en La Rama".

Un cielo azul sin nubes creaba la estampa perfecta para las fotos de los viandantes con los papahuevos y las ramas, los más jóvenes tenían sus móviles preparados para subir las imágenes a la red social Instagram presumiendo de las primeras fiestas veraniegas. A pesar del intenso sol, unas ráfagas de viento refrescaban a la multitud apiñada en las calles de Agaete, dejando a más de uno sin sombrero y varias persecuciones de estas prendas que acabaron con las copas por el suelo.

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La celebración de La Rama 2022 ANDRÉS CRUZ

Pero nada desanimó el ambiente que muchos aseguraron que fue muy sano y sin altercados. Pino Renchar, nacida en Agaete, nunca se ha perdido una fiesta y aclara que tenía miedo porque esperaba que hubieran peleas, "pensaba que la gente al no haber podido ir a ninguna fiesta iba a explotar pero se han comportado muy bien". El Ayuntamiento de Agaete ante la previsión de un aumento de asistencia reforzó el servicio de guaguas hacia y desde el municipio además reforzar e incrementar los medios y efectivos de seguridad. Según el consistorio la Villa de Agaete recibió a unas 100.000 personas y "ha congregado a más participantes que en otros años".

Muchos niños conocen la fiesta por primera vez y se quedan asombrados por los papahuevos, los colores y las ramas que las personas agitan, algunos se animan y cogen las más pequeñas, las huelen y zarandean movidos por la energía del momento. Con sorpresa infantil también observan los turistas nacionales y extranjeros la rica tradición de la celebración, Alfredo Hernández es extremeño y destaca los papahuevos como una de sus partes favoritas "porque es gente del pueblo de toda la vida, por lo que es un reconocimiento que no se tiene en otros sitios".

Acaymo José Juan Santana, de trece años, creó su papahuevo como homenaje a su tío, Antonio Santana, que falleció recientemente. Tardó una semana en hacerlo con papeles de periódico que llevaba guardando desde hace años. Por su parte, Rodrigo García lleva el papahuevos de la negra Tomasa y asegura que debe pesar unos 30 kilos, "no estoy cansado porque si cargas esto es porque tienes pasión por las fiestas".

Culto a la tradición

Los fiesteros no solo reconocen la atmósfera de diversión sino que también valoran la historia detrás de esta celebración en honor a la Virgen de Nuestra Señora de las Nieves, declarada en 1972 de Interés Turístico Nacional. Según algunas teorías esta tradición se remonta a la época prehispánica que posteriormente se cristianizó. Aunque no está confirmado, muchos están orgullosos de lo arraigada que está la celebración en el folclore grancanario, "me encanta la tradición ancestral que tiene y que se mantenga, eso es bellísimo, porque no nos quedan muchas celebraciones de la época precolonial, así que es precioso que mueva tanta gente", opina Alba Gil.  

El vínculo emocional de los vecinos de Agaete con la fiesta se nota en que cada portal, Pino Renchar cuenta que la única vez que no pudo bailar La Rama lloró de la pena, "este año no la bailo porque tengo secuelas del covid entonces estoy sentada aquí y muevo un poco los pies, me he tenido que conformar con eso". El covid no le quita su parte favorita de la celebración: los reencuentros. "Pasan los años, empiezas a trabajar y a tus amigos de toda la vida solo los ves en eventos puntuales, La Rama es el reencuentro con todos ellos, es muy bonito ese abrazo", confiesa Renchar. La importancia de los vecinos en este festejo también la reconoce el Ayuntamiento que ha incluido en el recorrido un homenaje a Silvana, la impulsora del popular caldo de Silvana, que esta mujer ofrecía a los rameros y que aún mantienen sus hijos como tradición de este día de fiesta.

La Banda de Guayedra toca la sintonía habitual. ANDRES CRUZ

La vuelta de las fiestas también ha sido un alivio para los vendedores que satisfacen el hambre y sed de los rameros, el belga Ludovic Hugo regenta un puesto de dulces típicos de su país. Se quedó totalmente parado durante la pandemia. "La fiesta ha sido un gran alivio para nosotros", confiesa mientras prepara unos gofres con olor a canela.

Mientras, el callejón se llena de personas tomando su rama y las calles se convierten en un bosque verde movido por la energía de la gente que sacude las ramas en todas direcciones. Una fila enorme de vegetación vibra al ritmo de las personas, Daura Rodríguez lo tiene claro "lo que más me gusta es lo que estás escuchando...", un sonido que envuelve a toda la villa, y que siente el rebote de los saltos que se suceden cada poco y que los rameros cantan a pleno pulmón, levantan los brazos en una sintonía poco común.

Un hombre hace sonar una caracola en la emoción del festejo. ANDRES CRUZ

En la calle se sentían las ansías por la vuelta de esta fiesta. Era una opinión general, "ya hacía falta" una celebración que alegrara las calles y el ánimo de la población, "agua, agüita, la rama está sequita", exclama cada poco la marea de gente que baja por las calles. Para algunos la espera fue mayor, 35 años para José Manuel González que aunque originario de Gran Canaria trabajó durante 35 años en Fuerteventura. "Ahora estoy retomando todas mis costumbres de juventud, mi vida es de jubilado así que lo que me toca ya es disfrutar y echaba mucho de menos venir a La Rama", asegura luciendo una camiseta que reza "La Rama de Agaete, 2022".