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Barrios del Sureste, pasado y presente (I) | El Doctoral

El Doctoral, de aparceros a cosmopolitas

El Doctoral, en Santa Lucía de Tirajana, es el barrio con más población del municipio | La integración social, uno de los mayores esfuerzos

El Doctoral, de lo que es ahora la avenida de Canarias, a la altura del bar Fataga, tomada por un trabajador estadounidense a finales de los años 60 del pasado siglo.

El nombre de El Doctoral tiene relación con el Motín de Agüimes de 1719 y el pleito seguido por los habitantes de la zona contra Francisco Amoreto, suegro del que sería el primer Conde de la Vega Grande. Todavía en 1735 los vecinos no había pagado al doctoral Mendoza por su defensa en el pleito, por lo que procedieron a segregar una parte de las tierras como pago. El canónigo doctoral era el asesor jurídico del Cabildo catedral.

Antes de 1815, lo que conocemos como los territorios de los municipios de Agüimes, Santa Lucía de Tirajana e Ingenio estaban todos unidos y formaban parte del Señorío de Agüimes, que pertenecía al Obispado. En ese año se crea el nuevo Ayuntamiento de Santa Lucía de Tirajana por el que se segregaban pagos del interior del municipio de San Bartolomé de Tirajana y los pagos de El Doctoral, Vecindario y Sardina de la costa de Agüimes para conformar el nuevo término municipal que se integraría después en la mancomunidad del Sureste.

Esta breve introducción explica de dónde procede el nombre de este barrio santaluceño que en las últimas cuatro décadas se ha transformado totalmente, quedando poco de lo que fue. Esta es, en realidad, la misma evolución que han experimentado numerosos lugares y rincones tanto del municipio como de la comarca. Los tres municipios del sureste formaron parte del llamado triángulo de la pobreza, por su dependencia de la agricultura, insuficiente y precaria, y por la falta de otros recursos económicos e infraestructuras mínimas.

El barrio de El Doctoral se encuentra hoy en día entre el centro comercial Ciel, en la linde con Vecindario, hasta el barranco de Tirajana; y desde la autopista GC-1 hasta La Paredilla, zona que limita con el pueblo de Sardina.

La avenida de Canarias, en el Doctoral, con el edificio del centro comercial La Ciel -al fondo-, el pasado jueves.

«El Doctoral, como otros sitios del municipio y de la comarca, no era nada, tierras de tomateros, cucañas, cuarterías y algunas casas, como se veía en los años 60. Eran las tierras de tomateros de los Verdugo, de Don Bruno, de Diego Betancor o de Mister Pitcher, entre otros. Y otra cosa que se veía entre esas tierras y polvo, eran a los niños y jóvenes que jugaban al fútbol en solares, después de haber despedregado un terreno con los sachos de sus padres». Así describe lo que recuerda de cómo era El Doctoral en la década de los años 60 del pasado siglo Juan García Almeida, de 72 años.

García Almeida, también conocido como Juan Cansio, reside desde hace más de 50 años en El Doctoral. Además de vecino y testigo, se implicó durante décadas en la transformación social, económica y política.

Juan Cansio, como miles de residentes actuales del municipio y de la comarca, es hijo de migrantes cumbreros, procedentes del norte y de la Cumbre, que durante el siglo pasado buscaban con sus familias trabajo y un futuro mejor en el sureste.

Juan García Almeida nació en Ariñez, exactamente en Mesas de Galas, en la Vega de San Mateo. Sus padres eran Carlos García Castellano, pastor de ovejas, y Teodora de Jesús, conocida como Jesusita, Almeida Correa. Carlos y Jesusita decidieron trasladar a la familia a El Doctoral sobre 1966. Tuvieron antes cuatro hijos; Teodora Jesús, Claudia, Juan y Antonio García Almeida, y que en la actualidad tienen 78 años, 76, 72 y 69 respectivamente.

«Fui un privilegiado. Nuestros padres eran muy trabajadores y tuve la suerte de que me pudieron pagar unos estudios y me formé como técnico agrícola, especializado en los tomates. Muchos jóvenes como yo no pudieron estudiar. Después, hubo un momento en el que cambié mi vida y entré como funcionario de Correos hasta que me jubilé», recuerda Juan García, quien estuvo implicado durante su vida en el club de lucha Unión Sardina. Fue uno de los fundadores de Unión Sardina y primer secretario del club de fútbol San Pedro Mártir. Estuvo en las asociaciones de vecinos Tirma y Masía Catalana, así como en el Teleclub Doctoral. Además, fue concejal del Ayuntamiento santaluceño durante 12 años y corresponsal de LA PROVINCIA.

Respecto a los cambios en el barrio, comenzó y aumentó a finales de los años 60 y en la década de los 70 la construcción de casas, de dos o tres plantas, en El Doctoral, como en el resto del municipio, siendo la mayoría iniciativas de pequeños constructores locales. Fue a partir de los años 90 cuando empezó la construcción de edificios por parte empresas foráneas.

Tras la muerte del dictador Francisco Franco en 1975 y del inicio de la etapa democrática, comenzó un periodo de reclamaciones y demandas de libertad y mejores condiciones de vida, al tiempo que el Ayuntamiento buscaba recaudar más fondos municipales. Un ejemplo de mayor presión a otras administraciones: en 1978 se produjo un encierro en el Cabildo de Gran Canaria por parte de políticos y representantes sociales de Santa Lucía de Tirajana. «La reclamación se debía a que en el reparto de la carta económica municipal, los términos municipales del norte, la capital grancanaria y Telde se llevaban el 60% de los recursos económicos, mientras que a los del sureste y del sur les correspondía entre el 30 y el 40%», explica García Almeida. El primer alcalde de la Democracia fue Carmelo Ramírez (entre 1979-1995) y el siguiente Camilo Sánchez (1995-2000).

Antes, los vecinos y vecinas de El Doctoral financiaron la compra de un terreno y la construcción de la iglesia de San Pedro Mártir, que se inauguró en 1969. Asimismo, consiguieron la construcción de una plaza, tras la compra de un estanque. En esta plaza se encuentra desde 2007 la escultura creada por el artista local Víctor Navarro, en homenaje a los poceros, que durante décadas se jugaban la vida para proporcionar un recurso tan necesitado como el agua. Junto a esa plaza se construyeron distintos edificios de uso público, como la guardería, el centro de mayores y el campo de fútbol.

Tapiar viviendas

En la calle Diego de Alcalá, en un lateral de la mencionada iglesia se encuentran aún casas de una planta, construidas en los 60, con dos puertas de entrada iguales, en los extremos: una para las personas y la otra para los animales que se criaban. El pasado miércoles, el propietario y un operario tapiaban las ventanas y puertas de una de esas viviendas para evitar un problema social actual: la entrada de okupas, como ha sucedido en un edificio que está en frente y en otros muchos inmuebles del barrio, del municipio y de Gran Canaria.

En la década de los 80, comenzaron las inversiones y mejoras en las infraestructuras, en especial en relación a las instalaciones de sistemas de agua y de luz para que llegasen a más ciudadanos. Al mismo tiempo, en El Doctoral ya se había producido antes un fuerte movimiento vecinal y se crearon cinco asociaciones de vecinos.

Como se señaló antes, a partir de la década de los 90 comenzaron a construirse edificios por parte de grandes empresas en El Doctoral y en el resto del municipio. Y también hubo la llegada masiva de «gente de fuera» que buscaban trabajo (entre otros, en las nuevas zonas empresariales e industriales), una mayor calidad de vida y residir en un lugar que ya contaba con estructuras culturales, deportivas y sociales, además de tener una posición «estratégica» entre el norte y sur de la Isla. Se convertía en una ciudad dormitorio para muchos trabajadores del sector turístico, entre otros.

Oleadas e integración

Entre los que llegaron, están los magrebíes; los peninsulares; los procedentes de Ceuta y Melilla; italianos; asiáticos; africanos y los latinoamericanos, entre otros muchos. Entre ellos, hubo muchos que procedían de Rumanía que vinieron para trabajar en el sector del tomate con salarios más bajos. Muchos se quedaron, buscándose la vida en otros sectores, como la hostelería, cuando no hubo la demanda de esa mano de obra.

«Hay mucha integración social, no solo por nuestro carácter y tolerancia, sino porque durante décadas se ha trabajado mucho desde el Ayuntamiento, servicios sociales, sanidad canaria, colegios y equipos deportivos. Un ejemplo, en El Cerruda club de fútbol el 30% de su plantilla es inmigrante» destaca García Almeida, quien agrega que «se trabajó también para que no hubiera localismos en el municipio, que nadie se sintiese más de un sitio que de Santa Lucía de Tirajana».

Esa llegada de extranjeros siguió creciendo en El Doctoral en el siglo XXI. «Nuestro barrio tiene más de 26.000 personas empadronadas y es el más poblado del municipio», resalta. Santa Lucía de Tirajana tenía 10.656 habitantes en 1960; pasó a 26.028 en 1981; a 47.161 en 2001; y 73.573 en 2021.

Juan Cansio reconoce que hay en El Doctoral varios problemas sociales «como en cualquier lugar». «El económico es que se depende demasiado del turismo, sector servicios y comercio, y nada de la agricultura. El futuro dependerá de la apertura de la zona industrial del barrio; de la producción de otras frutas tropicales (papayas y mangos); y de seguir con energías renovables», considera.

El barrio de El Doctoral se ha transformado de forma radical respecto a las pocas viviendas que había y la dedicación a los tomateros, a ser un lugar urbano y cosmopolita, y con habitantes de más de 50 nacionalidades distintas. En la imagen de arriba, las cucañas en los cultivos de tomateras en la zona de Paredilla, en El Doctoral, en la década de los 60 del siglo XX; a la izquierda, el vecino Juan García Almeida, junto a la iglesia San Pedro Mártir.

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