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La masificación del verano agrava el deterioro del entorno del Roque Nublo

Medio Ambiente calcula que tras la pandemia se ha superado el promedio de 2.000 visitantes al día

Turistas en el inicio del sendero desde la Degollada de La Goleta al Roque Nublo JOSE CARLOS GUERRA

Suciedad, falta de servicios básicos y atascos de coches a cualquier hora es lo que encuentran actualmente las personas que visitan el Roque Nublo por el camino que sube desde la Degollada de La Goleta. El problema de la masificación de este entorno se arrastra desde hace años, pero se ha agravado este verano por la recuperación del turismo extranjero y las ansias de la población local por salir al campo.

Vecinos y propietarios de establecimientos turísticos de las localidades más cercanas al Roque Nublo -como Ayacata, La Culata, Tejeda o Tunte- están dando la voz de alarma al Cabildo de Gran Canaria y a los ayuntamientos de la cumbre por la mala imagen que se están llevando los excursionistas al Roque Nublo, uno de los principales emblemas de la isla.

Se calcula que entre 1.800 y 2.000 personas realizan cada día esa caminata hasta la base del Nublo, unas 650 de forma simultánea en las horas centrales del día, por lo que el primer inconveniente es encontrar un sitio en las inmediaciones para dejar el coche. 

Las dos explanadas junto a la Degollada apenas suman 40 plazas y siempre están ocupadas, salvo a primera hora de la mañana. Por tanto, la única alternativa es aparcar en las orillas de la carretera, la que baja hacia Ayacata o la que sube hacia los Llanos de La Pez, lo que impide una circulación fluida a los demás usuarios de vía. 

Esa aglomeración de vehículos impide a menudo el paso de guaguas o de vehículos de emergencia, por lo que es necesario llamar a una grúa para desbloquear la calzada. Aparte del deterioro de los arcenes en un espacio natural protegido, los conductores se arriesgan a una multa por aparcar en un sitio prohibido. 

Residuos

La segunda queja de vecinos y caminantes es la falta de baños públicos en todo ese entorno, lo que obliga a los visitantes a hacer sus necesidades en los alrededores del sendero, con la consiguiente acumulación de residuos. El único servicio en el inicio y final del camino lo presta un comerciante de Tejeda, que cada día lleva hasta allí una furgoneta y unas cuantas sombrillas. 

Tras una caminata que puede durar tres o cuatro horas en personas poco habituadas, pues son más de 1.700 metros de subida y otros tantos de bajada, ese puesto ambulante es el único sitio para comprar una botella de agua o unas piezas de fruta en varios kilómetros a la redonda. 

El propio sendero, según los usuarios, también sufre los efectos de la masificación, con piedras sueltas en algunas zonas y deterioro de la vegetación de las orillas por las pisadas de tantos caminatas. Los otros tres caminos para llegar al Nublo están en buenas condiciones. 

Pablo Carretero Díaz, técnico de la Consejería de Medio Ambiente del Cabildo y responsable de ese espacio, considera que tras la pandemia ha podido aumentar ese promedio de 2.000 visitantes diarios y reconoce que en esa zona concreta, que es el punto neurálgico del turismo en la cumbre de Gran Canaria , «existe un problema que hay que solucionar y la sociedad debe entenderlo».  

Ese aumento de visitantes - turistas y locales- se está apreciando en la cantidad de coches que no caben en los aparcamientos. «Este problema de saturación en La Goleta no es nuevo y obviamente no es deseable por diversos motivos, como el tránsito de vehículos en una eventual emergencia o evacuaciones; en el día a día es cierta esa percepción del visitante de que se trata de un entorno masificado y eso no es beneficioso, como tampoco desde el punto de vista ambiental, pues genera más cantidad de residuos y más erosión», explica. 

En el área de Medio Ambiente, detalla Carretero, se maneja un escenario a corto plazo, que es instalar baños. Ya hubo una propuesta del Ayuntamiento de Tejeda que no cuajó, pero es una actuación prioritaria. A largo plazo se están barajando otras medidas, algunas desde hace tiempo, como crear aparcamientos disuasorios en las localidades más cercanas y poner guaguas lanzaderas. 

La clave, según este técnico, «es ordenar las visitas», sin descartar que en el futuro haya que instaurar un control del aforo o poner un servicio de reservas horarias, siempre de forma gratuita y sin ánimo de dificultar la visita.

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