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Anfitriones del turismo (XV)

La profesión aprendida en una cueva

Nauzet Morales llegó al restaurante El Centro «sin saber hacer ni un café», cinco años después ha sido promocionado a encargado y ahora coordina a 17 trabajadores

Nauzet Morales, encargado del restaurante ElCentro, en Guayadeque. LP/DLP

Hace cinco años, Nauzet Morales no se imaginaba que su primer puesto de trabajo fijo sería como camarero en un restaurante-cueva de Guayadeque y hoy se confiesa un enamorado del establecimiento y del entorno natural donde se ubica. Ahora es el encargado del local donde trabaja y al que acuden turistas interesados en degustar la comida típica canaria. «La carne de machorra y el gofio escaldado nunca fallan».

Confiesa que llegó al mundo de la hostelería sin siquiera saber servir ni un café, pero eso no le amedrentó para hacerse un hueco en el sector y comenzar poco a poco a labrarse su futuro profesional aprendiendo de aquellos compañeros más veteranos. Nauzet Morales llegó al establecimiento en el que ahora trabaja con apenas 23 años sin experiencia y hoy, cinco años después, ha sido promocionado a encargado de un restaurante- cueva que sorprende a cualquiera que lo visita. «Comer en una cueva siempre sorprende porque es un lugar único y está en un entorno único y desde luego es una experiencia diferente», sostiene un joven que también se ha adentrado en los idiomas para atender a la importante afluencia de turismo extranjero que recibe, sobre todo nórdico. «Normalmente vienen buscando comida típica canaria y las papas arrugadas, el gofio escaldado, la carne de machorra y la tortilla nunca fallan». Nauzet es una de esas personas que cada día se levanta para ofrecer lo mejor de sí misma para impulsar al principal sector de la economía canaria.

Nauzet Morales, encargado del restaurante ElCentro, en Guayadeque. LP/DLP

El barrio de Carrizal, en el municipio de Ingenio, vio la llegada de Nauzet en 1994 en el seno de una familia vinculada también a la hostelería, pues su padre lleva ya 40 años en el sector como maître. Y de él, revela, ha recibido más de un consejo para sobrellevar el día a día de su profesión. Terminó el instituto y luego el bachillerato y se puso a buscar trabajo, pero allá por el 2010, con la acuciante crisis económica de entonces, le era imposible encontrar un empleo fijo. «Así que me tocó ir saltando de un trabajo a otro y de muy poca duración», recuerda. Trabajó como socorrista y piscinero, como vigilante, de jardinero, de pintor, en la construcción y de personal de mantenimiento.

Hasta que en 2017 entró a formar parte de la plantilla del restaurante El Centro, en Guayadeque, un establecimiento con medio siglo de historia que primero fue un establo de animales, luego un bar y se convirtió en restaurante con la transformación de la economía de las islas hasta el sector servicios.

Arrancó su puesto como ayudante de camarero. «Yo no sabía nada de la profesión, solo había trabajado un mes como freganchín y sabía llevar una bandeja porque había trabajado en algún evento, pero poco más», señala el joven, «empecé de cero y la profesión la he ido aprendiendo aquí; venía nulo pero con muchísimas ganas». Y aquel primer día casi le toca hacer un máster en la profesión porque de golpe se encontró con un grupo de 120 pensionistas. «No sabía nada y de repente me encontré con ese caos, pero lo vi bien porque si te acostumbras al caos desde el principio no tendrás miedo nunca y todo lo demás siempre será más sencillo», reconoce Nauzet.

«Los nórdicos están más dispuestos a salir de los hoteles, conocer la isla y gastar más dinero en restaurantes»

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Y esa actitud que tuvo desde el primer día bien le ha valido un ascenso cinco años después, una vez adquiridas las competencias para su puesto. Ahora, con solo 28 años, es responsable de la coordinación de una plantilla conformada por 17 personas. «Me ha hecho mucha ilusión, porque es un reto que he asumido con ganas», relata. Eso sí, matiza que desde que asumió sus nuevas responsabilidades guarda «mucho respeto» por los miembros de la plantilla que llevan años trabajando en el restaurante. «Después de tanto tiempo, poco tengo que decirles realmente, es más, sigo aprendiendo de ellos a pesar del cargo», añade. Y a pesar de ese puesto, dice, si se atasca cualquier parte de la cadena de producción del local allí que se mete a colaborar.

En su día a día, dice Nauzet, no tiene un protocolo establecido, pero sí que se encarga de revisar todas las neveras y la mercancía para que todo esté a punto en este restaurante de 400 metros cuadrados de galerías, además de controlar las reservas. Y no es para menos porque el establecimiento recibe reservas hasta con dos meses de antelación.

Monumento Natural Protegido Barranco de Guayadeque. LP/DLP

Si bien la mayor parte de la clientela es local, hasta el restaurante también acuden turistas. No trabaja con touroperadores, pero sin embargo recibe a diario decenas de turistas tanto nacionales como internacionales que se acercan a conocer el Monumento Natural Protegido Barranco de Guayadeque. Les llegan italianos, franceses e ingleses, pero sobre todo público nórdico. «Los nórdicos están más dispuestos a salir de los hoteles, conocer la isla y están dispuesto a gastarse más dinero, mientras que los alemanes y los ingleses son más del todo incluido», señala el trabajador. Y a todos ellos les toca explicarles cómo es la cocina canaria y los platos que pueden degustar.

Al turista nacional, cuenta, le cuesta probar el gofio «por su textura», no así al extranjero que se lanza a probar de todo, y también la morcilla. «Les sorprende la morcilla porque, acostumbrados a la de arroz, no se esperan una dulce y algo picante», revela Nauzet.

«Empecé de cero y la profesión la he ido aprendiendo aquí; llegué nulo pero con muchísimas ganas»

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La hostelería es un trabajo cuanto menos duro, pero el joven encargado sabe ponerle rápidamente color a la vida. «A mi me ha ayudado un montón trabajar de cara al público porque entablas relación y vínculo con los clientes, y el hecho de compartir buenos momentos le puede dar la vuelta por completo a un día que había empezado mal». Eso, dice, es lo mejor de su trabajo, mientras que lo peor es no atender a todos los clientes como él realmente quiere. «Es frustrante no poder llegar a todo el mundo como yo quiero porque en los días de mucho trabajo no puedes tener ese trato tan personalizado, y eso es una presión muy grande», confiesa.

Sin embargo, sea como sea el día de trabajo, Nauzet sí que pone todo su empeño en colaborar con aquellos clientes que hacen una petición especial para celebrar un cumpleaños o una pedida de mano. «La hostelería no es solamente servir comida sino también crear experiencias y si algún cliente me pide algo que para ellos es verdaderamente importante, yo lo hago», relata, «y es ahí donde se acaba creando un vínculo con personas que seguramente volverán al restaurante».

En estos años Nauzet ha atesorado grandes recuerdos, como la visita del cantante El Vega, impulsor de la «rumbita canaria». «Es de esos días que tengo marcados, soy fan». El camarero está «a gusto» en un trabajo en el que está «creciendo». «Me gustaría tener toda una vida laboral aquí, aunque tampoco soy de conformarme y quién sabe dónde estaré el día de mañana», concluye, «me siento afortunado por trabajar en un sitio diferente y sigo enamorado tanto del restaurante como del entorno».

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