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Temporal en Canarias

Arrastrados por el agua en La Aldea

Dos vecinos salvan la vida tras ser sorprendidos por una riada que alcanzó los dos metros a su paso por La Cardonera

Aythami Flores señala las maderas a las que logró agarrarse para salir de la riada, que arrasó con todo lo que había en esa calle de La Cardonera LP / DLP

Aythami y Lázaro sintieron que el barranquillo se desbordaba y salieron a salvar los coches. Los sorprendió una «ola de dos metros», que se formó por la violencia con la que bajaba el agua, la pendiente y el levantamiento de una gran pieza de hormigón. Las rocas eran del tamaño de una persona.

La riada que vivió La Aldea el pasado domingo pasará de abuelos a nietos hasta fijarse en el imaginario colectivo isleño. Porque nadie, ni siquiera los más antiguos al oeste de Gran Canaria, recuerda tanta agua concentrada en esas 12 horas y, sobre todo, porque Aythami Flores Suárez y su vecino Lázaro siguen vivos para contarlo. A sus hijos. A sus amigos. Al resto de la población. Porque ambos fueron arrastrados calle abajo por un «ola de dos metros» que se formó a las puertas de sus casas, cuando trataban de montar barricadas para defender los hogares o cambiaban los coches de sitio para evitar que se los llevase la corriente.

Ocurrió en La Cardonera, quizá el barrio más castigado por la tormenta tropical Hermine. Los dos barranquillos que recogen el agua de Artejévez se desbordaron a su paso por ese núcleo urbano, donde viven unas 200 familias, explica Flores, que vive allí junto a sus abuelos, mujer e hijo, todos nacidos y criados en La Aldea.

El vecino salió fuera porque sintió que el barranquillo más cercano a su casa se iba a desbordar. Y así fue. El agua saltó por los puentes de la carretera y enfiló hacia la calle Bentejuí. Al principio no pasaba de «media canilla», por lo que se puso con la ayuda de Lázaro a reforzar los parapetos montados en las casas. Antes cambió de sitio dos coches. En ese momento llovía con intensidad, tanto que lso lugareños describen el centro del pueblo como un «mar encrespado», con todos sus barranquillos en plena ebullición.

«Mi abuelo decía que hay que arreglar la curva del barranquilo porque se hizo hace 40 años»

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Flores quería sacar un tercer coche que estaba aparcado en mal sitio, pero no le dio tiempo. «De repente se soltó una pieza grande de hormigón y se formó una ola de dos metros», rememora el afectado, que pudo agarrarse a la empalizada de madera colocada en la parte trasera de su casa. 

Remolino

No tuvo la misma suerte Lázaro, que fue arrastrado por el agua calle abajo. «No pensé en nada. Sólo vi que mi amigo desapareció en el remolino y me tiré detrás para ayudarlo», señala Flores. Los dos tuvieron bastante suerte, porque la calle es muy empinada, el caudal crecía por momentos y algunas piedras eran del tamaño de una persona. 

Ambos salieron del torbellino sin saber muy bien cómo. Flores se ayudó de las maderas colocadas a modo de barricada, las cuales formaron una especie de balsa a la que se aferró, hasta que pudo escalar por ellas y pegarse a la pared de la vivienda de abajo. Lázaro, que lo pasó peor, logró agarrarse a unas rocas para no seguir barranco abajo. Aún no se ha recuperado del susto, tanto emocionalmente como en el plano físico. Tiene el cuerpo dolorido y no le apetece recordar lo sucedido en La Aldea.

Varios vecinos del mismo barrio sacan lodo y enseres de una de las casas anegadas.

Más fuerte se encuentra Flores, profesor de mecánica de formación, que no ha parado estos días de achicar agua y de retirar lodo. Allí, explica, viven familias que están casi todas emparentadas unas con otras. «Pensé que toda el agua que bajaba por Artejévez iba a entullir La Cardonera», afirma. 

Por eso quiere concienciar a las autoridades de la necesidad de limpiar los barrancos y de mejorar las actuales canalizaciones, en especial al Consejo Insular de Aguas, cuyos técnicos estuvieron ayer sobre el terreno. Tratan de reponer las tuberías que se ha llevado por delante el ciclón, en especial las conexiones con la desaladora y los depósitos que suministran agua a la parte de arriba del valle, porque las reservas de agotan y es necesario restablecer la normalidad del servicio para que los vecinos no se queden sin agua, como ya se hizo con la parte baja. 

«Mi abuelo me dijo que tendríamos problemas con el barranquillo si algún día se reventaba en la curva, porque esa canalización se hizo hace 40 años», asegura Flores. Por eso «necesitamos limpiar y canalizarlo bien, porque hay mucha basura, escombros y residuos de las fincas que la gente ha botado». 

«Pido que se limpien y mejoren los cauces porque estamos en septiembre y esto puede ser catastrófico»

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El afectado alerta de que existe «un problema de obstrucción y entullimiento» de los puentes que están en el cauce de ese barranquillo, cuyo caudal pasa por La Carbonera y desemboca en el barranco de Tocodomán, que es el de La Aldea. «Por eso pido al Consejo Insular de Aguas que se ponga manos a la obra. Estamos en septiembre, queda un largo invierno por delante y esta catástrofe puede ir a peor», agrega.

Lo sabe el alcalde, Tomás Pérez, que así se lo transmitió el pasado martes al presidente del Gobierno de Canarias, Ángel Víctor Torres, durante una visita que ambos hicieron a las zonas más afectadas. Pérez, sincero como pocos, confesó a Torres que pasaron miedo, tanto que el domingo solicitaron la intervención de la UME. No fue posible porque los militares estaban en El Hierro y las trabas burocráticas impedían su desplazamiento a Gran Canaria, que no tenía el mismo nivel de emergencia.

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