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Los Hernández Pérez del milenio

El pueblo de Moya rinde homenaje a los doce hermanos tras el récord Guinness

que los reconoce oficialmente como los de mayor edad conjunta del mundo

Homenaje a los doce hermanos Hernández Pérez en Moya

Homenaje a los doce hermanos Hernández Pérez en Moya José Carlos Guerra

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Homenaje a los doce hermanos Hernández Pérez en Moya Juanjo Jiménez

Moya vivió este sábado 15 de octubre el homenaje a los doce hermanos cuya edad conjunta es, según el Guinness, récord mundial, con un total de 1.058 años, relegando a otra familia de Pakistán que ostentaba la marca desde el último diciembre. Pero más que números e hitos, la maravilla se escondía en las miradas, el cariño y los afectos de unos isleños que han sabido conservar, atesorar y disfrutar de un incondicional amor de hermanos.

Son doce, son hermanos, y están vivos. Todos. Desde el más chico, de 76 años de edad, al más galletón, de 98. Pepe, Alejandro, Carmela, Juan, Ofelia, Amada, Modesto, Luisa, Manolo, Hortensia, Miguel y Luis. Ahí están sentados recibiendo un homenaje de su pueblo natal, Moya. Si se le suman las edades superan los 1.058 años, con 249 días de vida. Y subiendo.

Si se malcriara hacia atrás la matemática, y biología mediante se le aplicara a esta edad conjunta a uno solo de ellos, se le enviaría el natalicio al 964 después de Cristo, que es de cuando data el Códice 46 de la biblioteca de San Millán de la Cogolla, en La Rioja, considerado como el primer texto en castellano, justo en la pretérita era en la que el Califato de Córdoba reinaba en tres cuartas partes de la Península Ibérica.

Este fenómeno espacio-temporal ha trascendido más allá de la villa que los vio nacer. Fue a partir del pasado 4 de agosto, cuando el notario Roberto Baltar González acudía a la casa consistorial de la localidad a ratificar el hecho con la vecina María del Pino Ojeda Montesdeoca; el alcalde, Raúl Afonso; y el cura párroco Roberto Rivero como testigos.

Sentados los comparecientes, el fedatario Baltar requería de los doce hermanos Hernández Pérez una parranda de documentación que pasaba por la copia de los DNI, los certificados de nacimiento de cada uno de los agraciados, el Libro de Familia de los progenitores, Modesto Hernández y Martina Pérez, el duplicado en formato Excell de una comprensiva de las fechas de nacimiento y sus edades, «con el total de años y meses acumulados a fecha de hoy», la fotocopia de un artículo de periódico donde se relata con veracidad la singularidad de la odisea, el mixturado de fotografías familiares acreditativas del vínculo y, no menos relevante, la reproducción de la solicitud tramitada en Guinness en el pasado mes de julio para ratificar si existe en el mundo algo parejo a lo de los Hernández Pérez a lo largo y ancho de este mundo.

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Homenaje a los hermanos Hernández Pérez José Carlos Guerra

Mecanizado el Excell, ratificada la certeza de los hechos positivos y negativos manifestados durante el procedimiento, y calculados los guarismos en sumas, restas y raíces cuadradas, los Hernández Pérez son, sí, récord Guinness en esta singular modalidad, como acredita el certificado tamaño XXL que el alcalde de la villa verde alumbró enmedio del entrañable agasajo de este sábado ante protagonistas, parientes y vecindario en general.

La noticia debió retumbar desde Canadá y Estados Unidos a Suiza, que es por donde anda desperdigada la familia D’Cruz, compuesta por otros doce hermanos nacidos en Karachi, Pakistán, y que se las prometían muy felices el pasado mes de diciembre cuando recibían el récord del mundo por sumar 1.042 años y 315 días, sin duda una cifra igual de mareante, pero cuya marca solo les ha servido para sobrevivir diez meses en la gloria.

Pero lo que no está cuantificado ni sometido a las tablas de las certificaciones es el hecho de que, por muchos años que se atesoren en colectivo, el sine qua non de este particular éxito radica en algo más asombroso si cabe: el que tras casi 1.059 años de experiencias, penalidades y alegrías, doce hermanos como los Hernández Pérez sigan unidos por una suerte de Poxilina, y exhiban tal complicidad manifiesta en besos, abrazos, mimos y cuidados sin fin.

Allí, en la tarima del polideportivo, mientras el hijo de Ofelia y portavoz familiar Leonardo Suárez nombraba al alcalde como «el hermano 12 +1» y al pueblo de Moya como la copa de su árbol genealógico «por el cariño con el que nos tratan», Carmela se afanaba en acariciar con ambas manos las de sus hermanos Alejandro y Juan, mientras Miguel y Luis, en la banda de babor, no paraban de mirarse y compartir sonrisas.

No en balde, el solista que abría el acto, Pedro Manuel Afonso, El Moganero, atinó con puntería al arrancar con el tema Toda una vida, ese mismo que sigue con un..., me estaría contigo, no me importa en que forma, ni cómo, ni dónde, pero junto a ti.

Al ‘pequeño’ Luis, le tocó hacer el relato, el de un padre, Modesto, que nació al atardecer del siglo XIX, en pleno declive del Imperio Español y la caída de Filipinas, para sobrevivir a la I Guerra Mundial, y a la gripe española, «de la que escapó de chiripa» y con arrestos para sacar adelante a sus hijos y darse el pisto de morir en el siglo XXI; y de una madre, Martina, que a los nueve meses y cuatro días de casada comenzó a incrementar el censo a dos años por chiquillo, «22 años haciendo niños». Para finalizar con él, y de chiripa también: «un médico le dijo que iba a venir con el baile de San Vito».

Pero no. El único baile de los Hernández Pérez era el de después del arado, de la cosecha y de la trilla, cuando tras la cena «cada uno cogía su instrumento, un laúd, una guitarra, una bandurria y el timple y montábamos una fiesta en menos que canta un gallo», en una vida sentida, «en la que ya nos llegó la tarde, pero que cuando llegue la noche será de luz».

Medalla de oro de la villa

El alcalde de Moya, Raúl Afonso, anunció durante el transcurso del homenaje a los hermanos Hernández Pérez, que el grupo de gobierno municipal propondrá al pleno otorgarles la Medalla de Oro de la villa. Afonso afirma que representan una «alianza fraternal, con la mano tendida al hermano y a la hermana, con esa mirada cariñosa y de protección de unos a otros», para añadir que «es un orgullo tener entre nosotros una familia así de noble», y que «emociona verlos sonreír». El alcalde confesaba que «me han tocado un montón de desgracias», el gran incendio forestal al inicio de su mandato y luego el covid, «y me merecía un acto como este», una cita que acababa con la irrupción de la Banda de Guayedra, y el abrazo y el retrato para la historia de los doce hermanos con sus más de 200 descendientes. | J. J. J.

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