La recuperación de la toponimia aborigen de Gran Canaria y su localización con la mayor precisión posible sobre el mapa en el momento de la Conquista es el principal objetivo del estudio que impulsa el Cabildo en el ámbito del Patrimonio Mundial del Paisaje Cultural de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria para recuperar esta parte del legado cultural de la población prehispánica.

La investigación encargada por el Instituto Insular para la Gestión Integrada del Patrimonio Mundial y la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria se sumerge en los protocolos notariales del Archivo Histórico Provincial de Las Palmas, que suponen el grueso de las fuentes gracias al rastro que dejan compraventas, testamentos o donaciones. Se suman a ellos el Libro de Repartimientos y los archivos eclesiásticos, así como documentación proveniente de fondos privados.

Esta suerte de viaje al pasado para captar esa ‘fotografía’ toponímica de la cumbre en las postrimerías del siglo XV recurre también a las fuentes orales, pues pueden ayudar a clarificar ciertos aspectos de la información obtenida de los documentos escritos, como su vigencia o la confirmación de linderos o aspectos etnográficos.

Dos siglos tras la conquista

Los trabajos historiográficos o crónicas se añaden al empeño de acercarse a aquel periodo en el que todo cambió para siempre en Gran Canaria, si bien hay que tomar en consideración “que se trata en muchos casos de textos escritos un siglo o incluso dos siglos después de la Conquista”, matiza el autor de esta investigación en curso, Víctor Perera.

Culata de Tejeda en el protocolo Luis de Balboa 1573 LP/DLP

Y todo ello en el marco de una investigación tan apasionante como complicada que aborda un espacio de alrededor de 18.000 hectáreas distribuidas por los municipios de Tejeda, Artenara, Gáldar y Agaete. Perera cuenta con la experiencia de la realización del trabajo ‘Territorios nativos del noroeste de Gran Canaria’, premiado en 2021 en el certamen Premio Chil y Naranjo que otorga el Museo Canario. Asimismo, el estudio consignará las variantes gráficas registradas a lo largo del tiempo y abre las puertas a rescatar del olvido topónimos y localizaciones que naufragaron en el olvido, mostrando su evolución espacial.

En Gran Canaria, ilustra Perera, existen casos de topónimos prehispánicos que parecen ir y venir de la memoria insular, aunque han dejado su huella en los registros. “Facaracás, por ejemplo, es un topónimo que ya no existe. Pero sí sabemos por fuentes escritas que no solo se usaba muy frecuentemente en los primeros siglos tras la conquista, sino que incluso en el siglo XIX hay compraventas en la zona de Palomino donde aún aparece la Vega de Facaracás, denominación que, por otra parte, según documentación del siglo XVIII tendría una pronunciación aguda en lugar de llana, al contrario de como se suele articular en la actualidad”, apunta.  

La citada denominación de Facaracás con esta acentuación figura en los protocolos del notario Miguel Álvarez Oramas en 1772. Otros ejemplos del reflejo notarial de la toponimia aborigen son el registro de ‘Artivirgua’ en el año 1531 en los protocolos de Alonso de San Clemente, o de ‘Taguigui’, ‘Yfanoa’ y ‘Timagada’ en 1611 en los de Juan de Quintana.

Aproximación a las demarcaciones nativas

La justificación de la investigación se fundamenta en que las manifestaciones de toda índole producidas por la antigua población canaria, de origen amazigh, anterior a la arribada europea inspiraron en gran medida a la Unesco para reconocer los espectaculares paisajes del centro-oeste de Gran Canaria como Patrimonio Mundial. 

Perera enfatiza que “el particular devenir histórico de la sociedad indígena, con más interrogantes que certezas, obliga a investigar los aspectos que aún continúan en la penumbra desde diferentes ópticas y enfoques”.

Igualmente, “uno de estos interrogantes viene representado por la configuración espacial que pudo estar en uso en la última etapa de vigencia de la cultura nativa y que es posible abordar mediante las fuentes disponibles, con las lógicas limitaciones que implican el origen colonial de las mismas y la ausencia de referencias directas obtenidas de los protagonistas indígenas”.

“La recuperación del conocimiento de las demarcaciones nativas enriquecerá nuestro conocimiento del pasado insular y servirá de punto de apoyo para futuras exploraciones que precisen de un marco territorial acorde a las teóricas divisiones territoriales”, subraya este navegante de los mares de la memoria aborigen.