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Arucas

Eduardo Rivero Ramos, el colegio de Arucas en el que niños de 3 y 5 años se ven obligados a mudarse a diario

Alumnado de Cardones viaja 800 metros en guagua para ir a la vieja escuela ruinosa para las clases con sus dos profesoras

34 escolares sufren a diario la ruina del edificio de infantil del Eduardo Rivero | José Carlos Guerra Mansito

Están hartos de tanto falsas promesas de la consejería de Educación del Gobierno de Canarias. Los padres del colegio de educación infantil y primaria (CEIP) Eduardo Rivero Ramos de Cardones, en Arucas, llevan año y medio esperando que se cumpla con sus compromisos para solventar los problemas de masificación, tras declararse en ruinas el edificio de infantil, que obligó a apretuñar a casi todos los alumnos en un único edificio, comiéndose zona comunes para habilitar aulas. A excepción de 34 niños. La actual situación obliga a una peregrinación en guagua diaria de alumnos de 3 y 5 años a la vieja escuela, situada a 800 metros, para recibir clases aislados del resto y rodeados de unas instalaciones declaradas en ruinas hace cuatro años. Esta duplicidad, que se alarga en el tiempo a la espera de las obras que eviten la duplicidad y responda con unas instalaciones «dignas», multiplican el coste económico de mantenimiento de dos instalaciones públicas.

Los padres esperan desde 2020 que Educación cumpla con las obras comprometidas

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El colegio cuenta con 271 alumno de 3 a 11 años, residentes sobre todo en Cardones y barrios limítrofes como Trasmontaña y El Perdigón. Y su situación dista mucho de la normalidad desde hace años, sin que sus quejas obtengan el eco deseado de los responsables políticos de la educación pública canaria, según denuncia la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (AMPA).

En estos momentos, 35 niños de 3 y 5 años con sus dos profesoras están aislados del resto y tienen que ser trasladados para recibir las clases del edificio central a la parte que queda sana de un centro ruinoso situado a 800 metros de distancia que se recorre entre las calles del barrio, para seguir recibiendo las clases, y luego volver también para entrar en el comedor. Y lo hacen en guagua.

Estos dos grupos no tienen sala de profesores y los niños salen al patio en una cancha municipal colindante. Ambos centros tienen contratos que duplican los costes, como de seguridad y del mantenimiento de las fotocopiadoras. Pero lo peor es su aislamiento en un entorno poco seguro, recalca una portavoz de la asociación.

34 escolares sufren a diario la ruina del edificio de infantil del Eduardo Rivero

Mientras, el colegio Eduardo Rivero Ramos (que llaman nuevo aunque es de los años 80), presenta señales de deterioro y saturación, ya que han tenido que sacrificar salas y servicios de uso común para poder acoger a los alumnos desplazados cuando se declaró el infantil en ruinas. «Si fuera una hija mía yo no dejaría que entrara en el colegio», llegó a exclamar un técnico, aunque esos dos grupos están en una zona supuestamente sana de esa instalación.

El objetivo es hacer una reunificación completa, pero es imposible porque el centro no da más de sí por sus dimensiones, salvo que se queden sin cancha y otras zonas indispensables para recibir una educación decente.

La consejera de Educación, Manuela Armas, se comprometió a acondicionar el edificio para esta nueva realidad hace año y medio, y les llegaron a presentar un boceto del proyecto. Pero la obra sigue sin salir a concurso, y los plazos se incumplen constantemente.

Los padres están atentos a la licitación de la obra, después esperar en vano que fuese una realidad con el nuevo curso escolar, pero nunca llega, para desesperación de la comunidad educativa. Y los alumnos siguen apiñados.

Lo males aparecieron en enero 2018, cuando una limpiadora descubrió que se estaban aflojando azulejos en el edificio de infantil. Cuando acude el Ayuntamiento como responsable de mantenimiento, la realidad era más cruda. Los informes técnicos desvelaron un fallo en la estructura, que requirió su cierre inmediato. Los dos citados grupos de 3 y 5 años se han quedado aislados en la supuestamente zona libre de problemas del viejo edificio, y seis grupos se reubicaron en el edificio más nuevo de la calle Hermanas Manrique, lo que obligó a un reajuste para aprovechar salas de uso común como aulas. Y los niños han tenido que estar en pasillos, se adaptó la biblioteca y el aula de música para el reajuste.

Lo que debía ser algo provisional se ha eternizado, lamenta la comunidad educativa.

El edificio está ahora saturado, tras el traslado forzoso en 2018 de otros seis grupos de infantil

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El covid y las clases a distancia solo sirvieron para hacer una pausa en sus problemas, pero no para acelerar la búsqueda de una solución global y de futuro. Incluso, critican que la directora de Infraestructura de Educación, Laly González, dijera que se podía usar un baño como aula, y que no hacía falta techar la cancha porque así están los alumnos al aire libre. Unas palabras que han escocido.

En marzo de 2021 la consejera Armas ya les reconoce el problema y se compromete a redactar un proyecto para que los niños dispongan de un centro en condiciones y poder reunificarlos. «Devolver los derechos perdidos», llegó a manifestar, según los padres.

La propuesta era instalar seis aulas prefabricadas comiéndose espacios libre de la ladera situada en la espalda del colegio ‘nuevo’. Al menos así aparecía en los bocetos que se les enseñó.

Pero desde entonces cada plazo se alarga, semana a semana, y mes a mes, sin que se fíen ya de las palabras del Gobierno de Canarias. Y dudan de que vayan a emprender la mudanza a corto plazo.

Y mientras, un solar comprado hace años por el Ayuntamiento de Arucas de 2.600 metros cuadrados de superficie junto al edificio ‘nuevo’ para habilitar un colegio digno sigue muerto de risa, ya que tampoco parece que Educación vaya ahora a hacer uso de él. De momento, solo pretenden sacar partido a la superficie del centro Eduardo Rivero Ramos con nuevas aulas, generando incredulidad entre los padres, al entender que no se está pensando en una planificación a más largo plazo, en el que poder contar con todos los equipamientos indispensables para que sus hijos reciban una educación pública de calidad.

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