ANÁLISIS

El cuenco secreto de Las Nieves

El tamaño de las olas que baten el litoral de Agaete obligaba a construir una escollera de 14 metros de alto, por lo que los ingenieros proyectaron una audaz solución

Obras de ampliación del puerto de Las Nieves a finales del pasado siglo. | | FEDAC

Obras de ampliación del puerto de Las Nieves a finales del pasado siglo. | | FEDAC / José María Hernández León

José María Hernández León

El puerto de Las Nieves de Agaete es el único de Canarias que dispone de una novedosa solución que evita que las grandes olas que llegan al recinto invadan los muelles interiores. Detallaremos, pues, esa singularidad que sitúa a la villa en un lugar prominente de la ingeniería portuaria de nuestras islas. Antes de entrar en detalle, hagamos un poco de historia.

La vertiente noroeste de la costa de Gran Canaria dispone de pequeñas aberturas donde se generan bahías naturales y calas que producen un relativo abrigo de los temporales. Desde el siglo XVI, las embarcaciones impulsadas a vela utilizaban esos puntos como fondeaderos y, con la ayuda de barcas y lanchas llevaban a cabo el trasiego, a fuerza de brazos, de mercancías hasta tierra. En ese litoral, se encuentran tres pequeñas ensenadas que con el tiempo se convirtieron en punto de conexión con el exterior: Sardina de Gáldar, Agaete y la Aldea de San Nicolás. Hoy nos centraremos en el puerto de las Nieves en Agaete.

La primera noticia que se tiene del puerto se debe a una operación militar durante la Conquista de la isla por parte de los castellanos. En 1481, el gobernador Pedro de Vera da instrucciones al capitán Alonso Fernández de Lugo para que arribara con su flota a este refugio natural y apresara al Guanarteme de Gáldar, jefe aborigen con gran poder en el centro y oeste de Gran Canaria para así someter a las tribus guanches locales.

La ensenada sirvió, durante esa etapa de la Conquista de importante cabeza de playa. Se cuenta que también pudiera ser puerto de embarque en las cabalgadas que se realizaban a Berbería en África para la captura de esclavos.

Finalizada la Conquista, la zona se convirtió en un gran centro de producción de azúcar. El puerto de Agaete estuvo vinculado al comercio azucarero propiciado por las ricas haciendas del fértil Valle de Agaete. Esto ocurrió en los primeros decenios del siglo XVI. Con el tiempo, el recinto perdió importancia ante el mayor desarrollo del tráfico por el puerto vecino de Sardina en Gáldar. No obstante, mantuvo su actividad como enlace marítimo con la Aldea y como conexión con la vecina capital de Santa Cruz de Tenerife.

En sus crónicas, Viera y Clavijo, cuando describe Agaete, relata que «tiene un puertecito de mar que llaman Nuestra Señora de las Nieves tomando el nombre de una ermita próxima…». Al desembarcar Fernández de Lugo con sus tropas, levantó una torre-fortaleza y, a su vez, mandó construir en sus proximidades un modesto santuario consagrado a Nuestra Señora de Las Nieves, «señora muy milagrosa». La ermita, hoy día, permanece abierta al culto. En ella se guardan uno de los mejores tesoros del arte flamenco en Canarias, el políptico de Las Nieves.

Aunque ocasionalmente se le empezó a llamar puerto de Las Nieves, a mediados del siglo XVII ya adquiere carta de naturaleza con ese nombre.

En el siglo XIX, el Ayuntamiento de Agaete, aprovechando el impulso del municipio vecino de Gáldar, solicita fondos públicos para la construcción de un puerto en el lugar. Se accede a ello y se le encarga, en 1861, al ingeniero del Estado, Juan de León y Castillo, la redacción del correspondiente proyecto. Las obras diseñadas no eran de gran envergadura ya que constaban de un pequeño espigón de 40 metros con un calado máximo de 3 metros en bajamar. No ofrecía ningún abrigo y solo servía para que, en esa limitada línea de atraque, las barcas, con la ayuda de una pequeña grúa, pudieran cargar y descargar mercancías y personas. El proyecto tardó en construirse cerca de 30 años, debido a problemas económicos y fuertes temporales en ese periodo. Ese pequeño dique empezó a funcionar en 1891 y aún hoy día es reconocible junto a la playa de las Nieves, en la que Agatha Christie, tras su estadía en la isla, sitúa uno de los asesinatos del Tuesday Murders Club.

En el año 1977, la Mancomunidad de Cabildos de Las Palmas impulsó la creación de un conjunto de puertos de refugio pesqueros allí donde hubiera una actividad extractiva relevante, entre los que figuraba el de las Nieves en Agaete. Pero el Ministerio de Obras Públicas decidió hacerse cargo de ese puerto por considerarlo de interés estratégico en la comunicación marítima con Tenerife.

El diseño del nuevo puerto de las Nieves se concibió como una infraestructura polivalente que atendiera tanto la actividad comercial, en el tránsito de mercancías y pasaje, como al sector pesquero y al incipiente uso náutico deportivo. Mientras se estaba trabajando en el proyecto técnico, se habían terminado recientemente las obras del puerto de Arguineguín, en el otro lado de la isla. Aunque su ejecución se llevó a cabo correctamente y tal como figuraba en los planos, los técnicos, entre los que se encuentra quien les escribe, nos percatamos de que el espaldón del dique de Arguineguín, que es el muro que evita que las grandes olas de los temporales invadan la parte interior de los muelles e inunde la explanada de trabajo, era demasiado alto aun cumpliendo las exigencias de las Instrucciones Técnicas vigentes.

Si aplicábamos la normativa al diseño del espaldón del puerto de Agaete, el cálculo daba una altura exageradamente alta. En la costa, los oleajes que castigan el litoral de Agaete son los mayores de Gran Canaria y, como la altura del espaldón está en función de la altura de la ola de cálculo, los valores que se obtenían eran excesivos, en torno a los 14 metros. En consecuencia, se planteó buscar otra solución técnica más asumible que supusiera rebajar las dimensiones del muro espaldón.

Cuando la ola del temporal llega al dique de abrigo, trepa por el talud de escollera y accede a la cota de coronación. Puede irrumpir sobre el muro espaldón y rebasarlo si la energía de la ola es máxima; pero si se construye, con la misma escollera del manto principal del dique, en esa parte superior, una especie de cuneta que retenga el roción de las olas, se logrará evitar el rebase del espaldón por las olas y, por lo tanto, disminuir la altura del muro de contención. En definitiva, si fuera factible hacer un cuenco amortiguador que, no solo retuviera el oleaje sino que al tener el fondo de la misma escollera, drenara rápidamente y vaciara el agua del oleaje daríamos con la solución. Lamentablemente, no se tenía mucha experiencia sobre la opción del cuenco amortiguador. En Canarias no se había probado en ningún puerto y, solo en el Mediterráneo se experimentó en algún recinto deportivo con resultados satisfactorios.

Ante esa situación, se optó por probar y hacer ensayos de dique con cuenco amortiguador a pequeña escala en modelo reducido. En el Laboratorio de Puertos Ramón Iribarren del Ministerio de Obras Públicas en Madrid se hicieron los ensayos. Se habilitó un largo canal con agua. Con una paleta conectada a un ordenador se reproducían los temporales reales extremos que se habían grabado de esa zona del Atlántico. Gracias a esos ensayos se observó un importante problema: el máximo temporal se presentaba con un tren formado por tres olas consecutivas, (debe ser frecuente pues en el Cantábrico llaman a esas olas Las Tres Marías). La primera ola aporta mucha agua al cuenco amortiguador; la segunda ola, muy seguida, llenaba el cuenco; y la tercera, a continuación, al estar totalmente inundado ese cuenco, pasaba por encima y rebasaba el muro espaldón originando grandes daños en el interior.

Impactados con ese contratiempo, que no se había tenido en cuenta en los cálculos, se razonó que, para que fuera factible esa propuesta, había que lograr que el cuenco tuviera mayor porosidad y desaguara más rápidamente.

Se hizo otro tanteo aumentando el tamaño y el peso de la escollera con bloques de hormigón de 48 toneladas de peso. Con ello, se consideró que, al tener mayor porcentaje de huecos, no se colmataría el cuenco amortiguador. Esta vez funcionó y el oleaje no llegó en ningún momento a rebasar el dique espaldón. En consecuencia, se dio por buena esa opción y se redactó el proyecto definitivo con cuenco amortiguador y con ese tamaño de bloques en la escollera principal.

Desde su construcción la solución de dique con cuenco amortiguador ha respondido a los embates de los grandes temporales sin que se haya detectado averías de importancia. Su muro espaldón, aparte de su función estructural, se ha convertido en un popular paseo peatonal que permite observar tanto el trasiego de los vehículos y pasajeros que entran y salen de los barcos como disfrutar de las espléndidas puestas de Sol sobre el mar y que, seguro transitarían, si hubiese existido hace un siglo, los animosos poetas de Agaete del Huerto de las Flores.

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