Análisis

Finca y Casa de Clavijo en Guía, el origen del topónimo

Rafael Clavijo Pló construyó la hacienda en 1850 en tierras de su mujer Virginia Jaques de Mesa y Merino | Una necrópolis de esclavos fue descubierta en 2009

Vivienda de la Finca Clavijo, en Guía.

Vivienda de la Finca Clavijo, en Guía. / C.O.G.

Pedro González-Sosa

Leemos en LA PROVINCIA que Hiperdino tiene en proyecto la promoción de cerca de 600 viviendas, con parque urbano, canchas deportivas, un colegio infantil y primaria y un supermercado, en la conocida como ‘Finca de Clavijo’ en Guía. Una finca que, según aquellos datos, agrupa 146.000 metros cuadrados lo que supone el equivalente de 16 campos de fútbol. Se preguntará el lector donde se encuentra tan amplia zona, ahora casi agrícola, en el municipio norteño, Y también por qué es conocida como la ‘Finca y Casa de Clavijo’, cuyo origen tratamos ahora de descifrar.

En un artículo publicado en 1946, Néstor Álamo hace una recreación literaria del relato que insinúa le contó alguien alguna vez sobre el hallazgo en la llamada ‘Casa de Clavijo’ referido a un libro de la famosa escritora del s. XVIII Madame de Sevigné. Dejó escrito Néstor que, según su interlocutor, «aquella casa encerraba la biblioteca familiar de Clavijo con libros que habían pertenecido a José Clavijo y Fajardo, entre otros», y alguna vez hemos leído que la mansión había pertenecido al ilustre lanzaroteño cuya fama intelectual y literaria traspasó las islas y es de todos conocida.

La todavía hoy llamada ‘Casa de Clavijo’, dentro de la finca que también es conocida por este nombre, se encuentra aquella perfectamente conservada por el cuidado que le dedica su actual propietario. La mansión de una sola planta rectangular está enclavada en el viejo camino real que desde el Albercón de la Virgen conduce a la Atalaya de Guía en medio de una zona que conserva, también hoy, dos viejos topónimos: ‘la montaña del Calvario’ y ‘El Bardo’.

Pero la casa aquí historiada nunca perteneció a Clavijo y Fajardo porque fue construida a mediados del siglo XIX por el tinerfeño Rafael Clavijo y Pló, militar de profesión con el grado de general que había casado con Virginia Jaques de Mesa y Merino, hija de Juan G. Jaques de Mesa Pacheco-Solis y de Estebana Merino Ruiz de Quesada, de un solar de las casi nueve fanegadas de tierra que le habían correspondido en aquellos contornos en 1850 por herencia de sus padres. Y en aquellas tierras construyó Clavijo y Pló la mansión a partir de cuya época se la conoce hasta nuestros días como la ‘Casa de Clavijo’ sobre la que se dice que nunca llegó a habitarla y difícilmente podría cobijar su biblioteca, El matrimonio vivía en la Ciudad en la calle Santa Clara, aledaños de la Alameda de Colón.

Conocemos la evolución de la propiedad de esta casa desde la época de su construcción hasta nuestros días. Fallecida su mujer, Rafael Clavijo heredó sus bienes y llegado posteriormente el óbito del militar éste dejó aquellas tierras y casa en usufructo a sus hermanas Carmen, Magdalena, Concepción y María de la Cruz y la nuda propiedad a su sobrino y ahijado el también militar Salvador Bethencour y Clavijo quien, porque también habían fallecido sus tías, a su muerte en 1914 hizo heredera del usufructo vitalicio a su esposa Genoveva Guesala y Mattos y la propiedad a su sobrina María Dolores Bethencourt y Cisneros, hija de su hermano Juan y de Enriqueta Cisneros.

Restos de la necrópolis hallada en la ‘Casa Clavijo’. | | C.O.G.

Restos de la necrópolis hallada en la ‘Casa Clavijo’. | | C.O.G. / Pedro González-Sosa

En 1917 las tierras fueron arrendadas a Manuel Aguiar Rivero hasta que en 1925 Genoveva y María Dolores venden la casa y las tierras a Manuel Hernández Martín, casado con Carmen Suárez y Suárez, quien en 1948 hace donación de todos sus bienes divididos igualmente en ocho lotes entre sus ocho vástagos, correspondiendo la ‘Casa de Clavijo’ a su hija María Dolores Hernández Suárez, matrimoniada con José de Aguilar Díaz. A la muerte de María Dolores Hernández, en el reparto de sus bienes la casona aquí historiada correspondió a su hijo, nuestro particular amigo, José de Aguilar Hernández, quien en la actualidad la mantiene bien conservada. El contenido documental que conservamos respecto a esta casa es voluminoso, pero el espacio que cobija esta croniquilla no da para más.

Una necrópolis

En 2009 fue localizada en la llamada ‘finca y casa de Clavijo’ con motivo de unas obras de canalización de aguas, una necrópolis con enterramientos para esclavos que data, según las investigaciones de entonces, del siglo XVI donde se recuperaron algunos elementos de la ya lejana época como una moneda, una medalla religiosa y otros objetos. En uno de los Coloquios de Historia Canario-Americano celebrado hace ya bastantes años se presentó un trabajo sobre el hallazgo de lo que parecía ser una necrópolis para esclavos que vivían en Guía de Gran Canaria, enterramiento situado en las inmediaciones de la llamada «casa de Clavijo», localizado por técnicos de un equipo al frente de quien, leemos, se encontraba el arqueólogo Juan Guillén.

Según los especialistas, se sospechó, como al parecer luego se confirmo por el carbono 14, de una necrópolis del siglo XVI, cuyas características peculiares se vinculan con rituales funerarios desconocidos y zonas de sepultura que se apartan de los tradicionales formados por recintos sagrados, lo que les hace suponer que allí fueron enterrados, como población marginada, esclavos procedentes del vecino continente africano que llegaban a la Isla para trabajar, principalmente, en los ingenios cuyos especialistas en la elaboración del azúcar eran portugueses, aunque se conoce la existencia de grupos dedicados a otras tareas y al servilismo doméstico, como consta en las partidas de matrimonio y bautismo localizadas en el libro primero de la iglesia de Guía (1565-1636) donde se constata que se casaban, procreaban y cristianaban, los que ya se habían convertido en religión sin dejar de ser considerados esclavos, a sus hijos.

Esta población esclava africana procedía del norte de África y de la zona subsahariana y por lo que respecta a la entonces villa guiense probablemente pudieron pertenecer, entre otros, a trabajadores como mano de obra para el cultivo y el corte de la caña en el Ingenio Blanco de los Riberoles y otros ingenios, sobre los que existe abundante historiografía además, de los que estaban sometidos al señorío de la época en la localidad. Restos encontrados en 2009 en la descubierta necrópolis de esclavos en las conocidas como ‘tierras de Clavijo’.

La localización de este cementerio marginal respecto al de los enterramientos de la población aborigen castellanizada y de los propios castellanos incorporados a la vida social y económica de la isla que seguían los ritos de la religión cristiana, explica el origen de dos topónimos vecinos o colindantes con esta necrópolis, pues existe en el término municipal de Guía: los conocidos como el de Berbería, o Barranco de Berbería a la entrada de esta población por la antigua carretera entre la amplia zona geográfica situada entre El Laurel y Barranco Hondo con dirección hacia la costa por Llano de Parras y el conocido como el de Guinea que es el localizado en la finca aquí historiada. La razón del nacimiento de estos topónimos podría explicarse al entenderse que en Berbería vivían los de piel blanca que procedían probablemente del norte de África y en Guinea los subsaharianos que llegados también probablemente del África central y negroide, en su tiempo generalizada con este nombre, división y asentamiento que propició el nacimiento de estos dos topónimos.

En opinión de los arqueólogos que trabajaron en el descubrimiento, la forma del enterramiento «demuestra que esta población marginal cuyos restos han sido localizados tenían costumbres y formas de vida propias de manera desvinculada a la práctica cultural dominante», costumbres que mantuvieron pese a su desplazamiento y esclavitud incluso para el descanso después de la muerte.

Catorce hombres y mujeres fueron enterrados en aquella necrópolis descubierta en 2009 con ritos extraños. Eran trabajadores duros, algunos rezaban a Alá, muchos creían en dioses de su África natal pero todos reposaban lejos de los enterramientos de cristianos: eran, sencillamente, esclavos. Los documentos históricos citan en reiteradas ocasiones el uso de mano de obra esclava en Canarias, Madeira y Cabo Verde, el primer Nuevo Mundo que conocieron castellanos y portugueses antes de lanzarse a la conquista del continente recién descubierto por Colón y, precisamente, en una de las industrias que financió aquella gran empresa en sus inicios: las plantaciones de caña de azúcar.

En el caso de Canarias, señalan los historiadores, era el único de los archipiélagos de la Macaronesia que estaba habitado cuando llegaron los europeos. Las referencias sobre el esclavismo desde los inicios de la conquista, en el siglo XV, son abundantes, pero faltaban pruebas físicas que se pusieron de manifiesto con la localización de la necrópolis de finca de Clavijo con el hallazgo de restos humanos de aquella época.

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