Del blanco y negro, al almendrero en flor de Valsequillo

Una exposición fotográfica retrata la apasionante trayectoria de la gran cita invernal de las medianías

Elaboración del queso en una de las primeras ediciones de la Ruta.

Elaboración del queso en una de las primeras ediciones de la Ruta. / La Provincia

Juanjo Jiménez

Juanjo Jiménez

El casco de Valsequillo ofrece desde el pasado martes a una vera de la plaza de San Miguel, en la que fuera por un tiempo la casa de correos, una sustanciosa muestra sobre los 50 años de celebraciones de la Ruta del Almendrero en Flor, un compendio de enseres, tarecos y utillajes que son ilustrados por una caterva de fotografías y recortes de prensa que atesoran en una coqueta sala la sustancia de la parrandera ocurrencia.

Pero lo exhibido es apenas una muestra del interminable rosario de documentación gráfica que ha generado una cita que, por su inherente plasticidad, disfruta como pocas de esa colección de imágenes con la que se puede seguir el hilo conductor de su trayectoria. Y más aún, si se cuenta con la inestimable ayuda de su flamante pregonero, el mismo que hoy viernes anunciará la jarana, Normando Peñate, maestro de escuela y también autor del libro Tenteniguada: Apuntes sobre su historia, una obra festoneada por deliciosas postales de la localidad, aderezadas con la memoria del profesor.

Algunas de estas fotografías son una suerte de incunables para la Ruta, y que datan de muchos años antes desde su inicio, para subrayar el antiguo movimiento asociativo que luego se materializará en esta cita de invierno, como la que muestra a un numeroso grupo de mujeres, hombres y niños pertrechados de ceretos, baldes y raspaderas, en un solo cuerpo para la construcción del cementerio en los años 50, y que al igual que la iglesia, fueron construidos callo a callo por los propios vecinos de Tenteniguada.

Y es que la fiesta también fue erigida en formato ‘todos a una’, tras una primera y exitosa experiencia en Tejeda, por la iniciativa de valsequillenses como Armando Peñate Suárez, Damián Corujo, Fernando Toscano, Constanza Martín o David Peñate, según señala Normando, quién añade que tras ello, todo el pueblo de Tenteniguada se implicó y los niños y jóvenes se ponían a la orilla de la carretera y ofrecían a los coches y guaguas bolsitas de almendras, ramitos de retamas blancas o claveles y les daban la bienvenida», con su correspondiente foto documentando la novelería.

Sin duda, uno de los grandes pilares de la ruta han sido siempre los artesanos, que exhiben su habilidad en la cita.

Ahí aparecen, en elegancia natural, aquellos primeros profesionales como Teresita Santana, hilandera, y Manuel Vega Peñate, conocido por Manolito el Tejedor, junto a otros muchos que ingeniaban loza de barro, cestas de caña o mimbre y sombreros de palma, creando un paisaje aliñado por el trajín de los vecinos vistiendo las fachadas de sus casas «con traperas y bordados y con utensilios tradicionales que habían heredado de sus familias y montando los ventorrillos, llevando sus vacas para la ordeñá de la teta a la escudilla o para dar un paseo en burro a los visitantes.

Un mixturado en el que no podía faltar el Rancho de Ánimas, uno de los más antiguos de Canarias, así como las parrandas y agrupaciones folclóricas de las que existen ingentes cantidades de material fotográfico, al punto que detallar una imagen es encontrar a un pariente. Literal.

Evidentemente, con ese entusiasmo era difícil fracasar. Al punto que en 1972, un año después de la primera edición, los jóvenes del colindante pago de Las Vegas se animaron a instalar sus propios ventorrillos, con similares actividades, y otras nuevas como la espectacular trilla con caballos. Fue la puntilla para que en 1973, el entonces alcalde Antonio Ortega Trujillo colaborara para que se celebraran en Valsequillo casco, «promoviendo un movimiento vecinal, que cada año ha ido dando más prestigio y participación», sentencia el maestro de escuela, «y hombre de campo», y que hoy anuncia una fiesta que, más allá de la jarana, representa medio siglo de esfuerzo, y éxito, colectivo.

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