Aprender a través de la poesía y la improvisación mientras que intentas que la tradición de versear no desaparezca. Ese es uno de los principales objetivos en la escuela de verseadores de Ingenio, dirigida por Yeray Rodríguez y que consiste en enseñar a los alumnos este arte. Con la presencia del payador David Tokar y el verseador Expedito Suárez, varios alumnos descubrieron esta nueva forma de expresar sus sentimientos.
El sonido de una guitarra y la improvisación de lo vivido. Eso es lo que necesitan tanto David Tokar, payador argentino, como Expedito Suárez, verseador canario, para enseñar a los más pequeños el arte de poder expresar los sentimientos a través de palabras que rimen. Colegio por colegio, estos profesionales de la décima tienen como principal objetivo que los alumnos sean capaces de hacer poesía con sus sentimientos, luchando para que esta tradición no se pierda.
Bajo el marco del decimoséptimo encuentro de Verseando con Ingenio, y tras un calendario apretado en el que la agenda apenas tiene huecos libres, David Tokar llegó a la isla de Gran Canaria hace una semana para enseñar al público una profesión que le apasiona y que descubrió cuando era muy pequeño. Expedito Suárez, por su parte, sigue adelante en su misión junto a Yeray Rodríguez de ir por los colegios de los diferentes municipios para que los niños aprendan de esta profesión.
En total, 46 colegios de los diferentes municipios de la isla son los que se han visto arropados por esta iniciativa, en la que los niños además de repasar lo que están dando en asignaturas como lengua castellana, aprenden a versear y a poner palabras a sus sentimientos para poder expresarse. Una iniciativa que comenzó de la mano de Yeray Rodríguez, director de esta escuela de verseadores.
En un día, tanto David Tokar como Expedito Suárez acudieron a seis colegios del municipio de Ingenio, a todos con la misma ilusión y las mismas ganas de transmitir a los estudiantes una pasión que ellos llevan muy adentro desde una temprana edad, cuando descubrieron el arte de trasmitir a través de la rima de palabras.
El payador David Tokar asegura que ve en los alumnos de la Isla una proyección en la poesía oral improvisada
La clase que dan a los alumnos la empiezan verseando e improvisando según lo que vean a su alrededor, un hecho que a los estudiantes les cautiva y les llama la atención. Un taller participativo en el que tanto los profesionales como los aprendices se unen para disfrutar. «Para mi es muy gratificante estar en estos colegios, no solo a nivel anímico, sino también de ver la proyección que tiene la poesía oral improvisada en Canarias. Es una forma de que los niños descubran que tienen interiormente la manera de crear poéticamente, conocer las estructuras, sus ritmos tradicionales y empaparse de la tradición», asegura David Tokar emocionado. «De aquí pueden salir los continuadores de la tradición verseadora», afirma.
Tokar lleva más de veinte años dedicándose a versear. Una profesión que empezó cuando estaba en edad escolar y que agradece a sus profesores de la época por haberle apoyado y animado a lograr el sueño de un niño. «Si no hubiera sido por mis maestros, nunca habría encontrado esa forma de expresarme, que es donde verdaderamente me siento libre», asegura con una sonrisa en la cara.
«Hace unos años, los niños en edad escolar no tenían la posibilidad de acudir a los colegios a aprender, sino que sólo tenían esa suerte aquellos que formaban parte de una familia de dinero». De esta forma continúa Expedito Suárez su particular clase, en la que consigue llamar la atención de todo el alumnado. «Anteriormente, gente que no sabía leer ni escribir era capaz de ser poeta. Ahora, son muchos los que saben leer y escribir, y sin embargo muy pocos son poetas», finaliza, haciendo que varios alumnos cuenten alguna que otra experiencia de sus antepasados, como que el tatarabuelo de una de ellas, sin tener cocimientos escolares, hacía poesía en papeles que encontraba por casa.
Aunque son pocos los alumnos que anteriormente se habían visto cautivados por esta profesión, otros aseguran que en sus ratos libres comparten esta pasión junto a sus familiares. «Mi abuelo tiene una libreta con poesías y a veces me dice que le ayude, y entre los dos nos ponemos a componer», dice una de las alumnas. Otros, sin embargo, aseguran que están dando sus primeros pasos en la música ya sea a través de la guitarra o del piano, mientras que otra de las alumnas cae en la cuenta de que a veces, sin planearlo, dice frases que contienen rimas.
Expedito: «Lo que no se conoce no se quiere, lo que no se quiere no se cuida y lo que no se cuida se pierde»
Una profesión que tiene mucho futuro y cuya muestra se ve en cada colegio. Al menos así de claro lo tiene David Tokar. «Es una forma maravillosa de apoyar e impulsar una tradición sembrando a los niños desde la infancia. Esto no quiere decir que todos los alumnos que escuchen la décima salgan verseadores, pero con que salga uno ya es mucho».
Expedito Suárez transmite a los alumnos su pasión por transmitir los sentimientos verseando, y aunque se dedica a esto profesionalmente desde hace cinco años, desde que era niño se interesa por la poesía. «Yo anteriormente era taxista y lo vendí para dedicarme a esto. Yeray Rodríguez me puso sobre la mesa la posibilidad de enseñar a los niños la poesía y no quise dejar escapar esa oportunidad», asegura.
Un trabajo lento y que requiere de mucho tiempo y constancia para que los frutos salgan adelante. «Queremos que los niños conozcan la décima y la poesía, y que ellos mismos sean los dueños de sus palabras. El objetivo es que sean capaces de hacer poesía. Ya después si sale algún improvisador bien», explica.
Al contrario que Tokar, Expedito no se quiere lanzar al vacío dando su opinión de si esta profesión tendrá o no futuro, pero sí tiene claro el objetivo que tienen en esta escuela de verseadores a la hora de acudir a los diferentes centros educativos. «Si esta profesión tiene futuro o no, no lo sé. Nosotros creemos en ella y le ponemos pasión a lo que hacemos. Futuro tendrá en cuanto se vean los resultados entre los niños, y para nosotros esos resultados lo significan todo».
La sonrisa de los alumnos, el brillo de sus ojos y sus ganas de descubrir decían a gritos lo bien que se lo habían pasado aprendiendo nuevas formas de expresar sus sentimientos a través de la creatividad verbal, la música y el Folclore. Y es que, tal y como asegura Expedito Suárez, «Lo que no se conoce no se quiere, lo que no se quiere no se cuida, y lo que no se cuida se pierde. Nosotros ahora mismo estamos luchando para que esta tradición no se pierda, y eso es lo que realmente importa».