El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, desveló ayer lo que todo el mundo ya sabía o intuía y a lo que ha tratado de imprimir con escaso éxito un cierto halo de misterio: que optaría a un tercer mandato. Morales abre así la puerta a la posibilidad de convertirse en el primer grancanario que estará al frente de la corporación insular tres mandatos, doce años. A donde nadie llegó. Antes que él, en la etapa democrática, solo el socialista Carmelo Artiles tuvo la posibilidad de gobernar durante dos, esto es, ocho años (1983-1991). Una moción de censura precisamente inspirada por las fuerzas políticas que hoy componen NC, a través de un pacto con CCN y PP, lo desalojó de la Casa Palacio cuando enfilaba su tercer mandato (de hecho llegó a ser por tercera vez presidente), para colocar allí al poeta Pedro Lezcano.
Los doce años a los que opta es un buen periodo de tiempo para marcar un antes y un después en la gestión política de los destinos de Gran Canaria. Ya no se podrá decir en esta isla que la inestabilidad de su gobernanza impidió sentar las bases de un proyecto transformador a largo plazo, como el vivido en otras islas.
Durante mandatos y mandatos se sucedieron distintas alternativas políticas en Gran Canaria lideradas -esto es solo un decir- por Pedro Lezcano (ICAN camino de CC), José Macías (PP), Maria Eugenia Márquez (PP), José Manuel Soria (PP), José Miguel Pérez (PSOE) y finalmente José Miguel Bravo de Laguna (PP) antes que Antonio Morales (NC) en los últimos años sin que ninguno de los anteriores al actual presidente tuviera ocasión de dar un sentido de futuro a la institución más allá de su propia ‘legislatura’.
Recordados entre los más viejos del lugar son por su supuesta herencia más o menos útil para lo que se daba en el franquismo los periodos de Matías Vega Guerra (1945-1960) o Federico Díaz Bertrana (1961-1970). Pero entonces no eran necesarios ni la democracia ni los pactos políticos que no pocos quebraderos de cabeza han generado, generan y generarán.
Antonio Morales tiene la posibilidad de afianzar el trabajo hecho y sentar las bases de cómo abordar los retos de Gran Canaria que ya están sobre la mesa. Dejará asi un legado, el que sea, que la historia, nosotros, nuestros hijos y nuestros nietos tenemos la obligación de encargarnos de juzgar.