Entrevista | Soledad Martel Pintora, escritora, fotógrafa y diseñadora

Soledad Martel : «Me afectó el miedo a la pandemia, y me fui a Fataga y Arteara a pintar»

"Mi abuela Soledad me regalaba óleos con tres años, y mi abuelo Juan me traía un cuento cada día"

Exposición de Soledad Martel.

Andrés Cruz

Soledad Martel Suárez (Las Palmas de Gran Canaria, 1960), pintora, escritora, fotógrafa y diseñadora, transmite a través del arte las luchas internas de la vida. En la muestra que expone en la sala Lola Massieu de Santa Brígida y se puede visitar hasta el 25 de febrero descubre como sus emociones ganan color entre Fataga y Arteara, lugares donde recupera las fuerzas que pierde en La Angostura cuando el miedo a la pandemia paralizó las relaciones humanas.

La muestra que expone en la Sala Lola Massieu la titula Amada tierra, dos puntos... ¿Qué ha querido contar en estas pinturas ?

Primero el concepto, la idea, y el sentimiento de amar la tierra. Soy una persona que adora la naturaleza, el planeta. Vivo en un sitio salvaje, estos cuadros los he hecho en Fataga y en Arteara. Barrancos, perdices sueltas, tuneras, el sol, las montañas de Amurga son imponentes, junto a la gente haciendo una vida diferente.

¿Tan diferente ha visto la vida allí respecto a la que hacía usted en La Angostura?

Sí, la vida allí no tiene que ver con la que se hace en núcleos más ordenados. En Fataga o Arteara la gente hace una vida distinta. He metido el coche por barrancos que nunca imaginé. Se vive con mucho ingenio, con mucha proximidad a la naturaleza, muy lejos de todo lo convencional y lo limitante de los últimos tiempos, porque vivimos en un mundo así, y es lo que me hace llegar a una crisis. Ha sido un lugar nuevo y mágico para mí, en el que he sanado, un espacio que ha cautivado todo mi ser y en el cual me he enamorado.

¿Y qué le lleva a dejar su casa para irse a Fataga y Arteara?

Pues porque estaba en una crisis profunda y no sabía como salir. Estaba desesperada. En un momento de lucidez me di cuenta que si ponía mi atención en cosas distintas mejoraba mi ánimo y decidí cambiar. El miedo que a nivel social se genera con la pandemia me influyó mucho. Llevo toda la vida leyendo, escribiendo y pensando; desgranando la realidad. Mis cuadros, como el que ve de las tuneras, desgranan la realidad. Y de pronto, el pánico que genera la pandemia en el comportamiento familiar y social me afecta. El mundo entra en un pavor terrible. 

¿Pero le afectó emocionalmente tanto la pandemia?

No por mi. A mi morir no me da miedo, lo tengo clarísimo. Me afectó el miedo de los demás. Fue como si hubiera vivido una pantomima y de repente me doy cuenta de que la gente está muy asustada. Cuando oí por primera vez el concepto de distanciamiento social, de pronto pienso como es algo políticamente correcto, pero se había llegado al climax de la separación de los seres humanos. Eso se normalizó y nos separaron de nuestra familia y amistades por miedo a que nos pasara algo. Es todo lo contrario a lo que es el ser humano en su concepto más básico.

 ¿La luz y colores que reflejan los cuadros es la que encuentra en Fataga y Arteara?

Si, totalmente; muchos colores. Eso es lo que me lleva allí. Cuando salía en Santa Brígida solo veía mascarillas, estaba tan afectada que no veía otra cosa. Necesitaba ser rebelde hasta al cruzar una calle. No podemos dejar de cuestionarnos lo que sucede. Hay que pensar que no todo lo podemos tragar sin digerir. Le pongo en contexto para que sepa lo que viví en ese momento. Dejé de ver lo positivo, y lo negativo me envolvió como si cayera en una masa de alquitrán. La pandemia fue el detonante, algo que no pensé vivir, pero fue quizás sentir ese vacío como es la muerte se había convertido en pánico.

Además de pintora es escritora. ¿En sus libros también muestra tan abiertamente sus sentimientos?

En mi libros lo que transmito es mi aprendizaje a nivel personal. Son libros basados en fantasías. Me gustó centrarlos en el entorno en las islas porque pensé que ofrecen espacios donde se pueden desarrollar historias mágicas, y tomo partes de leyendas como la de San Borondón y la Atlántida, y los mezclo con espacios reconocibles. Los tres primeros son aventuras. El primero, El viajero del fin del mundo se centra en el amor; el segundo es el de las creencias, El enigma bajo el suelo, y el tercero, Los días de noche, es el libro del cómo. 

¿Se fue también de su domicilio para escribir?

Si, me voy para cambiar, no lo sé. De los cinco libros que he escrito, cuatro los escribí en Taliarte.

¿Cómo fueron sus inicios en la pintura?

Pues iba a estudiar Sociología y Ciencias Políticas en Madrid y no llegué a empezar. El artista ya empezó a chillar dentro de mi. En Madrid empiezo en el Taller Villalar a aprender el encaje de figuras. Y después cuando vuelvo si hago una exposición con mi cuñada Carolina. Como siempre había pintado para mí ha sido natural, no te tenido que aprender. Lo que he hecho es jugar con los colores, con las pinceladas. Pasa mucho en el arte, que te gusta la pintura de Renoir y quieres hacer lo mismo, o cuando va a un museo, o cuando un músico empieza.

¿Porqué pinta más retratos que son más complicados que un paisaje ?

Porque me gusta lo difícil. Así de claro. Soy de retos. Cuando veo una casa antigua con tres piedras mal puestas la veo terminada.

¿Alguien en su familia le inculcó esa pasión por la pintura o la escritura?

Mi familia no ha sido de inculcar, pero si que mi abuela Soledad me compraba óleos cuando tenía tan solo tres años, y mi abuelo Juan me traía cada día un cuento. La imagen, los dibujos de los cuentos forman parte de mi infancia que la viví desde los cinco meses hasta los nueve años con mis abuelos. También he estudiado Matemáticas, y Filosofía, porque me resulta fácil y eso ha rellenado una mochila de conocimientos. Quizás por eso cuando me pongo a escribir nunca me he encontrado con la página en blanco. 

¿Y salta de la novela a la pintura y viceversa?

Si me meto en un libro me gusta escribir solo porque me gusta focalizar, no me gusto dispersarme. Si escribo estoy escribiendo y si pinto igual o si trabajo en un diseño.

¿Ya está pensando en otra exposición?

Si, ya me han hecho encargos de retratos. Me encanta el retrato y más cuando conozco a la persona. Cuando empecé lo hacía con amigas de mis abuelas que me traían fotos para que les hiciera retratos de cuando eran jóvenes o de personas que se habían muerto. Pero no es divertido hacerlo con fotos, es distinto cuando tienes que captar del otro su alma. En este cuadro de mi hija- uno de los que está expuesto- quería que fuera ella con su trayectoria de los últimos años, y distinto a otros. Ella si me dijo que quería que salieran papayas, y las puse al final.

¿También ha hecho arte hasta con el chocolate?

Bueno, participé en una empresa ecológica de alimentación que está en Valleseco, que se inició como un cambio de rumbo por parte del padre de mis hijos pequeños y mi cuñada. Ellos hacían pan y galletas y yo bombones. Me gusta cocinar, y decidí hacer bombones con la idea de darles un toque con colores y todo ecológico, llevando la pintura al chocolate. Eso lo hice un tiempo, pero era carísimo y lo dejé.

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