Entrevista a Rafael Hernández Reyes, presidente de la Asociación Oportunidades de Vida

Rafael Hernández Reyes: «La educación es el único ascensor social en los países de África»

"En Malí, la situación se ha complicado mucho porque el yihadismo se ha extendido", afirma

Rafael Hernández, presidente de la Asociación Oportunidades de Vida, en la sede, en El Fondillo.

Rafael Hernández, presidente de la Asociación Oportunidades de Vida, en la sede, en El Fondillo. / ANDRES CRUZ

Rafael Hernández (Las Palmas de Gran Canaria, 1963), preside la Asociación Oportunidades de Vida, premiada con el Roque Nublo de Solidaridad Internacional por los proyectos de desarrollo social que lleva a cabo en países de África o en Brasil. Tras batallar por los agricultores, ha conocido como en estos países una escuela puede cambiar la vida a muchos niños, que tienen así la única comida del día.

¿Cómo recibe el premio Roque Nublo que le concede el Cabildo de Gran Canaria a la asociación que preside en la categoría de Solidaridad Internacional?

Con una tremenda gratitud porque no lo esperábamos ya que hay otras asociaciones que hacen un trabajo similar al nuestro. Estamos profundamente agradecidos porque es un espaldarazo a la labor que estamos haciendo en favor de las personas desfavorecidas de varios países empobrecidos de África y de Brasil.

¿Porqué decide crear la Asociación Oportunidades de Vida?

Pues en el año 2015 en vista de la situación económica y social que vimos decidimos dar un salto y crear la Asociación Segunda Oportunidad. Empezamos atendiendo primero a las familias y personas vulnerables y en riesgo de exclusión social aquí en Canarias, no solo con alimentos sino con otro tipo de ayudas como el pago del alquiler, los recibos del agua y la luz, y ya después nos proyectamos en cuatro países de África: Guinea Ecuatorial, y saltamos a Mali, Mozambique, Costa de Marfil y en Brasil.

¿De dónde le llegan los recursos económicos para ayudar a esas familias y personas, a través de las aportaciones que recibe la Iglesia Evangélica?

A través de recursos propios de la Iglesia Evangélica, y también de programas del Cabildo grancanario en cuestiones que tienen que ver con la educación a través de la construcción de escuelas, y proyectos en el ámbito sanitario, asistencial y nutricional, y el desarrollo integral de las personas afectadas por la pobreza en estos países. También hemos impulsado proyectos deportivos en África porque todos los niños sueñan con ser futbolistas, y el fútbol se convierte en un vehículo para ayudarles junto a la educación y la sanidad. La educación es el único ascensor social en los países de África.

Por ejemplo, en Mali ¿qué han hecho y de qué manera ayudan a la población?

Lo primero que hacemos es tener allí un contacto local para poder desarrollar el proyecto. La contraparte de mutuo acuerdo se encarga, en este caso, de desarrollar el proyecto sanitario. Allí hay una doctora que va a Bancoumana, una aldea del interior, y visita a las mujeres embarazadas, y atiende otros asuntos de salud. También hemos puesto placas solares para que tengan luz en el consultorio médico, para que puedan sacar agua de un pozo. En la capital, a las afueras, hay muchos niños que viven en la calle que buscaban comida en la basura, y una pedagoga los recogía en su casa y les daba clases. Hemos construido un colegio en donde estaba el vertedero para que los niños puedan estudiar y tener una comida.

¿Y qué han hecho en Guinea Ecuatorial?

En Guinea Ecuatorial, en el interior, ayudamos a construir un módulo de la escuela. Allí los niños caminan cada día muchos kilómetros y además de edificar ese módulo nos encargamos del almuerzo que es la única comida que tienen al día. También en Mozambique estamos trabajando en donde, y allí colaboramos para que los niños puedan comer también en el colegio.

¿Porqué deciden ir a ofrecer ayuda a las personas de África?

Pues a través del pastor evangélico Xoán Castro, que su mujer es enfermera y pasaba las vacaciones ayudando en algún país africano, y nos contaba lo que vivía, y además porque tenían unos amigos en Mali que nos hicieron ver las necesidades que sufren allí a todos los niveles.

¿Cuál es el momento que más le ha impactado en esos viajes por el vecino continente?

El año pasado, en Guinea Ecuatorial llegué a una casa, de barro y paja, y vi a una mujer tullida, con lepra. Me impactó su estado. Allí si no trabajas no comes, y si no puedes trabajar por problemas de salud lo tienes muy complicado. Además, hay mucho sida y los niños con sida sufren rechazo. Nos encargamos de su nutrición y cuando vi como los pesan para seguir su evolución también me impactó. Lo que vives en África te da otra perspectiva, te hace aterrizar en la realidad, porque en el mundo desarrollado nos quejamos por todo. Allí los niños no tienen nada y sonríen con poco, y aquí tienen de todo y están enfadados.

¿Y cómo ha sido adentrarse a la zona de las favelas en Brasil?

Duro. A través de una asociación evangélica entramos en contacto con una persona de allí. En Brasil tenemos un proyecto para ayudar a niños y adolescentes de las favelas para que tengan acceso a nuevos caminos a través de la educación, del deporte, de la tutoría escolar, del fútbol sala y cursos técnicos.

¿Para poder estar en todos los países han recurrido a la Iglesia Evangélica?

Si. Pero ahora, por ejemplo en Mali la crisis económica ha provocado una vuelta al fundamentalismo. Es todo más complicado porque el yihadismo del norte se ha extendido a todo el país. Allí suceden cosas que no salen en los medios de comunicación. El año pasado, dos semanas antes de llegar nosotros, en una aldea habían matado a 127 personas. Recuerdo que en 2008 había estado allí por una reunión de la Cooperativa de Agricultores y era todo distinto, ni veía a las mujeres con velo, y ahora si. Trabajamos con mujeres, organizamos talleres en los que aprenden a hacer objetos de artesanía que después venden para ganarse a vida.

¿Se acercan hasta la asociación inmigrantes que buscan aquí otra forma de vivir?

Durante la pandemia muchas personas de otros países se quedaron fuera del sistema porque no les renovaron el permiso de trabajo porque no habían cotizado. Hay muchas personas procedentes de otros países que son víctimas de la explotación laboral porque no tienen otra opción para subsistir.

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