Entrevista | Hildegard Hahn Artista

Hildegard Hahn: «Me instalé en la Isla por los contrastes y su luz; no me arrepiento, en absoluto

"La imagen de las casas derruidas por los bombardeos todavía me persigue con pesadillas», asegura la artista checa afincada en Gran Canaria

Hildegard Hahn, en su domicilio de Las Palmas de Gran Canaria. | | ANDRÉS CRUZ

Hildegard Hahn, en su domicilio de Las Palmas de Gran Canaria. | | ANDRÉS CRUZ / Javier Bolaños

Javier Bolaños

Javier Bolaños

Hildegard Hahn ha sido distinguida con el Can de Gran Canaria de Las Artes del Cabildo, «por su arte multidisciplinar, la introducción de materiales de la naturaleza y su arraigo en Gran Canaria, desde donde ha proyectado su obra, habiendo participado en muchas exposiciones colectivas y más de 40 individuales de pintura, dibujos, fotografía e instalaciones multidisciplinares (a las que llama «escenarios») en varios países».

Nació en Koslau, en Chequia, en el año 1938. Pero, ¿quién es Hildegard Hahn?

Yo nací en ese valle cuando todavía era Chequia, pero cuando llegó Hitler nos echaron porque la región se convirtió automáticamente en alemana. Uno de mis hermanos es periodista jubilado, y estuvo buscando sobre nuestros antepasados, que eran acompañantes de las caravanas con las especies hacia Europa y tenían un par de soldados y los cuidaban, y cobraban impuestos. Mi infancia hasta los tres o cuatro años ha sido maravillosa. Nací en ese valle, en el que, por un lado había luz, y en el otro oscuridad, porque siempre teníamos mucho miedo. Me llamaba la atención esas luces y sombras.

¿Le ha llegado hasta la actualidad esa sensación de contrastes entre las luces y las sombras?

Sí, sí, hasta hoy. Vino una vez un grupo de estudiantes de futuros fotógrafos-artistas y me dijeron: «¡Ay, sombra no!». Pero yo les dije que eso es lo que hace la vida interesante.

Usted se instala en Gran Canaria en 1975. ¿Por qué, y qué le atrajo de la isla? ¿Qué sabía de ella?

No conocía nada. Yo daba clases en un instituto de arte, y no me gustó porque decían que veníamos del Este. Mis tíos estudiaban en la Universidad Praga, pero con el despertar del nacionalismo se despertó el odio. A nosotros nos echaron sin nada, completamente sin nada, de nuestra región, pasando mucho hambre. No nos querían en Alemania. Yo estudié Bellas Artes y Filosofía en Stuttgart, pero no me gustó el ambiente. Todo era tan negativo. Es una casualidad que parara aquí. Yo cogí a mis tres hijos entonces y fuimos a pasar las vacaciones, porque mi marido falleció muy joven en un accidente de tráfico, y yo estaba en un bajón, con los tres hijos y con una planificación de una vida un poco más larga. Quería ir a Creta porque sabía que había una comunidad de artistas, pero no había vuelo. Solo había vuelo a Lanzarote. Por eso conocí primero Lanzarote. Me impresionó tanto, porque vi dentro de esa masa de lava sin construcciones que se plantaban vides. Eso me daba ánimos. Y yo soy una persona muy alegre en el fondo. Además, los primeros bombardeos en karlovy Vare donde vivía cambiaron mi vida.

¿Y por qué se mudó de isla?

El vuelo era de Gran Canaria a Lanzarote y de vuelta a Gran Canaria. Entonces pensé que me interesaba, que era un lugar para poder trabajar, con luz y también desde un punto fijo que es la isla, que es pequeña, pero con el océano alrededor, y eso despertaba mi interés. Por eso me instalé aquí, y no me arrepiento, en absoluto.

¿Qué encontró aquí?

Yo vine de fuera. Y yo digo una frase que es de fuera a dentro, ver qué hay dentro, y después de dentro a fuera. Encontré un paisaje súper interesante, todo volcanismo. Por ejemplo, las salinas de la costa norte. Una de mis hijas es geóloga del mar, y saber cómo se formó. Y en el otro lado, con pocos kilómetros, las dunas en el sur. Es el contraste también de la misma materia. Las arenas no son iguales siempre. Esa es una gran aportación a mi forma de ser. ¿Hay algo real en nuestra vida? ¿Cómo se define la realidad? No hay una única realidad. Eso quieren contarnos las religiones.

¿Cómo recibió el premio del Cabildo? ¿Lo esperaba?

Para mí fue una sorpresa. Es triste decirlo, pero entre mis compañeros nunca he tenido éxito. Yo con mi filosofía y mi forma de ser. Una anécdota que me ha hecho pensar fue que en una ocasión en la que estaba en el médico y al despertarme de la anestesia, me dijeron: «¿Hildergard Hahn?» Sí, contesté. Y me dijo que era un grupo de colegas que había visto todas sus exposiciones y pensábamos que era un hombre. Y yo le pregunté: «¿cuál es la diferencia entre un hombre y una mujer en el arte?».

En un texto sobre su obra se dice: «Reflexionar sobre la condición humana, y, desde entonces, este se convierte en el objetivo más importante de su trabajo». ¿Sigue reflexionando y dudando sobre todo?

Sí, claro. Soy humana. Y no pienso que soy diferente al resto. Y vivimos en una sociedad con otra visión de Canarias muy limitada. Ahí sigo con mis estudios de filosofía, pero es lo mismo: El sí es no, el sí es no, siempre, y no hay nada concreto. Pero me interesa la persona humana, que soy yo, como esas personas que siguen pensando que soy un hombre. Pero, por lo que veo algo de interesante deben ser mis reflexiones.

¿Cuánto ha evolucionado su obra de sus inicios hasta la actualidad?

Empecé pintando cuadros, pero no he podido expresarlo. Y luego seguí con fotografía, vídeos y he escrito algún texto para alguna exposición del Cabildo.

Usted es una artista multidisciplinar. ¿No ha querido, o no ha podido separarse de alguna de las disciplinas, que usted denomina escenarios?

A mí no me gusta llamarme artista. Me gusta que me llamen trabajadora del mundo del arte. Y hablo de escenarios porque los espectadores no pueden quedarse con un único punto de vista, y decir qué bonito o qué mierda. Deben tomarse un poco de tiempo. Y deben recorrer el espacio.

Imagino que la visión de su obra, también cambia de un día para otro.

Ese es otro punto de vista mío. En fotografía si voy a un lugar, porque he viajado muchísimo desde aquí, quería ver cómo se vive, y me interesaron los orígenes americanos indios, que están en los lugares más áridos del continente.

¿Ha encontrado su obra maestra, o está todavía por llegar?

Yo nunca diría qué he hecho una obra maestra. Nunca, nunca. No creo que jamás llegue. Tampoco pienso en cosas muy económicas, no soy de los grandes, como para el americano que compró un balón grande por un millón de dólares. Esa no es mi idea del arte, sino ofrecer algo, las pequeñas cosas que tal vez veo yo.

¿Cuánto ha influido esa infancia y juventud tan difícil en su trayectoria?

Fui una niña feliz en un valle. Pero los bombardeos fueron muy visibles, casi encima de la casa. Mi padre tenía una serrería y cayeron siete bombas, pero ninguna cayó en la serrería. Íbamos con mi hermano a Karlovy Vary, y ahí vivíamos primero. Era el terreno de los oficiales de Hitler por sus fuentes termales, por eso fue una zona muy bombardeada. Estábamos en un refugio para resistir los bombardeos. Después lo vi en una obra, en la que nadie hablaba y todos con una manta. Yo tenía cuatro años y mi hermano seis, y cuando salimos todas las casas estaban derruidas alrededor. Es una impresión que todavía me persigue con pesadillas.

¿En qué está trabajando ahora? ¿Está preparando alguna exposición?

El 7 de julio se inaugura una exposición titulada ‘Retro-reflexión’ en el CAAM (Centro Atlántico de Arte Moderno). Es el canto del océano, en el que iba a las 10 de la noche a escuchar los sonidos en diferentes puntos de la playa, porque según el viento es distinto, está como cantando. Ese es el principal proyecto.

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