Honores y Distinciones ( y XXIII) | Hijo Predilecto

Ravelo y la conjura de los desposeídos

El reciente fallecimiento del escribidor canario dejó huérfanos a los lectores

de novela negra | En la trayectoria del autor hay pasión, denuncia y tenacidad

El escritor grancanario Alexis Ravelo, en una imagen de archivo.

El escritor grancanario Alexis Ravelo, en una imagen de archivo. / ANDRÉS CRUZ

Alexis Ravelo siempre cuestionó el significado de las tropelías, giro imparable, esperanzas y desesperanzas de este mundo. Descreído, su única religión, la literatura, le hizo crecer y labrarse una carrera como escritor de novela negra que alternó con su afán por acrecentar y expandir el espíritu cultural de su tierra natal. Su repentino fallecimiento el pasado 30 de enero conmocionó tanto a su círculo más íntimo como al panorama cultural, ya fuera en Canarias y el exterior, donde su nombre resonaba con voz propia gracias a la maestría de su escritura.

El impulsor del Festival Aridane Criminal concebía la cultura como un vehículo de cambio

El escritor nació en agosto de 1971 en Las Palmas de Gran Canaria, donde luego pasaría su primera infancia y juventud en el barrio de Escaleritas. Su padre, que vendía bolsilibros casa por casa, conoció a su madre modista en una de esas que iba tocando el timbre y, tiempo después, llegó él a una realidad que pudo descifrar gracias al poder de la palabra. A los 18 años acudió a un taller impartido por Mario Medina y despertó en él la jiribilla por juntar letras.

Luego, con las enseñanzas otros maestros de la talla de Augusto Monterroso y Alfredo Bryce Echenique, decidió ahondar en la imaginería que se iba cociendo a fuego lento mientras escuchaba a sus congéneres cuando trabajaba en hostelería. En los espacios muertos encontró tiempo para escribir obras por encargo, hacer letras de canciones y cursar los estudios de Filosofía a distancia, mientras cultivaba el relato infantil y juvenil. Asimismo, fue cofundador de la revista La Plazuela de las Letras con Antonio Becerra, y también, de Matasombras, el espacio literario de la mítica sala Cuasquías en donde tantos le conocieron, entre tantos otros menesteres que lo ocupaban.

Ravelo y la conjura de los desposeídos

Ravelo y la conjura de los desposeídos / Carla Rivero

Influenciado por Borges y una retahíla infinita de autores, aludía a su continuo aprendizaje de la mano de Cortázar, Joseph Conrad, Flaubert, Guy de Maupassant, Edgar Allan Poe, Antón Chéjov, Kafka, Marguerite Yourcenar, y a firmas como Pedro García Cabrera, Claudio de la Torre o Víctor Ramírez, entre tantos otros. Dentro del género negro, en el que reconocía la influencia del hard boiled aunque era más cercano a la novela enigma, señalaba a Jim Thompson, James M. Cain, Friedrich Dürrenmatt, Leonardo Sciascia, González Ledesma, Juan Madrid o Jean-Patrick Manchette. Con tales profesores, la andadura literaria comenzó bien temprano y recibió una mención especial del Premio Poeta Domingo Velázquez de 1998 del Cabildo de Fuerteventura. Le seguirían entonces sus primeras novelas: Segundas personas, Ceremonias de interior y Algunos textículos, una serie de microrrelatos que demostraron su habilidad en el campo que cultivó con Dolores Campos-Herrero. El salto a la novela negra se produciría en el año 2006 al publicar Tres funerales para Eladio Monroy, inicio de la saga protagonizada por el pensionista de la marina que no hacía más que solucionar un jaleo para meterse en otro del número 13 de la capitalina calle Murga.

El ganador del Premio Café Gijón escribió una veintena de obras en las que cuestionó el sistema

Novela negra

Ravelo inauguró a principios de este siglo esa nueva remesa de autores de novela negra canarios que, junto a José Luis Correa, Antonio Lozano o Carlos Álvarez, abrieron la veda para construir desde su ciudad predilecta las tramas que envolvían a los olvidados por los discursos oficiales, a esos buscavidas que solo intentan sobrevivir en un sistema pernicioso. El lector pasea por Ciudad Jardín, Mesa y López, Tomás Morales, Guanarteme, todo el Puerto, y descubre los sinsabores de una urbe que, a pesar de su faceta más gris, le dio todo al novelista: «Siempre me pareció una ciudad fantástica porque no es solo tricontinental, sino eminentemente portuaria. Su tradición de gran puerto refleja esa tendencia a la tolerancia maravillosa y esa posibilidad de ser influida por culturas de todo el mundo», dijo en una entrevista a este medio cuando lo nombraron Hijo Predilecto. Así, viajó por todo el Archipiélago y reflejó la idiosincrasia de su isla, de Lanzarote en La ceguera del cangrejo, de La Palma y, al mismo tiempo, de lugares pertenecientes a su imaginación como San Expósito, en donde la cercanía con el infierno era más que una metáfora para aquellos que lo habitaron.

Ravelo y la conjura de los desposeídos

Ravelo y la conjura de los desposeídos / Carla Rivero

Además, el escribidor, tal y como se definía, reflejó su interés por la revisión de la memoria histórica en varias novelas de su última etapa. Ya fuera Los días de mercurio, recientemente reeditada, Los milagros prohibidos o Los nombres prestados, la diatriba entre el presente y el pasado, incontestable e inasumible por su pesada carga, persigue a los personajes de manera que no pueden escapar y sufren las consecuencias que maniatarán sus futuros. En esa discusión constante entre el ser y el deber hay una profunda reflexión acerca de la condición humana, ya que, como él mismo decía a este periódico: «A mí, me interesa el género negro de corte existencial, ése en el que se instala la tradición de la cultura de la sospecha, ese que te muestra que lo que estás viendo todos los días es mentira».

Ravelo y la conjura de los desposeídos

Ravelo y la conjura de los desposeídos / Carla Rivero

Distinguido como Hijo Predilecto de Gran Canaria por el Cabildo de Gran Canaria en la presente edición de Honores y Distinciones, Alexis Ravelo recibió múltiples galardones a lo largo de esta última década: el Premio Hammett a la mejor novela por La estrategia del pequinés en 2013, al año siguiente el Premio Tormo de Las Casas Ahorcadas por el mismo título y, a causa de su último libro, el Premio Café Gijón por Los nombres prestados. El impulsor del Festival Aridane Criminal del municipio palmero de Los Llanos de Aridane, que había cedido el testigo después de consolidar su tercera edición tras cumplir el designio que le había dejado encomendado el fallecido Antonio Lozano, concebía la cultura como un vehículo de cambio social. Tanto como sus abrazos, aquellos por los que lo han reconocido todo el que hable sobre él, que apretaban y dejaban exhaustos, que daban un cariño sin paragón, que acogían y mostraban que, tal vez, otro mundo es mejor.

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